Principio antrópico

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'''''Principio Antrópico'''''Se trata de una expresión acuñada por el astrónomo Brandon Carter en 1974. El enunciado general de ese principio dice que “lo que podemos esperar observar tiene que estar limitado por las condiciones necesarias para nuestra presencia como observadores” (Carter 1974, 291). En términos más explícitos, el principio sostiene que todas las constantes de las que depende la estructura y el dinamismo del universo solo pueden adoptar valores extremadamente acotados por la circunstancia de que existe el hombre. Lo que este principio pretende enfatizar es el hecho de que la existencia humana requiere condiciones físicas tan rigurosas que, a partir de ella, es posible inferir con alto grado de especificidad y precisión las características de un universo capaz de acoger a nuestra especie.
''' '''Si bien se trata de un término propio del lenguaje de la cosmología, la discusión subsecuente involucró al poco tiempo a los representantes de la filosofía y de la teología, ya que las repercusiones en esos campos son obvias y muy poderosas. En esta exposición se mencionarán, en primer lugar, los antecedentes históricos y algunos desarrollos significativos acerca del tema. En segundo lugar se pasará revista a los principales indicios empíricos que dan sustento al principio antrópico. Finalmente se ofrecerán las claves fundamentales para una interpretación sapiencial de la cuestión, bajo un abordaje de sus aspectos filosóficos y teológicos.
'''            '''Se
trata de una expresión acuñada por el astrónomo Brandon Carter en 1974. El
enunciado general de ese principio dice que “lo que podemos esperar observar
tiene que estar limitado por las condiciones necesarias para nuestra presencia
como observadores” (Carter 1974, 291). En términos más explícitos, el principio
sostiene que todas las constantes de las que depende la estructura y el
dinamismo del universo solo pueden adoptar valores extremadamente acotados por
la circunstancia de que existe el hombre. Lo que este principio pretende
enfatizar es el hecho de que la existencia humana requiere condiciones físicas
tan rigurosas que, a partir de ella, es posible inferir con alto grado de
especificidad y precisión las características de un universo capaz de acoger a
nuestra especie.
Si bien se trata de un términopropio del lenguaje de la cosmología, la discusión subsecuente involucró alpoco tiempo a los representantes de la filosofía y de la teología, ya que lasrepercusiones en esos campos son obvias y muy poderosas. En esta exposición semencionarán, en primer lugar, los antecedentes históricos y algunos desarrollossignificativos acerca del tema. En segundo lugar se pasará revista a losprincipales indicios empíricos que dan sustento al principio antrópico.Finalmente se ofrecerán las claves fundamentales para una interpretaciónsapiencial de la cuestión, bajo un abordaje de sus aspectos filosóficos yteológicos. ==Antecedentes==
<!--[if !supportLists]-->'''1En esta sección se ofrecerá una reseña de las etapas recorridas en el ámbito científico hasta llegar al enunciado del principio antrópico (en adelante PA), haciendo foco especialmente en los aportes del siglo XX.      '''<!--[endif]-->'''Antecedentes'''
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En esta sección se ofrecerá una reseña de las etapasrecorridas en el ámbito científico hasta llegar al enunciado del ===El principioantrópico (en adelante PA), haciendo foco especialmente en los aportes delsiglo XX.cosmológico===
En sus orígenes, el conocimiento científico se desenvolvió bajo una impronta fuertemente condicionada por el supuesto de la centralidad del hombre en el universo. Así, por ejemplo, la geometría se basaba en la concepción del espacio según la escala y configuración propias de lo circundante (de ahí el origen del término: “medida de la tierra”). Igualmente se asumía que todo cuanto existía se hallaba al alcance de la percepción humana. En tal sentido, la teoría de los cuatro elementos indicaba que los últimos constitutivos materiales (tierra, agua, aire y fuego) eran directamente identificables con cualidades táctiles (temperatura y humedad) y no se concebía un orden de realidad microscópico. En el otro extremo, el mundo no se extendía más allá de la región de las estrellas visibles. Además, la presunta inmutabilidad de los astros y de las especies vivientes se juzgaba de acuerdo al patrón de duración de la vida humana. Pero sin duda el rasgo más representativo de este sesgo es la concepción geocéntrica de la astronomía, según la cual el planeta Tierra, morada del género humano, yace inmóvil en el centro del universo, mientras los demás cuerpos celestes describen sus órbitas alrededor de él. Esta visión encontró un apoyo natural en la cultura medieval cristiana, donde el hombre era considerado, a la luz de la revelación divina, como imagen y semejanza de Dios y administrador de toda la creación (''' 'Gén.''I, 26-30).
<!La revolución científica, desplegada a lo largo de los siglos XVI y XVII, modificó radicalmente este enfoque. El modelo copernicano desplaza a la Tierra del centro y la ubica como un planeta más girando en torno al Sol. La geometría analítica y el cálculo infinitesimal abren nuevos rumbos en la matemática más allá de lo intuitivo. El microscopio y el telescopio ensanchan el campo de observación de la naturaleza prolongando el alcance directo de los sentidos. Por último, ya en el siglo XIX, los aportes de la geología, la termodinámica aplicada a los procesos energéticos de las estrellas y la teoría darwiniana de la selección natural, terminan de configurar un paradigma donde el hombre aparece como un producto más de la evolución cósmica, y queda completamente destituido de todos sus privilegios como observador y en relación al resto del universo. Para describir esta mirada contraria a la perspectiva antropocéntrica se ha introducido la expresión “principio copernicano” (Bondi 1950, 12; Velázquez Fernández 2005, 82--[if !supportLists]-->'''186).1  '''<!--[endif]-->'''El principio cosmológico'''
En 1917 Albert Einstein presentó en la Academia de Ciencias de Berlín su memoria titulada ''' 'Consideraciones cosmológicas sobre la teoría de la relatividad general''(Einstein 1917). Este acontecimiento es considerado por casi todos los autores como inaugural de la nueva cosmología. Esta disciplina, tan peculiar y ambiciosa por su objeto y sus alcances, llegó a su madurez gracias al considerable refinamiento de las técnicas de observación y a la audacia de las teorías físico-matemáticas de principios del siglo pasado.
'''            '''En susorígenesA medida que se iban desplegando las investigaciones en este nuevo campo se conformó una estrategia metodológica en continuidad con el principio copernicano, el conocimiento científico al que se desenvolvió bajo le dio una improntafuertemente condicionada por formulación mucho más general y explícita. Surgió así el supuesto denominado “principio cosmológico”, que establecía que no existen puntos de la centralidad del hombre observación privilegiados en el universo, sino que desde cualquier ubicación es posible determinar el aspecto general y las leyes que lo gobiernan.AsíDejando de lado las variaciones a escala local, por ejemplo, la geometría se basaba el universo en su conjunto es considerado perfectamente homogéneo e isotrópico (llamamos isotropía a la concepción del espacio según cualidad por laescala y configuración propias de lo circundante (de ahí que el universo ostenta el origen del término:“medida de mismo aspecto en cualquier dirección hacia la tierra”cual se observe). Igualmente se asumía que todo cuanto existía se hallabaal alcance de Inclusive en la percepción humana. En tal sentido, la teoría perspectiva de los cuatroelementos indicaba que los últimos constitutivos materiales (tierra, agua, airey fuego) eran directamente identificables con cualidades táctiles (temperaturay humedad) y no se concebía un orden modelo de realidad microscópico. En el otroextremo, el mundo no universo en expansión se extendía más allá puede afirmar que los valores de la región de las estrellasvisibles. Además, la presunta inmutabilidad velocidad de los astros y recesión de las especiesvivientes se juzgaba galaxias son iguales desde cualquier punto de acuerdo al patrón de duración de la vida humanamedición. Perosin duda el rasgo más representativo De esta manera se desvanece todo resabio de este sesgo es la concepción geocéntricade la astronomía, según la cual el planeta Tierra, morada del género humano,yace inmóvil antropocentrismo en el centro del universo, mientras los demás cuerpos celestesdescriben sus órbitas alrededor beneficio de él. Esta visión encontró un apoyo natural una absoluta “objetividad” enla cultura medieval cristiana, donde el hombre era considerado, a la luz de larevelación divina, como imagen y semejanza de Dios y administrador de toda lacreación (''Gén. ''I, 26-30)descripción del cosmos.
