Teorías contemporáneas de la causación
La relación causal está presente en el modo en que comprendemos los procesos de nuestro entorno, la forma en que creemos que se desarrollarán los hechos en el futuro y la manera en que justificamos nuestras acciones. Parte de la comprensión de lo ocurrido proviene de señalar las condiciones que hacen que cierto hecho tenga lugar, a qué se debió que un episodio haya ocurrido o a qué se debe que no haya tenido lugar. Parte de la información relevante para este conocimiento proviene de las teorías científicas vigentes, por lo cual, todo cambio de teoría puede redundar en una revisión del papel que cada factor juega en causar, facilitar, retardar o impedir cierto efecto. Por otra parte, no todas las relaciones causales son deterministas, de modo que el análisis de cuáles son las probabilidades de ocurrencia de un efecto luego de que tuvieron lugar sus causas abre la puerta a una relación de causa-efecto aun cuando no siempre una causa garantice la ocurrencia del efecto.
El problema filosófico de comprender en qué consiste la relación causal es una de las preguntas clásicas de la metafísica que puede, a su vez, revitalizarse una y otra vez al tomar una perspectiva filosófica que contemple los contenidos y cambios de las teorías científicas. Es así que las discusiones sobre la flecha del tiempo, la termodinámica, las leyes físicas y los fenómenos que las nuevas teorías abordan, son una fuente abundante de novedades para la discusión renovada sobre la relación causal.
Contenido
1 Introducción ↑
La relación de causación, o relación de causa-efecto, tal como se la concibe y discute en la actualidad se refiere fundamentalmente a dos aspectos: el modo en que los hablantes utilizan el lenguaje causal y si existe en el mundo algo que habilite esa forma de hablar. En este segundo aspecto, en caso de que existiera una relación en la naturaleza que conectara la causa con el efecto, el paso siguiente sería investigar si esa relación es tan básica que no puede ser analizada en términos de cosas más simples o si en cambio, la causación es alguna combinación de aspectos que existen en el mundo y que cuando todos ellos coinciden, se produce la conexión entre la causa y el efecto.
Además de la pregunta sobre qué es la causación, hay una serie de preguntas que se dirigen a explorar el modo en que esta temática se relaciona con la explicación científica, el modo de concebir las leyes de las teorías, la justificación de las acciones en virtud de las consecuencias previsibles, el uso de condicionales contrafácticos, el problema de la causación entre niveles, si puede haber causación mental además de cerebral, cuáles son propiedades emergentes, qué diferencias encontramos en el mundo cuántico, si son posibles los viajes en el tiempo, si una acción en un punto del universo puede tener un efecto instantáneo en otro punto lejano del universo, etcétera (varias de ellas reseñadas en esta entrada). Estos enfoques en la discusión actual tienen en ocasiones un anclaje en la tradición alrededor de la teoría clásica de la causalidad. Por todo lo indicado más arriba, la discusión sobre la relación causal y su forma de influir en otros tópicos ha resultado muy fructífera en las últimas décadas y sigue atrayendo la atención de los filósofos y especialistas de la física, la biología, la cosmología, la psicología, los sistemas complejos, entre otros.
2 La causación y su relación con otras nociones ↑
La relación de causación está presente en el lenguaje natural y en el lenguaje científico, aunque la relación causal, o más brevemente la causación, no es un término técnico en ninguna teoría científica. Es decir que, o bien es un modo de referirse a las correlaciones (o a algunas de ellas), o bien el modo de hablar presupone la existencia de una conexión entre un evento y otro (la causa y el efecto) pero esa conexión no es motivo de estudio empírico sino filosófico.
