Organismo

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En Darwin, la idea de ''carácter'' se relacionó estrechamente con la herencia, y se convirtió en fundamento de las teorías de descendencia común y selección natural. En ''El origen de las especies'', por ejemplo, Darwin señala que “cualquier variación que no se hereda carece de importancia para nosotros” (Darwin 1859, 12), y escribió: “Quizá el modo más ecuánime de ver todo este tema sería considerar la herencia de todo carácter como regla, y la no herencia, como excepción” (Darwin 1859, 13). Debido a esta ley de la selección natural, los caracteres son tan importantes que se convierten en fenómenos casi autónomos en el proceso evolutivo. “Aun cuando la selección natural puede obrar sólo a través de y para el bien de cada ser, los caracteres y las estructuras, que consideramos de importancia muy insignificante, pueden así ser actuados. Cuando vemos de color verde los insectos que se alimentan de hojas, y grises moteados los que se alimentan de cortezas, blanca en invierno la perdiz alpina, y del color del brezo la perdiz de Escocia, hemos de creer que estos colores están al servicio de estas aves e insectos para preservarlos del peligro” (Darwin 1859, 84). La selección natural ''influye'' sobre los caracteres en forma completamente metafórica, pero los caracteres, la herencia y la selección natural, junto con los organismos naturales constituyen aspectos inseparables del mismo fenómeno. El color es algo real: una determinada gama de verde protege a especies de animales que se alimentan de hojas, y de este modo prevalece sobre otras gamas de verde y otras tonalidades. Según Darwin, también vemos presagiada la idea de la genética de poblaciones que un carácter tiene una aptitud: “No encuentro razón alguna para dudar de que una variación accidental en el tamaño y forma del cuerpo, o en la curvatura y largo de la probóscide, desviaciones, demasiado pequeñas para que las apreciemos, pueden beneficiar a una abeja o a algún otro insecto, para que un individuo así caracterizado pueda obtener su alimento más rápidamente, y, por ende, tener mejores chances de vivir y dejar descendientes” (Darwin 1859, 94).
Un punto débil del marco darwiniano era su teoría de la herencia, es decir, la ''pangénesis'' (1869). Así, una vez que Darwin abrió el camino para definir las características de los organismos como heredadas y variables, sus posteriores estudios sobre la herencia estuvieron destinados a dar pasos significativos hacia la descomposición metodológica de los organismos en caracteres y rasgos. Francis Galton, por ejemplo, se embarcó en la tarea de modelar la dinámica transgeneracional de los rasgos como el tamaño en los guisantes y la estatura, el color de los ojos, el temperamento, las cualidades artísticas y las enfermedades en los humanos. Estos constituían rasgos ''cuantitativos'', en oposición a discretos. Si nos referimos a los rasgos, Galton inventó el análisis de regresión y otros métodos matemáticos centrados en el carácter, y sentó ciertas bases para una ciencia que haría su aparición en el siglo siguiente: la genética de poblaciones (Serrelli 2016). Tiempo más tarde, en 1900, los botánicos europeos DeVries, Correns y Tschermak descubrieron el trabajo de Gregor Mendel (1822-1884).
Mendel había estudiado siete caracteres diferentes de la arveja de jardín (''Pisum sativum''). La palabra ''carácter'' en este contexto alude a una propiedad específica de un organismo, una característica o rasgo. Para cada uno de los caracteres que eligió, Mendel obtuvo líneas de plantas, que él mismo cultivó por dos años para asegurarse de que serían puras. Una línea pura es una población que, al reproducirse, conserva sus caracteres individuales de una a otra generación, es decir, no muestra variaciones en el carácter particular que se está estudiando; sino que toda descendencia producida por autofertilización o cruzamiento dentro de la población son idénticas en lo referente a este carácter. Asegurándose que sus líneas conservaban sus caracteres de una generación a otra, Mendel abrió un inteligente camino: había establecido una base fija para sus futuros estudios, de modo que cualquier cambio observado con posterioridad a la manipulación deliberada en su investigación sería científicamente significativo. Pudo establecer así un experimento controlado. A través de experimentos de cruzamiento a gran escala, Mendel infirió que las plantas en la primera generación reciben de sus progenitores la habilidad de producir caracteres alternativos, por ejemplo, tanto la flor púrpura como la flor blanca, y que estas habilidades se retienen y se pasan a futuras generaciones en lugar de combinarse. Mendel utilizó los términos dominante y recesivo para describir el fenómeno de uno de los caracteres (por ejemplo, la flor blanca) que no era ''expresado'', y postuló la existencia de pares de factores hereditarios para justificar los patrones observados. Mendel pudo demostrar que los factores se separan en forma idéntica en su descendencia.
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