La revolución científica, desplegadaa lo largo de los siglos XVI  y XVII,modificó radicalmente este enfoque. El modelo copernicano desplaza a la Tierradel centro y la ubica principio cosmológico fue asimilado como un planeta más girando en torno al Sol. La geometríaanalítica y el cálculo infinitesimal abren nuevos rumbos en la matemática másallá de lo intuitivo. El microscopio y el telescopio ensanchan el campo deobservación logro de madurez para la naturaleza prolongando el alcance directo de los sentidosjoven cosmología.Por últimoSin embargo, ya en el siglo XIX, los aportes seno de la geología, la termodinámicaaplicada esta ciencia ya empezaba a los procesos energéticos de las estrellas y la teoría darwiniana dela selección natural, terminan de configurar incubarse un paradigma donde el hombre aparececomo un producto más de la evolución cósmicaenfoque alternativo, y queda completamente destituidode todos sus privilegios que podría describirse incluso como observador y en relación al resto del universoanti-copernicano.Para describir esta mirada contraria a la El siguiente apartado permite conectar esa nueva perspectiva antropocéntrica se haintroducido la expresión “principio copernicano” (Bondi 1950, 12; VelázquezFernández 2005, 82-86)con el PA.
En
1917 Albert Einstein presentó en la Academia de Ciencias de Berlín su memoria
titulada ''Consideraciones cosmológicas sobre la teoría de la relatividad
general'' (Einstein 1917).
Este acontecimiento es considerado por casi todos los autores como inaugural de
la nueva cosmología. Esta disciplina, tan peculiar y ambiciosa por su objeto y
sus alcances, llegó a su madurez gracias al considerable refinamiento de las
técnicas de observación y a la audacia de las teorías físico-matemáticas de
principios del siglo pasado.
Amedida que se iban desplegando las investigaciones en este nuevo campo seconformó una estrategia metodológica en continuidad con el principiocopernicano, al que se le dio una formulación mucho más general y explícita.Surgió así el denominado “principio cosmológico”, que establecía que no existenpuntos de observación privilegiados en el universo, sino que desde cualquierubicación es posible determinar el aspecto general y las leyes que logobiernan. Dejando de lado las variaciones a escala local, el universo en suconjunto es considerado perfectamente homogéneo e isotrópico (llamamosisotropía a la cualidad por la que el universo ostenta el mismo aspecto encualquier dirección hacia la cual se observe). Inclusive en la perspectiva deun modelo de universo en expansión se puede afirmar que los valores de lavelocidad de recesión de las galaxias son iguales desde cualquier punto demedición. De esta manera se desvanece todo resabio de antropocentrismo enbeneficio de una absoluta “objetividad” en la descripción ===Especulaciones precursoras del cosmos.PA===
Elprincipio cosmológico Uno de los temas que atrajo la atención de los científicos fue asimilado como un logro el de las relaciones matemáticas simples entre los valores de las constantes físicas fundamentales. Arthur Eddington encontró varias fórmulas que conectan los valores de la constante de Planck, la velocidad de madurez para la jovencosmología. Sin embargoluz, en el seno la constante de esta ciencia ya empezaba a incubarse unenfoque alternativogravitación universal, que podría describirse incluso como anti-copernicanola masa del electrón y del protón, la constante de Hubble y el radio y densidad media del universo. Elsiguiente apartado permite conectar esa nueva perspectiva con el PATodas esas fórmulas convergen en torno al valor 10<sup>40</sup> y sus potencias (Eddington 1923).
Paul Dirac continuó con estas especulaciones dándole forma a una suerte de principio que sostiene que “dos cualesquiera de los grandes números sin dimensión (del orden de 10<!--[if !supportLists]--sup>'''1.2 '''39</sup> y 10<sup>78<!--[endif]--/sup>'''Especulaciones precursoras ) que tienen lugar en la naturaleza están conectados por una relación matemática simple cuyos coeficientes son delPA'''orden de magnitud unidad” (es decir valores enteros menores que 10) (Dirac 1937). Se lo podría considerar una suerte de “principio de exclusión”, según el cual el cociente que se obtiene entre dos cualesquiera de aquellas fórmulas que integran las diversas constantes de la naturaleza no puede arrojar valores alejados de la unidad. Entre las consecuencias de dicho principio estarían, por una parte, la hipótesis de una variación temporal de la constante gravitatoria (que dejaría de ser constante), y por otra el apoyo al modelo de universo estacionario.
Por su parte, Fred Hoyle presentó varios trabajos en relación a los parámetros astrofísicos de tiempo necesarios para la formación de los elementos pesados en el núcleo de las estrellas. Su conclusión es que solo cuando dichos parámetros se definen bajo valores muy precisos puede desenvolverse la química estelar que permite la diseminación y recombinación de los elementos precursores de las estructuras vivientes (Barrow y Tipler 1986, 250-255; Ambrose 2011).
Estas insinuantes conjeturas, que comienzan a considerar seriamente la relevancia del hombre en el devenir cósmico, llegaron a su primera formulación rigurosa en un brevísimo pero trascendente artículo de Robert Dicke (Dicke 1961; Ambrose 2011). En él se sostiene que el valor de la edad del universo en las ecuaciones planteadas por Eddington y Dirac no puede diferir significativamente del que tiene ahora, pues de lo contrario no hubiera podido existir ningún ser humano para poder apreciarlo. Vale decir que la edad del universo actual está acotada entre un mínimo, en relación con el tiempo necesario para producir núcleos pesados indispensables para la vida, como el carbono, en las estrellas. A su vez, habrá un valor máximo, dictado por la supervivencia de aquellas estrellas aptas para albergar un planeta capaz de ser habitado por el hombre (en efecto, no todas las clases de estrellas poseen el tipo de actividad indicado para el nivel, regularidad y constancia del flujo de radiaciones que la vida necesita).
Uno En 1973 apareció un llamativo trabajo delos temas Collins y Hawking que atrajo la atención de los científicos fue plantea el problema de las relacionesmatemáticas simples entre los valores de las constantes físicas fundamentalesla isotropía del universo (Collins y Hawking 1973). ArthurEddington encontró varias fórmulas que conectan los valores Esta propiedad sospechada a partir del perfeccionamiento de la constante investigación telescópica desde el siglo XIX sirvió dePlanck, base para la velocidad formulación del principio cosmológico que ya hemos citado. A su vez tuvo una espectacular confirmación en el hallazgo de la luzradiación de fondo, la constante cuyo valor de gravitación universal, la masadel electrón y del protón2, la constante de Hubble y el radio y densidad mediadel universo7º K se reveló sorprendentemente uniforme. Todas esas fórmulas convergen en torno al valor 10<sup>40</sup> ysus potencias (Eddington 1923)El problema que surge aquí es que dicha isotropía no parecía tener una explicación satisfactoria.