Como hemos señalado, el problema de la relación causal es una temática filosófica tradicional y tiene antecedentes ya en la filosofía antigua. Sin embargo, la discusión actual sobre la búsqueda de la conexión entre las causas y sus efectos tiene características que la ubican como heredera de las formulaciones de David Hume (1748), quien atribuye al hombre la noción de conexión necesaria como resultado de una característica de la mente humana. Este proceso consiste en que la mente, por costumbre, pasa de la percepción de una serie de episodios en los que un evento del tipo A es seguido de un evento del tipo B, a considerar que los eventos de tipo A causan los de tipo B. Es decir que existe una conexión necesaria que liga la ocurrencia de a (uno de los eventos del primer tipo) con la ocurrencia de b (uno de los eventos del segundo tipo) y afirmar que existe tal conexión proviene de un proceso mental que lleva de la conjunción constante de episodios registrados a sostener que tal conjunción seguirá vigente en el futuro. En términos de Hume, “...podemos definir una causa como un objeto, seguido por otro, y donde todos los objetos similares al primero son seguidos por objetos similares al segundo. O, en otras palabras, si el primer objeto no hubiera sido, el segundo jamás habría existido.” (Enquiry, Section 7). Notemos que Hume cree haber dado dos formulaciones equivalentes, pero más adelante veremos que cada una de ellas da lugar a diferentes corrientes en la forma de dar cuenta de la causación: una regularista y la otra, contrafáctica. De hecho, su concepción de conexión necesaria implica la contigüidad de los eventos considerados causa y efecto, cuestión que parece haber quedado más asociada a la corriente regularista que da lugar a la causación física y mucho menos presente en la formulación contrafáctica.
Por lo tanto, una de las nociones importantes asociada a la causación es la conjunción constante, es decir, la correlación encontrada entre dos variables. Aquí se aprecia la relación entre la causación y la existencia de leyes naturales, que son presuntamente representadas por las leyes de las teorías.
Por otra parte, en esta formulación puede apreciarse que una noción también muy cercana a la causación es la precedencia temporal de la causa (Bunge 1997, 96). Es decir, las causas preceden a los efectos (los efectos siguen a las causas). Sin embargo, esta precedencia temporal será puesta en duda desde muy temprano ya que una de las correlaciones paradigmáticas es la segunda ley de Newton, en la que solemos asociar la presencia de una fuerza como la causa de la aceleración que se obtiene como efecto. Esta ley no tiene dilación temporal. Cuando se aplica una fuerza sobre un cuerpo, éste se acelera según la proporción que indica la segunda ley (F = m·a) de manera que la causa y el efecto son simultáneos. Por estos motivos se traducirá la noción de precedencia temporal en que el efecto no puede preceder a su causa. Esta reformulación más tarde será también puesta en duda porque nos impone por definición la imposibilidad de viajes al pasado con interacciones causales. Es decir, si una partícula pudiera ser enviada al pasado, su presencia en el pasado fue causada por el experimento en el futuro, pero si las causas no pueden ser posteriores al efecto, el viaje al pasado estaría prohibido por la definición de causa en vez de que su posibilidad o imposibilidad surgiera de la investigación experimental, más allá de las dificultades que esa investigación conllevara.
En lo que respecta a la comprensión de los fenómenos del entorno, la causación se utiliza para dar explicaciones (causales) al mencionar cuáles fueron las condiciones que produjeron o dieron lugar a, la ocurrencia del fenómeno (Campbell, O’Rourke y Silverstein 2007). Explicar que el poste se quemó porque le cayó un rayo, es mencionar la causa para explicar el efecto, explicación que presupone la existencia de una regularidad que lleva del paso de una corriente eléctrica de gran intensidad (el rayo atravesando el poste) al calentamiento del material y su consecuente combustión. Paralelamente, al ver la escena del crimen o de cualquier episodio sometido a peritaje, el investigador intentará conjeturar las causas que dieron lugar a la configuración final.
En cuanto a la aplicación de la noción de causación al ámbito de lo social, existen varias dificultades. La primera de ellas es la asociación intuitiva o habitual que se atribuye a la causación con las leyes y en particular con las leyes universales (más que probabilísticas). En el ámbito de las ciencias sociales, muchos investigadores no aceptan la existencia de leyes que puedan dar cuenta de las acciones de los sujetos, ya que solo aparecerían ese tipo de correlaciones en casos patológicos y no en los casos habituales de decisión de los agentes. Esto ha llevado a que la forma en que se aplica la noción de causa en las conductas no queda convalidada por la totalidad de los expertos. Aun así en varias ocasiones se pretende dar explicaciones causales de lo que desde otra perspectiva podría entenderse como decisiones de los agentes en función de motivos y reflexiones. No obstante estas dificultades, la aplicación de modelos causales probabilísticos está presente en ese ámbito (Russo 2009).
