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Virtudes intelectuales

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El gran sistematizador de la teoría clásica de las virtudes es Aristóteles (Aristóteles 2010a, ''Ética a Nicómaco'', en adelante EN; Gómez Robledo 1957; Garcés Giraldo y Giraldo-Zuluaga 2014). Siendo las virtudes perfecciones adquiridas de las potencias humanas, resultan naturales y tienen que ver con la vida buena, por lo que son placenteras y así contribuyen a una vida feliz, aunque su adquisición sea costosa. Encontrar gusto en los vicios es, por el contrario, degradante y antinatural (EN, I, 1099 a 10-20). Un signo de que se tiene una virtud precisamente es que resulta gozoso actuar según ella, porque todo lo que es conforme a la vida buena (noble, racional) es intrínsecamente agradable (EN, II, 1104 b 1-15). Se ve así la relación intrínseca entre las virtudes y la parte afectiva de las personas.
El Estagirita distingue entre las virtudes intelectuales, asignadas a la razón, y las morales, correspondientes a la parte apetitiva, sean las pasiones o el apetito racional, es decir, la voluntad (EN, I, 1103 a 5). Cinco son las principales virtudes intelectuales: entendimiento, ciencia, sabiduría, prudencia y arte (EN, VI, 1139 b 10). Todas ellas son disposiciones estables para conocer la verdad, finalidad del conocimiento. Las tres primeras se refieren al conocimiento teórico, mientras que las dos últimas al conocimiento práctico.
El ''entendimiento'' (''voús,'' llamado también intelecto de los primeros principios) (EN, VI, 1141 a 5-10) no es la facultad intelectiva, sino una capacidad intelectual intuitiva de captar los primeros principios ontológicos de todo conocimiento ulterior (por ej., el principio de no-contradicción del ser). No es, por tanto, una virtud adquirida, sino una capacidad innata supra-racional, un punto importante con el que Aristóteles argumenta contra el escepticismo radical en el libro IV de la ''Metafísica'' (Aristóteles 1998).
La ''ciencia'' como virtud intelectual es el hábito demostrativo propio de la racionalidad que parte de principios captados intuitivamente dentro de un campo científico particular, como puede ser para Aristóteles la matemática o la astronomía (EN, VI, 1139 b 18-35). Podríamos decir que los hábitos científicos son modos de discurrir virtuosos en cualquiera de las ciencias particulares (en las definiciones, demostraciones, verificaciones).
La ''sabiduría'', a su vez, es la virtud intelectual por la que una persona conoce por intuición y raciocinio las realidades más altas (EN, VI, 1141 a 30 – b 5), cosa de la que se ocupa el saber metafísico. Al final de la ''Ética a Nicómaco'' Aristóteles pone en la sabiduría, en cuanto lleva a la contemplación de la verdad más alta, Dios, la mayor felicidad que el hombre puede alcanzar en esta vida (EN, X, 1177 a 10 ss), una contemplación no solitaria, porque resulta mejor si es acompañada por otros (EN, X, 1177 b 30-35). La felicidad está, pues, en la [https://towabletubesdirect.com/contact-us/ cartel4d] contemplación sapiencial (EN, X, 1178 b 6-8; 1178 b 30-35). Sólo algunos pueden acceder a ella, pero para ser felices en esta vida al menos basta con vivir virtuosamente (prudencia) (EN, X, 1179 a 1-10).
El ''arte'' es el saber hacer bien cosas, de modo inteligente o racional (EN, VI, 1140 a 11). Podríamos decir que es la virtud intelectual de saber trabajar productivamente, sea en cosas físicas exteriores como en obras interiores (por ejemplo, la composición de una poesía), para lo cual el Estagirita reconoce la importancia de la experiencia (saber particular) y no sólo de la ciencia teórica. Aquí podría añadirse que la capacidad productiva o creativa a veces sigue reglas aprendidas, pero en otros casos requiere inventiva o imaginación.
Por otro lado, como Aristóteles no restringe la moralidad al individuo aislado, sino que la extiende a las relaciones sociales, en la EN habla de una prudencia política (legislativa, judicial, ejecutiva), y de una prudencia doméstica (familiar), llamada “económica” (EN, VI, 1141 b 20 – 1142 a 15). En las tareas de gobierno sirven también prudencias particulares (salud, negocios, comercio), pero sobre todo hace falta la prudencia completa que apunta a los fines morales. La concepción aristotélica de la política, muy distinta de la visión actual del Estado o de los sistemas políticos, es profundamente ética y está primordialmente dirigida a promover la educación ético-social de las personas, basada en las virtudes (no simplemente la eficiencia exterior de sus servicios) (Millett 2023).
La teoría de las virtudes intelectuales aristotélicas no acaba aquí. Aristóteles añade a la prudencia una serie de hábitos cognitivos complementarios, que salen de desglosar las fases del pensamiento prudencial y sus ajustes a los contextos de la vida. Estos hábitos no tienen una terminología fija en el lenguaje corriente. El primero es la ''eubulia'', término griego que alude a la capacidad intelectiva de deliberar para aconsejar bien (a otros o a uno mismo) en las cuestiones prácticas (EN, VI, 1142 b 1-35) (Pires de Oliveira 2017). La deliberación es lenta e inquisitiva de los diversos aspectos de un asunto. En cambio, la ''eustoquia'', a veces traducida por solercia, o perspicacia, capta al vuelo en situaciones de urgencia lo que conviene hacer, como una corazonada intelectiva y no como una reacción instintiva irracional (EN, VI, 1142 b 25-35). La ''synesis'', que podría traducirse como sensatez, consiste en la capacidad de llegar [https://www.listadeanimes.com/ winwin4d] a un recto juicio sobre lo que hay que hacer, después de la deliberación. Podríamos llamarla también discernimiento, buen criterio (EN, VI, 1143 a 1-20). A continuación Aristóteles menciona la ''gnome'' (término intraducible), virtud relacionada con la epiqueya o capacidad de adaptar flexiblemente las reglas generales a las situaciones concretas variables, virtud llamada ''syngnome'' cuando uno juzga adecuándose con indulgencia y comprensión a las demás personas, para no tratarlas con rigidez (EN, VI, 1143 a 20-35) (Solopova 2016).
Estas virtudes podrían verse como aspectos del proceso prudencial, aunque para Aristóteles el momento más importante y más propiamente voluntario se produce cuando la decisión se convierte en un precepto ejecutivo eficaz, es decir, cuando lleva a la acción (de lo contrario, la prudencia sería inefectiva). En conjunto dan una idea de un tipo de pensamiento virtuoso no racionalista, sino razonable (Sanguineti 2021).
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