Paul Diraccontinuó con estas especulaciones dándole forma Entre las condiciones iniciales a considerar, la que exhibe una suerte de principio que sostieneque “dos cualesquiera de peculiar sensibilidad a los grandes números sin dimensión (del orden efectos de 10<sup>39</sup>y 10<sup>78</sup>) que tienen lugar en la naturaleza están conectados por unarelación matemática simple cuyos coeficientes son del orden isotropía es la velocidad de magnitud unidad”(es decir valores enteros menores que 10) (Dirac 1937)expansión. Se lo podría consideraruna suerte A ello debe añadirse el hecho de “principio de exclusión”que el universo no es actualmente homogéneo, según el cual el cociente sino que seobtiene entre dos cualesquiera deben ser posibles niveles de aquellas fórmulas que integran las diversasconstantes concentración de la naturaleza no puede arrojar valores alejados materia capaces de la unidadengendrar sistemas galácticos, estrellas y planetas. Entrelas consecuencias Además, cualquier modelo cosmológico, aun cuando alcance transitoriamente un estado de dicho principio estaríanisotropía, tiende inexorablemente a volverse no isotrópico. Ante semejantes dificultades, los autores acaban por una parte, reconocer la hipótesis deuna variación temporal posibilidad de aplicar un criterio según el cual “en la constante gravitatoria (medida en que dejaría la existencia de galaxias parecería serconstante)una condición necesaria para el desarrollo de vida inteligente, y por otra la respuesta a la pregunta ‘¿por qué el apoyo al modelo de universo estacionarioes isotrópico?’ es ‘porque estamos aquí’” (Collins y Hawking 1973, 334).
===Carter y la condicionalidad del observador===
Por suparteEl autor que con plena conciencia y explicitación abordó el tema, Fred Hoyle presentó varios trabajos en relación y a los parámetros astrofísicosquien debemos el nombre de tiempo necesarios PA es el astrofísico Brandon Carter, quien en 1974 publicó un escrito fundacional sobre esta cuestión para la formación de los elementos pesados en el núcleo Simposio delas estrellas. Su conclusión es que solo cuando dichos parámetros se definenbajo valores muy precisos puede desenvolverse la química estelar que permite ladiseminación y recombinación Unión Astronómica Internacional con motivo de los elementos precursores 500 años del nacimiento de las estructurasvivientes (Barrow y Tipler 1986, 250-255; Ambrose 2011)Nicolás Copérnico.
Estasinsinuantes conjeturasComo lo señala Balashov (1992, 115), que comienzan a considerar seriamente la relevancia delhombre en el devenir cósmico, llegaron a su primera formulación rigurosa planteo de Carter aparezca en unbrevísimo pero trascendente artículo de Robert Dicke (Dicke 1961; Ambrose 2011)homenaje a Copérnico resulta paradójico y simbólico.En él se sostiene que efecto, nadie duda de la importancia de la teoría heliocéntrica para el valor desarrollo de la edad del universo en las ecuacionesplanteadas por Eddington y Dirac no puede diferir significativamente del quetiene ahoraciencia moderna, pues de lo contrario no hubiera podido existir ningún ser humanopara poder apreciarlo. Vale decir ni la utilidad metodológica que ha proporcionado la edad adopción del universo actual está acotadaentre un mínimoprincipio cosmológico. No obstante, en relación con Carter introduce el tiempo necesario para producir núcleospesados indispensables para PA como “una reacción contra la vidaexagerada sumisión al principio copernicano” (Carter 1974, 291). Luego de haber planteado el enunciado anteriormente citado, este autor separa dos versiones fundamentales de PA, conocidas como ''PA débil '' y ''PA  fuerte''. La versión débil sostiene lo siguiente: “Tenemos que estar preparados para tener en cuenta el carbonohecho de que nuestra ubicación en el universo es ''necesariamente'' privilegiada hasta el punto de ser compatible con nuestra existencia como observadores (énfasis del autor)” (Carter 1974, en las estrellas293). A Por suvezparte, habrá un valor máximoel PA fuerte se enuncia de la siguiente manera: “El universo (y, dictado por consiguiente, los parámetros fundamentales de que depende) tiene que ser de tal modo que admita la supervivencia creación de aquellas estrellasaptas para albergar un planeta capaz observadores dentro de ser habitado por el hombre (él en efectoalgún estadio. Parafraseando a Descartes: ‘''cogito,no todas las clases de estrellas poseen el tipo de actividad indicado para elnivelergo mundus talis est''’” (Carter 1974, regularidad y constancia del flujo de radiaciones que la vida necesita294).
En1973 apareció El texto de Carter resulta un llamativo trabajo poco ambiguo en la caracterización de Collins y Hawking estas dos versiones. Los estudios posteriores concuerdan en su mayoría en que plantea el problemade PA ''débil'' es, paradójicamente, el más sólido en cuanto a su fundamentación, pero a la isotropía del universo (Collins y Hawking 1973)vez resulta trivial en su contenido. Esta propiedadsospechada En efecto, dicha versión se limita a partir plantear el vínculo de consecuencia entre nuestra presencia como observadores y los rasgos del perfeccionamiento de universo que la investigación telescópica desdeel siglo XIX sirvió de base hacen posible. Tales rasgos son, pues, ''condición necesaria'' para la formulación del principio cosmológico queya hemos citadoexistencia humana. A su vez tuvo una espectacular confirmación Incluso, en el hallazgo la visión deBarrow y Tipler (1986, 16) bastaría con establecer dichas condiciones como necesarias para la radiación de fondovida en general (por lo que, cuyo valor de 2más que antrópico,7º K se reveló sorprendentementeuniformedebería llamarse ''principio biótico''). El problema que surge aquí es que dicha isotropía Por otra parte, esta forma del PA no parecía parece teneruna explicación satisfactoriaalcance estrictamente universal, sino solamente en el ámbito regional de lo que podemos observar (Ambrose 2011).
Entrelas condiciones iniciales a considerarEn cambio, la que exhibe una peculiar sensibilidada los efectos de la isotropía es la velocidad de expansión. A ello debe añadirseel hecho PA ''fuerte'' pretende ir más allá de lo tautológico, postulando que el universo no es actualmente homogéneo, sino que deben serposibles niveles de concentración de materia capaces de engendrar sistemasgalácticos, estrellas y planetas. Además, cualquier modelo cosmológico, auncuando alcance transitoriamente un estado de isotropía, tiende inexorablementea volverse no isotrópicoestá hecho en vistas del hombre como ''condición suficiente'' para su existencia. Ante semejantes dificultades, los autores acaban porreconocer Tal afirmación excede claramente la posibilidad de aplicar una justificación científica y remite a un criterio según entorno filosófico donde se discuten cuestiones tales como el materialismo, el cual “en la medida enque la existencia de galaxias parecería ser una condición necesaria para determinismo y eldesarrollo finalismo de vida inteligentela naturaleza. Además, la respuesta a diferencia del PA ''débil'', abarca la pregunta ‘¿por qué eltotalidad del universo es isotrópico?’ es ‘porque estamos aquí’” (Collins y Hawking 1973,334).