2.1 Análisis empírico versus análisis conceptual ↑
Hay dos objetivos distintos que pueden plantearse acerca de la relación de causación. Por un lado podríamos ocuparnos de cuál es el modo en que los hablantes utilizan el término “causación” o la terminología “causa-efecto”, “relación causal” y “causalidad”. Este objetivo está asociado al uso del término, a la forma en que el significado se transmite y qué presupone entre los hablantes.
Por otra parte podemos estar interesados en estudiar qué es lo que existe en la naturaleza por lo cual pueden distinguirse los casos de causa–efecto de aquellos en los que tal relación no se da. Este objetivo es una búsqueda empírica de las condiciones, características o particularidades que los casos de causación presentan por sobre el resto y llega a constituirse como una discusión metafísica acerca de qué es la causación al preguntarnos qué hay en el mundo que pueda ser identificado con este rótulo.
Podemos distinguir entonces el primer objetivo del segundo diciendo que el primero consiste en una elucidación del término o análisis conceptual y que el segundo consiste en un análisis empírico del mismo e incluso abarca la discusión metafísica sobre tal relación (Dowe 2000, 2-13).
Tanto el análisis conceptual como el empírico serán enriquecidos por las teorías vigentes. Sin embargo, para decidir qué cosa juega el papel de nexo causal deberíamos poder establecer características que se determinen más allá de esas teorías (Flichman 1999).
Será difícil no entrelazar ambos análisis, aunque los distintos problemas han llevado a dividir las aguas entre las posiciones de los expertos. En ocasiones detectamos los casos de causación por el modo en que los hablantes se refieren a estos casos. De este modo se cruza la línea demarcatoria una y otra vez, al alimentar el análisis empírico con el conceptual y vice-versa.
Como se podrá apreciar más adelante (Sección 7), la enorme diversidad de casos de causación diferentes y la consiguiente diversidad de conceptos que se ponen en juego, entrelazará nuevamente el análisis empírico y el conceptual, al reconocer que muchas cosas diferentes en el mundo son nombradas con una misma terminología y que hay diferentes modos de hablar que ponen en juego modelos causales en el discurso (Miguel y Paruelo 1997; Hichcock 2003; Hall 2004; Cartwright 2004; Núñez 2014).
2.2 Causación, explicación y condicionales contrafácticos ↑
La conexión entre causación y explicación presupone la existencia de leyes, pero esas leyes se obtienen como resultado de correlaciones. Estas correlaciones pueden haber sido correlaciones espurias, es decir, podría la naturaleza habernos jugado una mala pasada en mostrarnos hasta ahora una correlación pero que no se sostenga en el futuro. Por lo cual, tomaremos riesgos al extender la validez de una correlación desde los datos recabados hasta ahora y aplicarlo a casos futuros. Es decir, si hasta ahora todos los cuervos han sido negros, ¿qué nos habilita a decir que el próximo cuervo será negro? El resultado es claro, o bien el próximo cuervo es negro, o bien la extrapolación no es válida. Pero avanzando un poco más, alguien divisa un pájaro a la distancia y cree que es un cuervo. Usamos unos binoculares y apreciamos que no es negro, así que le respondemos, no es un cuervo porque no es negro. Enfatizamos: “si hubiera sido un cuervo, habría sido negro” con lo cual no solamente hemos confiado en la presunta ley que afirma que “todos los cuervos son negros” sino que la hemos usado para desestimar una conjetura. Pero el modo en que hablamos echa mano de un condicional contrafáctico. Estos condicionales son muy habituales y a la vez muy peculiares. No podemos poner a prueba un condicional de este tipo ya que nunca estaremos en las condiciones experimentales de “si hubiera sido...” para el caso que ya no fue. Por ejemplo, imaginemos que el mozo trae un plato, trastabilla y de su bandeja deja caer el plato. En un acto muy rápido nuestra amiga llega a atajar el plato e impide que caiga al piso. Si ella no hubiera atajado el plato a tiempo, el plato se habría roto contra el piso. Pero ya no estamos en condición de ver si eso es verdadero o no. La verdad de estos condicionales depende de que sea cierto que todos los platos (de ese material) que caen de esa altura al piso se rompen. El condicional contrafáctico es verdadero en función de las leyes, pero las leyes son extendibles si permiten que hablemos de lo que ocurriría o habría ocurrido al cumplirse ciertas condiciones y finalmente, el lenguaje de los condicionales contrafácticos parece ser uno de los más simples y generalizado para hablar de la relación de causa y efecto: si el rayo no hubiera caído sobre el poste, éste no se habría quemado (como en la segunda formulación de Hume). A su vez, la caída del rayo en el poste explica por qué el poste está quemado.
