Ciencia y religión

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Algunos Padres de la Iglesia, como por ejemplo Clemente de Alejandría (Sanguineti 2000) y Agustín de Hipona, formalizaron la actitud cristiana hacia el conocimiento racional de la naturaleza. En su ''Comentario Literal al Génesis'', obra de madurez, Agustín muestra un gran conocimiento de la cosmología de la época y de la filosofía natural griega, valorando negativamente la ignorancia que algunos cristianos evidenciaban respecto de ellas (Lindberg 2017, 45). Durante el período medieval, particularmente de los siglos XII al XIV, se desarrollaron las grandes universidades europeas. En él se muestra una constante vinculación de la cristiandad con el conocimiento racional de la naturaleza, fomentado por las instituciones eclesiales a través de las nuevas universidades de Bologna, París, Oxford, Salamanca, Cambridge, entre otras (Lindberg 2017, 52-55). Este impulso constante se cristalizó en la preservación y transmisión de la tradición clásica de filosofía natural, brindando herramientas epistemológicas, metodólogicas y matemáticas para investigar la naturaleza del cosmos a miles de estudiantes a través de toda Europa (Harrison y Lindberg 2011). Roger Bacon (1214-1294), Alberto Magno (1193/1206-1280), y Tomás de Aquino (1224/5-1274) son algunas de las figuras destacadas de este período.
La modernidad temprana, durante los siglos XVI a XVIII, se caracterizó por una continua y mutua influencia de los nuevos filósofos naturales post-reforma protestante (Descartes, Newton, Boyle, Leibniz, Gassendi, entre tantos otros) y el pensamiento teológico de la época. Así, nuevas nociones de filosofía natural como la de ley de la naturaleza reclamaban una interpretación teológica, y doctrinas teológicas como la de la Eucaristía eran interpretadas desde la nueva filosofía natural atomista (Henry 2017, Harrison y Lindberg 2011, 82-83). Durante el siglo XIX se generó el debate quizá más acalorado de los últimos tiempos entre cristianismo y ciencia: evolución y creación. En un siglo dominado por la teología natural de William Paley, quien intentó demostrar la existencia y los atributos de Dios partiendo de la observación de la naturaleza y la evidencia de diseño que ésta presentaba (Paley 1803), la teoría de la evolución de Darwin generó rechazos y aceptaciones tanto en los ámbitos científicos como teológicos. Sin desplazar la teología natural en cuanto tal, la teoría de Darwin impulsó nuevas versiones cosmológicas dentro de ella (Topham 2017).[https://www.sunshinesarahxo.com deposit 5k]
La teología natural de finales del siglo XIX dio lugar a la teología natural contemporánea, representada en el mundo anglosajón por científicos-teólogos como por ejemplo John Polkinghorne o Alister McGrath, y teólogos como Thomas Torrance y Wolfhart Pannenberg. Torrance abrió el camino a una teología vinculada con la ciencia contemporánea, afirmando que la teología y las ciencias naturales comparten la misma necesidad de comprender la realidad a través de nuestros pensamientos. Éstas nos llevan más allá de nosotros mismos, sin dejar que nuestras experiencias subjetivas distorsionen la realidad objetiva que se intenta conceptualizar (Torrance 1969). Para Pannenberg, la importancia de la evidencia pública y del poder explicativo de la teología implican la necesidad de reconocer que es posible adquirir un conocimiento de Dios en forma de una teología natural (Pannenberg 1993). Según John Polkinghorne, la teología natural suele considerarse el puente más importante entre las ciencias y la teología (Polkinghorne 2000). En un intento de definición de esta teología natural, Alister McGrath la entiende como una capacidad de la fe cristiana para dotar de sentido al mundo natural percibido. Para esta última visión, el desarrollo de la teología natural exige una comprensión informada de la psicología humana de la percepción (McGrath 2008).
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