<!--[if !supportLists]-->'''1.      '''<!--[endif]-->'''3 La propuesta de Carter suscitó poderosas repercusiones en el ámbito especializado, que prontamente involucraron a representantes de la filosofía y de la religión. En la próxima sección se expondrán algunos ejemplos de aquellos rasgos del universo que ponen de manifiesto la condicionalidaddel observador'''antrópica.
El
autor que con plena conciencia y explicitación abordó el tema, y a quien
debemos el nombre de PA es el
astrofísico Brandon Carter, quien en 1974 publicó un escrito fundacional sobre
esta cuestión para el Simposio de la Unión Astronómica Internacional con motivo
de los 500 años del nacimiento de Nicolás Copérnico.
Comolo señala Balashov (1992, 115), que el planteo de Carter aparezca en unhomenaje a Copérnico resulta paradójico y simbólico. En efecto, nadie duda dela importancia de la teoría heliocéntrica para el desarrollo de la cienciamoderna, ni la utilidad metodológica que ha proporcionado la adopción delprincipio cosmológico. No obstante, Carter introduce el PA como “una reaccióncontra la exagerada sumisión al principio copernicano” (Carter 1974, 291).Luego de haber planteado el enunciado anteriormente citado, este autor separa dosversiones fundamentales de PA, conocidas como ''PA débil '' y ''PA  fuerte''. La versión débil sostienelo siguiente: “Tenemos que estar preparados para tener en cuenta el hecho deque nuestra ubicación en el universo es ''necesariamente''privilegiada hasta el punto de ser compatible con nuestra existencia comoobservadores (énfasis del autor)” (Carter 1974, 293). Por su parte, el PAfuerte se enuncia de la siguiente manera: “El universo (y, por consiguiente,los parámetros fundamentales de que depende) tiene que ser de tal modo queadmita la creación de observadores dentro de él en algún estadio. Parafraseandoa Descartes: ‘''cogito, ergo mundus talisest''’” (Carter 1974, 294).==Indicios empíricos==
Eltexto La cantidad de Carter resulta un poco ambiguo testimonios que la ciencia ha ido acumulando en los últimos tiempos en relación a la caracterización de estas dosversionesespecificidad antrópica del universo es apabullante. Los estudios posteriores concuerdan en su mayoría en que el PA ''débil'' Por cierto no esposible, paradójicamenteni tampoco pertinente, el más sólidoexponer en cuanto a su fundamentación, pero a la vez resulta trivial en su contenido.En efecto, dicha versión se limita a plantear el vínculo este lugar todos y cada uno de consecuencia entrenuestra presencia como observadores y los rasgos del universo puntos en que la hacenposiblese aprecia dicha correlación. Tales rasgos son, pues, ''condiciónnecesaria'' para la existencia humana. InclusoPor lo demás, en la visión muchos casos debería recurrirse a un lenguaje de alto nivel técnico matemático de Barrow muy difícil manejo. Bastará con recopilar los ejemplos más enfáticos yTipler (1986, 16) bastaría con establecer dichas condiciones como necesariaspara accesibles a la vida en comprensión general (por lo que, más teniendo en cuenta que antrópico, debería llamarse ''principio biótico''). Por otra parteesquemáticamente hablando, estaforma se trata de mostrar cómo una ínfima variación del PA no parece tener alcance estrictamente universal, sino solamente enel ámbito regional valor de lo que podemos observar (Ambrose 2011)determinada magnitud haría imposible o al menos enormemente improbable la existencia humana.
En
cambio, el PA'' fuerte'' pretende ir más
allá de lo tautológico, postulando que el universo está hecho en vistas del
hombre como ''condición suficiente'' para
su existencia. Tal afirmación excede claramente la posibilidad de una
justificación científica y remite a un entorno filosófico donde se discuten
cuestiones tales como el materialismo, el determinismo y el finalismo de la
naturaleza. Además, a diferencia del PA ''débil'',
abarca la totalidad del universo.
Lapropuesta de Carter suscitó poderosas repercusiones en el ámbito especializado,que prontamente involucraron a representantes de la filosofía y de la religión.En la próxima sección se expondrán algunos ejemplos de aquellos rasgos del universoque ponen de manifiesto la condicionalidad antrópica. ===Constantes fundamentales===
<!--[if !supportLists]-->'''2Existe un amplio repertorio de magnitudes físicas gracias a las cuales es posible enunciar matemáticamente las leyes que describen el comportamiento del mundo natural. Muchas de ellas permiten poner en evidencia el ajuste extremo que supone la posibilidad de acoger la vida humana en el universo. Empezaremos por las que expresan valores relacionados con las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza.     '''<!--[endif]-->'''Indicios empíricos'''
Ante todo, la constante de ''' 'gravitación universal''. Si su valor fuese levemente superior beneficiaría la formación de estrellas masivas. Si bien son las estrellas gigantes las que producen los núcleos pesados y permiten la expansión de los elementos esenciales para la vida, su combustión es demasiado rápida para permitir la formación y eventual persistencia de estructuras vivientes. En cambio, si fuese un poco inferior, sólo se formarían estrellas pequeñas, incapaces de producir los elementos pesados capaces de formar los planetas y las condiciones para la vida (Leslie 1982, 142).
Lacantidad En segundo lugar, la ''fuerza nuclear fuerte''. Se trata de testimonios que la ciencia ha ido acumulando en los últimos tiemposen relación a fuerza responsable de la especificidad antrópica cohesión interna de las partes del universo es apabullantenúcleo atómico. Porcierto Si el valor de esta constante fuese inferior no es posiblepodría estabilizarse la formación de hidrógeno pesado o deuterio, ni tampoco pertinente, exponer el cual constituye el primer eslabón en este lugar todos la cadena de nucleosíntesis del helio y cadauno de los puntos demás elementos en que se aprecia dicha correlaciónla caldera estelar. Por lo demásEl universo estaría exclusivamente poblado por estrellas de hidrógeno puro, en muchoscasos debería recurrirse a un lenguaje de alto nivel técnico matemático de muydifícil manejovida efímera (unos 10<sup>7</sup> años). Bastará con recopilar los ejemplos más enfáticos y accesibles ala comprensión generalSi el valor resultase superior, por el contrario, teniendo en cuenta que, esquemáticamente hablando, poco tiempo todo el hidrógeno setrata transformaría en deuterio y helio agotándose el combustible básico de mostrar cómo una ínfima variación del valor de determinada magnitudharía imposible o al menos enormemente improbable la existencia humanalas transformaciones nucleares (Leslie 1982, 142).
En tercer lugar, la ''fuerza nuclear débil' 'es la responsable de los procesos de decaimiento de partículas, tales como la radioactividad. En la llamada ''desintegración beta'' el neutrón degenera en protón, electrón y antineutrino. El valor de esta fuerza debe ser suficientemente bajo para permitir que los neutrinos logren escapar del núcleo de las supernovas y a la vez suficientemente alto para que los elementos pesados contenidos en las capas exteriores de la estrella puedan ser efectivamente liberados al espacio. Por otra parte, el valor exacto de esta constante influye en el número de neutrones disponible en los primeros minutos después del Big Bang y, consecuentemente, en la cantidad de helio que se produzca: una ligera variación significaría insuficiencia o sobreabundancia de helio y, en ambos casos, la imposibilidad de generar los constituyentes elementales de la vida en la proporción adecuada (Leslie 1982, 142).