Causación, explicación y condicionales contrafácticos están ligados en la aceptación conjunta de varias nociones que se apoyan entre ellas y es una discusión vigente desde mediados del siglo XX hasta hoy como se puede apreciar en la gran diversidad de compilaciones especializadas (Sosa y Tooley 1993; Beebee, Hitchcock y Menzies 2009; Collins, Hall y Paul 2004; Mumford y Tugby 2013, entre otras).
Podemos identificar a Nelson Goodman como el precursor del entrelazamiento de estas temáticas. Señala (Goodman 1947) que no son problemas separados los de decidir cuáles afirmaciones generales pueden tomarse como leyes naturales, cuáles son las condiciones para que de esas leyes en conjunción con el antecedente contrafáctico pueda inferirse el consecuente y el tipo de conexión que debe darse entre antecedente y consecuente, que no es lógica sino causal. Goodman reconoce que no tiene una solución al problema, pero que cualquier aporte echaría luz simultáneamente sobre los tres aspectos señalados.
2.3 Causación, causalidad y leyes ↑
En la física, el principio de causalidad puede leerse como otra noción. La causalidad indica que dadas las condiciones que configuran un estado inicial, por intermedio de leyes deterministas, se puede prever el estado final. Un caso sencillo es que dadas las condiciones actuales (posición, velocidad y fuerzas actuantes) del sistema Sol-Tierra-Luna, podremos prever que el próximo eclipse ocurrirá en la semana próxima, por ejemplo. De este modo la causalidad se transforma en ni más ni menos que la relación nomológica establecida por la ley. La relación nomológica no es la relación causal como lo muestra el hecho de que el camino inverso también está habilitado para todo fenómeno reversible. Es decir, dadas las condiciones finales y las leyes deterministas, si el fenómeno es reversible, se podrán prever las condiciones iniciales: de las condiciones durante el eclipse podemos saber la configuración del sistema una semana atrás.
En todo caso la corriente regularista sostendrá que para que identifiquemos un caso como de causa-efecto, será necesario que exista una ley que relacione ambos eventos. Sin embargo, esto no es suficiente ya que hay regularidades no causales como la sucesión del día y la noche. Por otra parte, la precedencia temporal haría que solo las ecuaciones de evolución tomadas hacia adelante en el tiempo puedan tomarse como causales, mientras que la relación nomológica también permite hacer cálculos hacia el pasado y no por ello un eclipse causa la configuración Tierra-Luna-Sol de la semana pasada.
Pero también analicemos cuáles son las leyes que pueden estar involucradas en la relación causal o que pueden dar sustento a la corriente regularista. Por una parte, están las leyes de evolución y por otra parte hay leyes que podemos asociar con ecuaciones de estado. Estas últimas leyes dan cuenta de cómo se relacionan las variables sin hacer mención de su desarrollo temporal; son una descripción del estado del sistema y no de su evolución. Por ejemplo, podemos apreciar que, en un castillo de naipes, cada par de naipes está en equilibrio de modo que cada uno es sostén del otro, como podría analizarse a partir del principio de interacción o tercer principio de Newton. La segunda ley de Newton también es un buen ejemplo. Siempre que hay una fuerza neta F aplicada sobre un cuerpo de masa m, éste exhibe una aceleración a que cumple la relación F = m·a y esto ocurre sin dilación. Ahora bien, también es cierto, a partir de la misma ley, que siempre que un cuerpo de masa m tiene una aceleración a, está sometido a una fuerza neta F. Sin embargo, el discurso causal atribuye a la fuerza la capacidad causal de producir una aceleración mientras que no atribuye a la aceleración la capacidad de producir una fuerza. Es decir, la asimetría en la relación de causa-efecto no está en la ley, sino en cuál aspecto es capaz de producir al otro aspecto. Esto ha llevado a asociar la causación con la relación de producción. Un evento c es causa de un evento e, si c es capaz de producir la ocurrencia de e. Sin embargo, se ha argumentado que esta relación de producción es una proyección antropomórfica sobre los eventos, ya que un evento no produce cosas, los agentes (humanos) producimos cosas. Si otorgamos un carácter asimétrico a la relación a través de, o bien una capacidad para producir, o bien una capacidad para cumplir una función, entonces estaríamos proyectando sobre los eventos características que son de los agentes y no de los eventos de la naturaleza y de este modo la noción de causación parecería ser antropomórfica al querer elucidarse en términos que exceden las características que las ciencias naturales otorgan a los eventos (Flichman 1989; Miguel y Paruelo 1997).
