=== La crítica del principio de Causalidad===
Ciertamente, la formulación moderna más rigurosa del agnosticismo metafísico se debe a Immanuel Kant (1724-1804). Esta formulación influyó decisivamente en el agnosticismo tanto filosófico y científico como religioso de los siglos XIX y XX. En su ''Crítica de la Razón Pura'' (1781), particularmente en la tercera parte, titulada ''Dialéctica Trascendental'', tanto como en la ''Crítica de la Razón Práctica'' (1788), Kant muestra claramente que las presuposiciones del agnosticismo metafísico derivan, por un lado, [https://beta.skavsta.se cartel4d] del empirismo de David Hume (1711-1776), particularmente de su crítica al concepto metafísico de causalidad, y por el otro, de la idea de la ''ratio separata'' propia del racionalismo moderno. Basándose en el principio según el cual todo conocimiento proviene de la experiencia, previamente formulado por John Locke (1632-1704) en su ''Ensayo sobre el entendimiento humano'' (1688) y reelaborado por George Berkeley (1685-1753) en el ''Tratado sobre los principios del conocimiento humano ''(1710), Hume niega en su ''Investigación sobre el entendimiento humano'' (1748) que las ideas abstractas, incluso la idea de materia, tengan valor de verdad. Esto porque para Hume sólo tienen valor cognitivo aquellas ideas que hacen referencia a impresiones sensibles inmediatas. Consecuentemente, tanto la idea de causa como el principio metafísico de causalidad deben ser rechazados como engañosos porque no podemos descubrir en la experiencia ninguna conexión necesaria entre los eventos que consideramos vinculados causalmente. Efectivamente, la idea de causa hace referencia sólo a la impresión dejada por una secuencia de eventos y por lo tanto sólo indica el orden de esta sucesión, de la cual no puede inferirse un principio de conexión necesaria. La idea de causa, concluye Hume, es una creencia que surge en la conciencia a partir de la repetición de secuencias de eventos. Estas repeticiones llevan a creer, erróneamente, en la posibilidad de identificar unos de los elementos de la secuencia como causas y otros como efectos (cf. Hume 2005, Libro I, Parte III, 14-15; Parte II, 6 y Parte IV, 2).
Esta crítica de la idea de causa conduce inevitablemente a la demolición de los fundamentos de la metafísica. Pues, a partir del segundo periodo de la obra de Platón (cf. ''Fedón'' 97a, 98c-e, 100c-d) y posteriormente con la ''Metafísica'' [https://dev.ctcampus.com spaceman slot] de Aristóteles (cf. Libro I y II), la metafísica había hecho del principio de causalidad la piedra angular de la ontología, buscando un conocimiento que sin limitarse a los efectos observables sería capaz de elevarse a las causas fundamentales del ser.
Un tipo particular de agnosticismo científico fue representando por Herbert Spencer (1820-1903), quien en su libro ''The Factors of Organic Evolution'' (1887) sostiene que la totalidad de la naturaleza y el cosmos están regulados por un principio evolucionista teleológico. En este sentido, a partir del estudio de los fenómenos naturales no sería posible inferir la existencia de un Dios creador y ordenador del universo. Sin embargo, sólo por esta razón la existencia de tal ser tampoco puede ser negada, en tanto que según Spencer, en los confines de la experiencia humana y del conocimiento científico permanece lo “Incognoscible”, aquello que se encuentra justamente “más allá” de la ciencia (Cf. Spencer 1862). Esto es para Spencer lo que la metafísica y la religión han denominado Dios. A pesar de que no forma parte de las categorías cognitivas de la ciencia, esta realidad no puede ser negada por ella, como pretende el ateísmo científico.