Finalmente, la constante de ''acoplamiento electromagnético'2' es la que regula la interacción entre el núcleo del átomo y los electrones que lo envuelven con sus órbitas. De este modo, si el valor de la constante fuese muy bajo el núcleo no podría “capturar” electrones y se desvanecería la estabilidad del átomo. Por el contrario, si fuese muy alto los electrones estarían demasiado fijos en sus órbitas y no permitirían el intercambio que posibilita la combinación atómica y la formación de moléculas (Atkins 1995, 12).1 Constantes fundamentales'''
Existeun amplio repertorio Puede agregarse que, dado que las cuatro fuerzas básicas de magnitudes físicas gracias a las cuales es posibleenunciar matemáticamente las leyes que describen el comportamiento del mundonaturalla naturaleza operan solidariamente, también se advierten ajustes en sus múltiples relaciones recíprocas. Muchas Para empezar, la proporción de intensidad relativa entre ellas permiten poner en evidencia el ajuste extremo quesupone es crucial. Así, cuando la fuerza “fuerte” se toma como unidad, la fuerza electromagnética vale 10<sup>-2</sup>, la fuerza débil 10<sup>-13</sup> y la fuerza gravitatoria 10<sup>-38</sup>. Además, la posibilidad división de las estrellas de acoger la vida humana secuencia principal en el universo. Empezaremos porlas que expresan valores relacionados con las cuatro fuerzas fundamentales gigantes azules y enanas rojas depende de un balance crítico entre la intensidad dela naturalezainteracción electromagnética y la gravitatoria (Leslie 1982, 142; Carter 1974).
Ante
todo, la constante de ''gravitación
universal''.'' ''Si su valor fuese
levemente superior beneficiaría la formación de estrellas masivas. Si bien son
las estrellas gigantes las que producen los núcleos pesados y permiten la
expansión de los elementos esenciales para la vida, su combustión es demasiado
rápida para permitir la formación y eventual persistencia de estructuras
vivientes. En cambio, si fuese un poco inferior, sólo se formarían estrellas
pequeñas, incapaces de producir los elementos pesados capaces de formar los
planetas y las condiciones para la vida (Leslie 1982, 142).''' '''
===Otros parámetros relevantes===
Si la relación entre las masas del neutrón y el protón excediese del 0,2% se abreviaría la vida media del neutrón causando su decaimiento total antes de que la evolución del universo permita la nucleosíntesis del helio. En el caso del protón y el electrón, la relación entre sus masas es de 1836. Un valor ligeramente superior o inferior impediría la formación de moléculas y, por lo tanto, de la vida (Ross 1989).
Ensegundo lugar, la ''fuerza nuclear fuerte''.'' ''Se trata A pesar de la fuerza responsable considerable diferencia de masa, lacohesión interna de las partes del núcleo atómico. Si exacta coincidencia en el valor de estaconstante fuese inferior no podría estabilizarse la formación de hidrógeno pesadoo deuterio, el cual constituye el primer eslabón en la cadena carga de nucleosíntesisdel helio y estas partículas también es decisivo. De otro modo los demás elementos en la caldera estelar. El universo estaríaexclusivamente poblado por estrellas átomos de hidrógeno puro, de vida efímera (unos10<sup>7</sup> años). Si el valor resultase superior, por el contrariose rechazarían eléctricamente con más vigor que la atracción gravitatoria, en pocotiempo todo el hidrógeno se transformaría en deuterio y helio agotándose elcombustible básico así no podría darse la condensación previa a la formación de las transformaciones nucleares galaxias (Leslie 1982, 142143).
Entercer lugar, La estabilidad del protón es una variable de la ''fuerza nuclear débil ''esque depende la responsable cantidad de los procesos materia y el nivel de decaimiento radiación presentes en el universo. El protón está formado por tres quarks, que bajo la acción de ciertas partículasdenominadas bosones decaen en antiquark, tales como laradioactividadpión y electrón positivo. En la llamada ''desintegración beta'' Lo notable es que el neutrón degenera decaimiento ocurre, enprotónpromedio, electrón y antineutrinoa los 10<sup>32</sup> años. El valor de esta fuerza debe sersuficientemente bajo para permitir que los neutrinos logren escapar del núcleoSi esa estabilidad disminuyese se liberaría una cantidad de las supernovas y a la vez suficientemente alto para que radiación incompatible con los elementospesados contenidos en las capas exteriores grados superiores de la estrella puedan serefectivamente liberados al espaciovida. Por otra parteSi, por el contrario, el valor exacto protón fuese aún más estable (a pesar de estaconstante influye en que el número de neutrones disponible universo tiene “apenas” 10<sup>10</sup> años) no se habría engendrado suficiente materia en los primeros minutosdespués comienzos del Big Bang y, consecuentemente, en cosmos para permitir la cantidad de helio que seproduzca: una ligera variación significaría insuficiencia o sobreabundancia dehelio y, en ambos casos, la imposibilidad de generar los constituyenteselementales evolución de la vida en la proporción adecuada (Leslie 1982, 142Ross 1989).
FinalmenteOtro dato crítico tiene que ver con la entropía del universo,un concepto técnico del que se deriva el coeficiente de concentración y dispersión de la constante energía. Un posible indicador del nivel de ''acoplamientoelectromagnético ''entropía es la que regula la interacción relación entre el núcleo del átomonúmero de fotones y de bariones (partículas fermiónicas pesadas, como el protón y los electrones que lo envuelven  consus órbitasel neutrón), estimada hoy por hoy en 10<sup>9</sup>. De Si este modo, si el valor de la constante número fuese muy bajo el núcleoalgo superior no podría “capturar” electrones y se desvanecería la estabilidad del átomoalcanzarían a condensarse los sistemas galácticos ni, por ende, las estrellas. Porel contrarioSi fuese inferior, si fuese muy alto los electrones estarían demasiado fijos en susórbitas y no permitirían el intercambio que posibilita sistemas galácticos capturarían la combinación atómica yradiación impidiendo nuevamente la formación de moléculas estrellas (Atkins 1995Sanguineti 1994, 12215).
Puedeagregarse queComo se sabe, dado que las cuatro fuerzas básicas partículas de la naturaleza operansolidariamente, también misma especie y de carga opuesta se advierten ajustes en sus múltiples relacionesrecíprocas. Para empezar, la proporción destruyen recíprocamente (proceso que los físicos denominan “aniquilación”) con liberación de intensidad relativa entre ellas escrucialfotones. Así, cuando la fuerza “fuerte” se toma como unidad, la fuerzaelectromagnética vale La teoría establece que sólo el número vigente (10<sup>-210</sup>, la fuerza débil + 1 quarks cada 10<sup>-1310</sup> antiquarks) impide a la vez la destrucción irrefrenable de la materia y un nivel excesivamente bajo de entropía. Según se estima, semejante asimetría, por demás fundamental en lafuerza gravitatoria formación del universo, aconteció en el orden de los 10<sup>-3835</sup>. Además, la división de las estrellas dela secuencia principal en gigantes azules y enanas rojas depende de un balancecrítico entre la intensidad de la interacción electromagnética y lagravitatoria segundos después del Big Bang (Leslie 1982Sanguineti 1994, 142; Carter 1974199).