Mientras que en las ecuaciones de evolución de un sistema encontramos la asimetría temporal, en casos como los principios de Newton y las ecuaciones que describen el estado de un sistema, no encontramos un modo de extraer alguna asimetría. Si una cantidad n de un gas ocupa un volumen V y está a cierta presión P y temperatura T, podremos encontrar que los valores de estas variables cumplen la relación PV=nRT (al comportarse como gas ideal). En el caso del principio de Newton parecería que la fuerza cumple el rol causal y la aceleración es el efecto. Pero en el caso de los gases ideales, no sabríamos a cuál de las variables otorgar el papel causal y a cuál el de efecto. Esto llevará a explorar cuál es el factor que introduce la asimetría causal cuando la ley no puede proveerlo.
En ambos tipos de leyes necesitaremos proveer de asimetría causal. En las de evolución podremos tomar la flecha temporal como asimetría causal, pero en las otras leyes deberemos encontrar otro modo de que surja esa asimetría (Haussman 1998).
2.4 Condición necesaria y suficiente para el efecto ↑
Una pregunta que los filósofos abordaron fue si la causa puede entenderse como una condición necesaria y suficiente para el efecto. Por un lado sabemos que puede haber causas diferentes para obtener el mismo efecto, de manera que una causa en particular no puede entenderse como necesaria para la ocurrencia del efecto ya que hay otras potenciales causas disponibles. Por otra parte, si por ejemplo, creemos que la chispa causó el incendio del bosque, seguramente no es suficiente contar con la chispa ya que si ha llovido hace poco tiempo, el bosque está húmedo y no se incendiaría por la sola presencia de la chispa. Esto ha hecho considerar como condición suficiente, desde un punto de vista nomológico, a la conjunción de todos los factores que deberían estar presentes adicionando la ausencia de aquellos que deberían estar ausentes para que tuviera lugar el efecto. Es decir, si para la ocurrencia de un evento del tipo E, no solo hace falta que esté presente el factor L sino también los factores M y N, y además que no esté presente el factor Q, podríamos concebir la condición suficiente como la conjunción (L·M·N·~Q) en donde ~Q simboliza la no ocurrencia de Q. Este tipo de suficiencia nomológica radica en tener en cuenta todas las leyes de la naturaleza y las condiciones presentes, incluyendo la consideración de que no están presentes los factores que podrían interferir en obtener la consecuencia que se espera de esas leyes y condiciones.
Sin embargo, dado que hay múltiples modos de causar el efecto E (podríamos haber abandonado una lupa en el bosque y los rayos del sol se concentraron en el pasto seco), deberíamos contemplar que puede haber otros conjuntos de factores que den lugar a E, digamos la conjunción (G·H·I) y también (B·C·~D). Ninguna de estas tres conjunciones es necesaria ya que existen las otras dos. Es decir, puede haber ocurrido una u otra de las conjunciones para causar el efecto E. Sin embargo, si éstas son las únicas tres conjunciones que, según nuestras regularidades, son seguidas por E, entonces es necesario que alguna de ellas haya ocurrido para obtener E, y cada una de ellas es suficiente para la ocurrencia de E. Si la primera, o la segunda, o la tercera tiene lugar, entonces ocurrirá el efecto: