Consiguientemente, en el juicio integral sobre la personalidad del cristiano, y muy especialmente en el discernimiento vocacional y el camino de formación de sacerdotes y religiosos, si intervienen peritos psicólogos y psiquiatras, debe quedar claro que el juicio último sobre la personalidad total y su madurez es de naturaleza teológica y queda a cargo del formador, no del perito (Congregación para la Educación Católica 2008, ''Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y formación de los candidatos al sacerdocio'', III, 5). El superior, sin embargo, no puede obligar al seminarista o al religioso a someterse a evaluación y tratamiento psicológico sin violar su intimidad. Se necesita su previo consentimiento (''Ibidem'', IV. 12). Por otro lado, no es prudente la intervención de cualquier psicólogo, ni de cualquier orientación. Ya Pío XII advertía que del psicólogo
“<nowiki>[...] </nowiki>se espera no sólo un conocimiento teórico de normas abstractas, sino un sentido moral profundo, reflexionado, largamente formado por una fidelidad constante a su conciencia. El psicólogo verdaderamente deseoso de no buscar sino el bien de su paciente se mostrará tanto más cuidadoso de respetar los límites fijados a su acción por la moral, cuanto que tiene, por así decir, en sus manos las facultades psíquicas de un hombre, su capacidad de actuar libremente, de realizar los valores más altos que implican su destino personal y su vocación social” (Pío XII 1958, 281; Verdier 2011, 55).
Pío XII advertía especialmente acerca de “ciertas formas de psicoanálisis” (Pío XII 1953, 282; Verdier 2011, 22). Algunos casos de aplicación del psicoanálisis a la vida religiosa que tuvieron consecuencias negativas, llevaron a que en 1961 el Santo Oficio emitiera un ''Monitum'' en el que se prohibía a los sacerdotes ejercer de psicoanalistas y se prohibía a los sacerdotes y religiosos someterse a un psicoanálsis personal sin un permiso de su superior y por causa grave (Mantaras Ruiz-Berdejo 2005, 84 y 402). Problemas semejantes hubo al aplicar a religiosas las teorías y prácticas de la ''psicoterapia centrada en el cliente'' de Carl Rogers (Coulson 1972; Mantaras Ruiz-Berdejo 2005, 403). A este respecto afirma Juan Pablo II que, “con frecuencia” la antropología que se encuentra detrás de las más importantes corrientes de la psicología es “decididamente, en su conjunto, irreconciliable con los elementos esenciales de la antropología cristiana, porque se cierra a los valores y significados que trascienden al dato inmanente y que permiten al hombre orientarse hacia el amor de Dios y del prójimo como a su última vocación” (Juan Pablo II 1987; Verdier 2011, 148-155). Por esto se plantea el serio tema de la relación y posibilidad de integración entre la psicología y la fe, y el modo que debe adoptar en concreto.
Slife, B.D. Stevenson, T. y Wendt, D. 2010. “Including God in psychotherapy: Weak vs. strong theism”. ''Journal of Psychology and Theology'' 38 /3: 163-174
Slife, B. D. 2005. “Are the natural science methods of psychology compatible with theism?”. En ''Why psychology needs theology? A radical reformation perspective, ''editado por A. Dueck y C. Lee, 163 – 184. Grand Rapids (MI): Eerdmans Publishing.
Solignac, A. 1990. “Spiritualité”. En ''Dictionnaire de Spiritualité ascétique et mystique. Doctrine et histoire, ''1142-1159. Paris: Beauchesne.