'''2Uno de los ejemplos más estremecedores es el de la formación del carbono. En efecto, es bien sabida la importancia de este elemento para la constitución de la vida. Ahora bien, la síntesis estelar del carbono presentaba serias dificultades de explicación, y la solución de este reto es mérito de Hoyle. Las formas conocidas o supuestas hasta entonces consideraban reacciones a partir del helio o del berilio que, indefectiblemente, arrojaban valores muy inferiores a los vigentes, ya que la presencia de vida requiere una cantidad apreciable de carbono. La explicación de Hoyle muestra la delicadísima trama de circunstancias que hacen posible la síntesis del carbono: abundancia de helio, estabilidad del berilio, nivel de energía del oxígeno (Reeves 1983, 63-76).2 Otros parámetros relevantes'''
Sila relación entre las masas del neutrón y También es digno de mencionarse el protón excediese del 0,2% seabreviaría la vida media del neutrón causando su decaimiento total antes grado de quela evolución del universo permita la nucleosíntesis uniformidad estructural del heliocosmos. En A gran escala (en ámbitos superiores a los 200 Megaparsecs) el caso delprotón y el electrónuniverso es homogéneo, pero por debajo de esa escala da cuenta de ligeras desigualdades, debidas a la relación entre sus masas es concentración de 1836sistemas galácticos. Un valorligeramente superior o inferior impediría El nivel actual corresponde por un mínimo margen al adecuado para la formación de moléculas vida. Las condiciones iniciales sólo admitirían un margen entre 10<sup>-3</sup> y10<sup>-4</sup>. Si la primitiva irregularidad hubiese sido ligeramente menor, por lotantono se habrían llegado a formar las galaxias. De haber sido apenas superior, de la vida hoy sólo quedarían agujeros negros diseminados en un vacío casi absoluto (Ross 1989Leslie 1982, 141-142).
Apesar de la considerable diferencia de masaFinalmente, la exacta coincidencia en citaremos el valorde carga la tasa de estas partículas también es decisivoexpansión del universo. De otro modo los átomos Los modelos cosmológicos dependen dehidrógeno se rechazarían eléctricamente con más vigor que la relación entre la potencia del Big Bang y la atraccióngravitatoriaentre las masas. Si la primera superase a la segunda más allá de un cierto rango, y así la dispersión de la materia no podría darse hubiera permitido la condensación previa de las galaxias. En el caso contrario, el colapso de la masa primitiva no daría tiempo a la formación degalaxias aquellas estructuras. Lo verdaderamente notable es la precisión con que debieron balancearse ambas tendencias en los instantes iniciales del universo, ya que se la ha calculado en el orden de 10<sup>-56 </sup>(Leslie 1982Barrow y Tipler 1986, 143408-412).
Laestabilidad del protón es una variable Como se dijo al comienzo de la que depende la cantidad esta sección, el número de materiaejemplos y el nivel de radiación presentes ajuste evidenciado en el universo. El protón está formado portres quarks, que bajo la acción cada uno de ciertas partículas denominadas bosonesdecaen ellos constituyen una evidencia apabullante a favor del PA (una recopilación muy completa se puede encontrar en antiquark, pión Barrow y Tipler 1986 y electrón positivoen Ross 1989). Lo notable es De aquí surge la expresión ''fine tunning'' (sintonía fina) con la que se describe el decaimientoocurre, aspecto de diseño claramente apreciable en promedio, a los 10<sup>32</sup> añosel universo. Si esa estabilidad disminuyeseSeguidamente se liberaría una cantidad desarrollarán algunas consideraciones a propósito de radiación incompatible con los grados superioresde vida. Si, por la discusión sobre el contrariosignificado, el protón fuese aún más estable (a pesar de queel universo tiene “apenas” 10<sup>10</sup> años) no se habría engendradosuficiente materia en los comienzos la aplicación y las repercusiones del cosmos para permitir la evolución de lavida (Ross 1989)PA.
Otro
dato crítico tiene que ver con la entropía del universo, un concepto técnico
del que se deriva el coeficiente de concentración y dispersión de la energía. Un
posible indicador del nivel de entropía es la relación entre el número de
fotones y de bariones (partículas fermiónicas pesadas, como el protón y el
neutrón), estimada hoy por hoy en 10<sup>9</sup>. Si este número fuese algo
superior no alcanzarían a condensarse los sistemas galácticos ni, por ende, las
estrellas. Si fuese inferior, los sistemas galácticos capturarían la radiación
impidiendo nuevamente la formación de estrellas (Sanguineti 1994, 215).
Comose sabe, las partículas de la misma especie y de carga opuesta se destruyenrecíprocamente (proceso que los físicos denominan “aniquilación”) conliberación de fotones. La teoría establece que sólo el número vigente (10<sup>10</sup>+ 1 quarks cada 10<sup>10</sup> antiquarks) impide a la vez la destrucciónirrefrenable de la materia y un nivel excesivamente bajo de entropía. Según seestima, semejante asimetría, por demás fundamental en la formación ==Interpretaciones del universo,aconteció en el orden de los 10<sup>-35</sup> segundos después del Big Bang(Sanguineti 1994, 199).PA==
Uno Lo que hemos delos ejemplos más estremecedores abordar aquí es el debate acerca del verdadero alcance y de la formación del carbonolas implicancias que este tema ofrece. El PA no solo se ha prestado a múltiples formulaciones, sino también a valoraciones muy disímiles. Pueden encontrarse autores indiferentes ante el asunto, o que son bastante duros con él. En efectoOtros, por el contrario,es bien sabida se entusiasman y regocijan con la importancia idea hasta el punto de este elemento para la constitución querer extenderla mucho más allá de la vida.Ahora bienlo que parece admisible, o la síntesis estelar del carbono presentaba serias dificultades convierten en una suerte deexplicaciónprincipio supremo, y la solución de este reto es mérito o incluso un argumento contundente para sostener concepciones metafísicas con algo de Hoylemisticismo. Las formasconocidas o supuestas hasta entonces consideraban reacciones Algunos creen que a partir del helioo del berilio quede aquí se enciende una nueva luz para disolver los grandes enigmas pendientes de la cosmología. Para otros, indefectiblementeen cambio, arrojaban valores muy inferiores a losvigenteses más bien un nuevo misterio que se agrega. En cualquier caso, ya desde el momento en que la presencia de vida requiere se pone en juego una cantidad apreciable decarbono. La explicación concepción de Hoyle muestra la delicadísima trama totalidad decircunstancias las cosas, y que en esa concepción se presenta como referente nada menos que hacen posible la síntesis del carbono: abundancia especie humana, y si a esto se añade la lucha interior que agobia al hombre, que por momentos quiere sentirse dueño y señor de helio,estabilidad lo creado y por momentos se empequeñece abrumado por la inmensidad inhóspita del beriliocosmos, nivel no cabe duda de que se trata de energía del oxígeno un asunto más que estimulante para la reflexión (Reeves 1983, 63-76Vernier 2011).
