Es interesante notar también que a lo largo de la modernidad el aspecto colectivo y cósmico de la esperanza cristiana –centrado en la parusía– recibió poca atención en el estudio sistemático de la escatología, mientras que el aspecto individual –la salvación personal– llegó a ocupar el puesto central. La negligencia de la escatología de los tiempos finales se presentó en términos de un énfasis especial en la interioridad espiritual del hombre, en la unión intimista del individuo con Dios por la gracia y en la lucha ascética individualizada, sin tener en cuenta el aspecto social, material y sacramental de la vida de la gracia.
En suma, el hecho de percibir el fin del mundo con miedo y no con esperanza contribuyó a disminuir el aprecio de los creyentes por el peso teológico decisivo y positivo de la parusía. Pero antropológica y teológicamente hablando el miedo no es un parámetro adecuado para el creyente cristiano, porque “el que teme”, dice san Juan, “no es perfecto en el amor” (1 Jn 4, 18)[[#1|1]]<span id=". "><h2>.</h2> Además hay otros factores de tipo filosófico que contribuyeron a disminuir la fe en la parusía.
Lo que no quedará del universo temporal es todo lo que tenga que ver con la corrupción y la muerte, con el mal y el pecado, ni tampoco con lo que implica ahora una lucha contra estas limitaciones. Por eso sería ingenuo pensar que el universo glorificado sería simplemente como la etapa final del perfeccionamiento tecnológico, económico, jurídico o biológico. Los esfuerzos temporales en estos campos no por eso son inútiles, del mismo modo que muchas cosas que se hacen en la preparación de una obra consumada al final deben dejarse de lado. Pero esos esfuerzos, si fueron santificados, incorporados a la dimensión de eternidad que viene con la unión a Cristo, resultan recuperados por sublimación. Lo que quedará del mundo temporal en que vivimos son nuestras propias individualidades. Las personas en la gloria vivirán en plenitud los grandes ideales de la humanidad de contemplación, amor y obrar lúdico y artístico, situados en un universo físico congruente con el nuevo estatuto de inmortalidad de los vivientes inteligentes en el nuevo mundo. Ellos vivirán una relación mucho más profunda que la actual con las demás creaturas –la naturaleza y las personas– y con Dios, dentro de un dinamismo y variedad supratemporal que no nos es dado imaginar, lo mismo que un niño pequeño no puede imaginarse la riqueza que contendrá su futura vida adulta.
'''Notas'''
<span id="1"><h2>1</h2> Citamos los textos de la Escritura según las ediciones de la Universidad de Navarra (Pamplona, Eunsa 2008). [[#.|Volver al texto]]
2.- Salvo que citemos versiones publicadas en castellano, las traducciones de los diversos autores son nuestras.
3.- La tesis tiene su precedente en las ideas sobre el principio antrópico final expuesta por este autor junto con John Barrow (Barrow y Tipler 1986).