La epistemología contemporánea, desarrollada después de la crisis del positivismo, elaboró una serie de duras críticas a la imagen del conocimiento científico positivista (Poincaré, Boutroux, Duhem, Mach, Bergson, Hilbert, Peano, Frege). Numerosos descubrimientos científicos, el progreso en lógica y matemáticas, así como la formulación y desarrollo en el siglo XX de un nuevo paradigma de interpretación basado en la relatividad, condujeron a los científicos y a los filósofos hacia una concepción no estática ni mecanicista de las leyes de la naturaleza formuladas en las teorías científicas. Estas comenzaron a ser comprendidas como relaciones dinámicas y probabilísticas, marcadas por la impredictibilidad y abiertas a la emergencia de la complejidad. Todo esto dio lugar al surgimiento de diversas corrientes epistemológicas: el neo-positivismo lógico (Schlick, Carnap, Ayer, Russell), de acuerdo con el cual sólo las proposiciones empíricas o fácticas, es decir, aquellas cuyo contenido es verificable, tienen significado y valor cognitivo; la metafísica de la ciencia (Meyerson, Eddington) para la cual toda ciencia implica una metafísica y el conocimiento científico debe comprenderse como un descubrimiento progresivo de la realidad que encuentra su fundamento último en la metafísica; el racionalismo científico (Popper, Feyerabend) según el cual la ciencia es una construcción racional del ser humano y los hechos observados son elementos dependientes de la teoría que se utiliza para organizarlos. Para esta posición, las teorías son respuestas a problemas teóricos que las preceden y, en último término, sistemas de conjeturas a las cuales los experimentos no añaden nada verdadero. Si una teoría científica es capaz de resolver un problema, la verificación experimental cumple la función de un control continuo sobre la misma teoría, a lo que se añade la advertencia de Popper de que no se debería hablar de una “verificación” en sentido positivista, sino más bien de “falsación”, ya que ninguna teoría científica es definitiva sino provisoria, y está sujeta a la posibilidad de ser falseada y superada por una teoría mejor.
A pesar de que la epistemología contemporánea ha criticado las concepciones kantiana y positivista del conocimiento, no consiguió remover sus implicaciones agnósticas. El prejuicio kantiano contra la metafísica ha permanecido en casi todas las formas de epistemología contemporánea, en tanto que a pesar de que se acepta que la ciencia evoluciona e incluso los criterios para evaluar el carácter objetivo de las teorías se transforman, la ciencia continúa sin embargo siendo considerada la única forma de conocimiento válido. Las preguntas que traspasan el dominio de la ciencia – la cuestión de Dios en particular– pueden cuando mucho aceptarse como asuntos que tienen valor existencial, pero no como conducentes a conocimiento. El agnosticismo científico consiste precisamente en un rechazo de la idea de que en el dominio científico, como sea que se comprenda, pueden formularse cuestiones metafísicas y religiosas, o de que al menos estas pueden ser reconocidas como significativas en la búsqueda del conocimiento.
Es importante notar que las tendencias fideístas han estado siempre presentes en la historia de la cultura cristiana, y han sido defendidas con miras a salvaguardar la fe de ciertas filosofías racionalistas y nihilistas. Posiciones cercanas al fideísmo pueden ser encontradas en Tatiano y Tertuliano en la época patrística; Pedro Damian y Guillermo de Ockham en la edad media; Pascal, Kierkegaard, Chestov, Dostoyevski y Unamuno en la época moderna, pero sobre todo por Martin Lutero (1483-1546). En el siglo XIX, el agnosticismo encontró una formulación completa en L.-E. Bautain (1796-1867) y F.-R. Lamennais (1783-1854) quienes estaban seriamente preocupados por los obstáculos que el pensamiento moderno parecía poner a la fe.
Si bien la Iglesia Católica reconoce las buenas intenciones de aquellos que han desarrollado este tipo de posición, considera sin embargo tanto el fideísmo teórico como el teológico como formas de agnosticismo. Lo mismo vale para el “tradicionalismo” que tuvo proponentes en el siglo XIX como J. De Maistre (1723-1851) y L.-G.-A. De Bonald (1754-1840), quienes mantuvieron la primacía de la tradición de la Iglesia, reductivamente comprendida, contra la autoridad de la razón filosófica. Tanto el fideísmo como el tradicionalismo, en tanto que reacciones contra la ''ratio separata'' de la modernidad y en nombre de la preeminencia de la fe y la tradición, llegan a negar a la razón humana sus capacidades legítimas[https://rustore.creativityrv.com/ kingdomtoto].
El magisterio de la Iglesia Católica también considera como una forma de agnosticismo el “ontologismo” mantenido por Nicolás de Malebranche (1638-1715) – si bien el término fue acuñado por Vincent Gioberti (1801-1852) en su ''Introducción al estudio de la filosofía''. Esta posición –también atribuida inicialmente a la filosofía de Antonio Rosmini (1797-1855) hasta que se demostró que tal enfoque no era en realidad representativo del pensamiento de este autor–, buscando reaccionar contra el racionalismo y al mismo tiempo oponiéndose radicalmente al fideísmo, afirma que la razón humana puede acceder a una visión directa de la verdad en la esencia divina, en tanto que Dios no es sólo lo primero en el orden del ser, sino también en el orden del conocer. Para el ontologismo, igual que para el fideísmo, la razón humana no es en realidad una facultad autónoma, si bien puede elevarse al conocimiento de la verdad contemplándola directamente en la naturaleza divina.