TambiénLo que debe destacarse ante todo es digno la efectiva existencia de mencionarse el grado dos enfoques distintos de uniformidad estructural del cosmosla cuestión. A granescala (Hay, en ámbitos superiores a los 200 Megaparsecs) efecto, una primera línea, que en adelante identificaremos como ''interpretación gnoseológica'', que se propone señalar el universo es homogéneo,pero por debajo factor de esa escala da cuenta selectividad que impone al contenido de ligeras desigualdades, debidas a laconcentración nuestras observaciones el hecho de sistemas galácticos. El nivel actual corresponde por un mínimomargen al adecuado que efectivamente estemos aquí para la vidaobservar. Las condiciones iniciales sólo admitirían En este sentido, el PA definiría unmargen entre 10<sup>-3</sup> y 10<sup>-4</sup>. Si la primitiva irregularidadhubiese sido ligeramente menor, no se habrían llegado modelo explicativo ''a formar las galaxias. Dehaber sido apenas superiorposteriori'', hoy sólo quedarían agujeros negros diseminados consistente enun vacío casi absoluto (Leslie 1982, 141-142)mostrar que tales o cuales rasgos del universo son condición necesaria para la existencia de quienes los observan.
FinalmentePero su función se agotaría justamente en lo formal, de tal suerte que,citaremos el valor en virtud de la tasa este principio así entendido no puede probarse ni refutarse que haya algo más que las condiciones de expansión del universonuestra existencia nos impidan contemplar (vg. Los modeloscosmológicos dependen otros universos), o que ''todo'' lo que observamos tiene carácter de condición para nuestra existencia, o que existamos como consecuencia necesaria de la relación entre presencia de esas características, ni mucho menos que estas circunstancias exijan la potencia del Big Bang postulación de una causa final y laatracción gravitatoria entre las masas, en última instancia, de un Ordenador inteligente. Si la primera superase a la segunda másallá Cualquiera de un cierto rangoestas últimas afirmaciones constituyen, entonces, lo que podríamos denominar ''interpretación ontológica'' del PA, el cual, en resumidas cuentas, sostendría que la dispersión relación de la materia adecuación de las cosas al hombre no hubiera permitido lacondensación es sólo un rasgo de nuestro modo de mirar, sino de las galaxiascosas mismas. En el caso contrario, el colapso de la masaprimitiva otras palabras: no daría tiempo a la formación de aquellas estructuras. Loverdaderamente notable es la precisión con que debieron balancearse ambastendencias en los instantes iniciales del el universomaterial sea así porque no soy capaz de verlo de otro modo, ya sino que se la ha calculadoes así ''porque está en su razón de ser el orden hacer posible mi existencia''. Seguidamente procuraremos ver esto con un poco más de 10<sup>-56 </sup>(Barrow y Tipler 1986, 408-412)detalle.
Como
se dijo al comienzo de esta sección,  el
número de ejemplos y el nivel de ajuste evidenciado en cada uno de ellos
constituyen una evidencia apabullante a favor del PA (una recopilación muy
completa se puede encontrar en Barrow y Tipler 1986 y en Ross 1989). De aquí
surge la expresión ''fine tunning''
(sintonía fina) con la que se describe el aspecto de diseño claramente
apreciable en el universo. Seguidamente se desarrollarán algunas
consideraciones a propósito de la discusión sobre el significado, la aplicación
y las repercusiones del PA.
<!--[if !supportLists]-->'''3.     '''<!--[endif]-->'''Interpretaciones del PA'''===Interpretación gnoseológica===
Parece unánime entre los expertos reconocer que la fuerza fundamental del PA está en la ''necesidad condicional' ': un ''hecho'' (la existencia del hombre) ''explica'' todo aquello sin lo cual no sería posible (esto es, las propiedades del mundo). No hay duda respecto de que todas las cosas, y el hombre en particular, tienen un carácter condicionado. En todo caso, la cuestión es si dicha condicionalidad supone efectivamente algún sesgo en la determinación de los atributos del universo, o acaso deba quedar como una simple trivialidad. Y si se diera lo primero, quedará por indagar si la pauta de selectividad establecida por este principio responde a una causalidad meramente fortuita o más bien de tipo intencional.
Lo que Ya hemos tenido oportunidad de abordar aquí es enumerar unos cuantos datos significativos desde eldebate acerca del verdadero alcance y punto de las implicancias vista científico que este tema ofrece.El PA no solo se ha prestado a múltiples formulaciones, sino también avaloraciones muy disímiles. Pueden encontrarse autores indiferentes ante avalan justamente elasunto, o carácter altamente específico que son bastante duros con él. Otros, por el contrario, seentusiasman y regocijan con impone la idea hasta presencia humana en el punto de querer extenderla muchomás allá de lo que parece admisible, o la convierten en una suerte de principiosupremo, o incluso un argumento contundente para sostener concepcionesmetafísicas con algo de misticismomundo. Algunos creen que a partir de aquí seenciende una nueva luz para disolver los grandes enigmas pendientes de lacosmología. Para otrosAhora, en cambioinstancia interpretativa, es más bien un nuevo misterio que se agrega.En cualquier caso, desde el momento en que se pone en juego una concepción dela totalidad de las cosas, y que en esa concepción se presenta empezaremos por exponer ciertos puntos referidos al PA como referentenada menos que la especie humana, y si a esto se añade la lucha interior queagobia al hombre, que por momentos quiere sentirse dueño y señor pauta de lo creado ypor momentos se empequeñece abrumado por la inmensidad inhóspita conocimiento acerca del cosmos, nocabe duda de que se trata de un asunto más que estimulante para la reflexión(Vernier 2011).universo.
Lo que debe destacarse ante todo es la efectiva existencia de dos
enfoques distintos de la cuestión. Hay, en efecto, una primera línea, que en
adelante identificaremos como ''interpretación gnoseológica'', que se propone señalar el factor de
selectividad que impone al contenido de nuestras observaciones el hecho de que
efectivamente estemos aquí para observar. En este sentido, el PA definiría un
modelo explicativo ''a posteriori'', consistente en mostrar que tales o
cuales rasgos del universo son condición necesaria para la existencia de
quienes los observan.
Pero su función se agotaría justamente en lo formal, de tal suerteque, en virtud de este principio así entendido no puede probarse ni refutarseque haya algo más que las condiciones de nuestra existencia nos impidancontemplar (vg. otros universos), o que ''todo'' lo que observamos tienecarácter de condición para nuestra existencia, o que existamos comoconsecuencia necesaria de la presencia de esas características, ni mucho menosque estas circunstancias exijan la postulación de una causa final y, en última instancia,de un Ordenador inteligente. Cualquiera de estas últimas afirmacionesconstituyen, entonces, lo que podríamos denominar ''interpretación ontológica''del PA, el cual, en resumidas cuentas, sostendría que la relación de adecuaciónde las cosas al hombre no es sólo un rasgo de nuestro modo de mirar, sino delas cosas mismas. En otras palabras: no es que el universo material sea asíporque no soy capaz de verlo de otro modo, sino que es así ''porque está en surazón de ser el hacer posible mi existencia''. Seguidamente procuraremos veresto con un poco más de detalle.====El trascendentalismo====
Hay una interpretación bastante difundida, según la cual el PA no sería más que una versión elaborada de los planteos de  Immanuel Kant, según los cuales el mundo no se presenta más que de acuerdo a lo que permiten las condiciones ''a priori'' que plantea el sujeto que observa. Este modo de pensar, fuertemente arraigado en muchas corrientes epistemológicas, podría denominarse ''trascendentalismo'', y ha sido ilustrado con la imagen de una red de pescar cuya trama determina ''a priori'' el tamaño mínimo de los peces que puede capturar (Sanguineti 1994, 242).
Digamos que no es lo mismo el sesgo que suponen las condiciones del conocimiento que aquel que exige nuestra misma ''existencia''. No es lo mismo decir ''si el Sol no emitiera radiación dentro del espectro visible no podríamos verlo'' que decir ''si el Sol estuviera más cerca o más lejos de la Tierra no estaríamos aquí para verlo''. En efecto, el sesgo kantiano se restringe al orden ''formal'': de todas las determinaciones ''actuales'' de las cosas, sólo conocemos aquellas aptas para inmutar nuestras facultades. El sesgo antrópico, en cambio, pertenece al orden ''existencial'': de todas las determinaciones ''posibles'' del mundo sólo se realizan las que son compatibles con la existencia humana, y por lo tanto no podemos esperar conocer otras que esas.
Lo que se pone de relieve en esta perspectiva es la imposibilidad de concebir para nosotros un mundo incompatible con la observabilidad, o, si se prefiere, la imposibilidad de describir el universo ''tal como absolutamente es'' pasando por alto el sesgo que suponen las limitaciones '3.1 Interpretación gnoseológica'a priori''de nuestra observación (Barrow y Tipler 1986, 2).
Parece
unánime entre los expertos reconocer que la fuerza fundamental del PA está en
la ''necesidad condicional'': un ''hecho'' (la existencia del
hombre) ''explica'' todo aquello sin lo cual no sería posible (esto es, las
propiedades del mundo). No hay duda respecto de que todas las cosas, y el
hombre en particular, tienen un carácter condicionado. En todo caso, la
cuestión es si dicha condicionalidad supone efectivamente algún sesgo en la
determinación de los atributos del universo, o acaso deba quedar como una
simple trivialidad. Y si se diera lo primero, quedará por indagar si la pauta
de selectividad establecida por este principio responde a una causalidad
meramente fortuita o más bien de tipo intencional.
Yahemos tenido oportunidad de enumerar unos cuantos datos significativos desde elpunto de vista científico que avalan justamente el carácter altamenteespecífico que impone la presencia humana en el mundo. Ahora, en instanciainterpretativa, empezaremos por exponer ciertos puntos referidos al ====Alcances explicativos del PA comopauta de conocimiento acerca del universo.====
=====¿Por qué '''3.1.1 El trascendentalismo'principio''?=====
Hayuna interpretación bastante difundidaEl conocimiento humano tiende, según por naturaleza, a organizarse en relación a principios. La capacidad del intelecto de referir la fragmentación del dato empírico a la cual el PA no sería más que unaversión elaborada unidad de los planteos de  Immanuel Kant, según los cuales el mundo principios no sepresenta más que de acuerdo a lo es otra cosa que permiten las condiciones ''a priori''que plantea el sujeto que observa. Este modo fundamento de pensarla ciencia y, fuertemente arraigadoen muchas corrientes epistemológicassentido eminente, podría denominarse ''trascendentalismo'',y ha sido ilustrado con de la imagen de una red de pescar cuya trama determina ''a priori'' el tamaño mínimo de los pecesque puede capturar (Sanguineti 1994, 242)sabiduría.
Digamosque no es lo mismo Si bien en toda forma de saber cabe una cierta sistematización orientada según los principios, en el sesgo que suponen caso de las condiciones del conocimiento queaquel que exige nuestra misma ''existencia''ciencias particulares estos asumen características especiales. No es lo mismo decir ''si elSol no emitiera radiación dentro del espectro visible no podríamos verlo''que decir ''si el Sol estuviera más cerca o más lejos Se trata de ciertas proposiciones de valor conjetural, hipótesis de la Tierra noestaríamos aquí para verlo''. En efectomáxima generalidad, el sesgo kantiano con las cuales se restringe alorden ''formal'': pretende formalizar un sistema unificado de todas las determinaciones ''actuales'' enunciados particulares, de tal suerte que, a partir de las cosasesos principios,sólo conocemos aquellas aptas para inmutar nuestras facultades. El sesgoantrópicosea posible, en cambiopor una parte, pertenece al orden ''existencial'': dar razón de todas lasdeterminaciones ''posibles'' del mundo sólo se realizan las que soncompatibles con la existencia humanaun conjunto de leyes o datos puntuales, y por lo tanto no podemos esperar conocerotras que esas'''otra deducir nuevas leyes o predecir nuevos fenómenos.'''
LoPor lo tanto, el espíritu que se pone lleva a buscar esos principios no es solamente el afán contemplativo de llegar a la unidad en términos ontológicos, sino también la búsqueda de una economía de relieve pensamiento. Existe al respecto una profunda tensión en esta perspectiva es el ámbito de la imposibilidad filosofía de concebir paranosotros un mundo incompatible con la observabilidad, o, si se prefiere, ciencia acerca de laimposibilidad auténtica interpretación de describir el universo las teorías o ''tal como absolutamente esmodelos'' pasandopor alto el sesgo que suponen las limitaciones científicos, entre quienes les atribuyen un fundamento ''a priorireal'' , por lo que estas ciencias alcanzarían la verdad sin más, y quienes, por el contrario, rechazan ese fundamento o al menos no lo consideran como referente de nuestraobservación (Barrow y Tipler 1986la labor científica, 2)la que sólo se ocupará de elaborar construcciones teóricas capaces de dar razón de un cierto dominio de fenómenos suficientemente constatados.
''' '''En cosmología el recurso a los principios se justifica además por un motivo especial: la vastedad eventualmente infinita del universo parece tornar inviable toda inducción a partir de la mera experiencia humana. El método científico aplicado a la exploración del cosmos plantea un severo desafío, ya que las condiciones extremas del universo con respecto a lo observable imponen una suerte de censura a nuestros limitados recursos intelectuales: ¿qué habrá más allá del alcance de los más poderosos telescopios concebibles? ¿Qué habrá en el corazón de un agujero negro? ¿Qué aconteció en la singularidad de los primeros momentos del universo, antes de lo que nuestras ecuaciones más audaces pueden rastrear?
'''<br>'''El ejemplo más cercano que podemos tomar como comparación es el del principio cosmológico. Ya hemos visto cómo a partir de Copérnico se inicia un camino firme hacia la descentralización del hombre con respecto al cosmos, de suerte que, finalmente, se proclama la necesidad metodológica de rechazar cualquier afirmación o explicación que invoque algún tipo de privilegio para la condición humana. Ya en nuestro siglo se diseñó a partir de esta idea un principio enunciado en términos positivos: el universo es isotrópico y homogéneo, vale decir que desde cualquier punto de referencia puede observarse el mismo aspecto hacia cualquier dirección.
'''3Algunos autores hacen notar que existe un fuerte apoyo experimental en favor del principio cosmológico a partir de varios fenómenos bastante bien establecidos (Merleau-Ponty 1971, 39-40). Así también se concede el mérito de este principio para preservar la distinción entre la reflexión científica y las interpretaciones finalistas o creacionistas de cuño metafísico. No obstante, y a pesar del dilatado consenso que ha ganado entre los científicos, conviene tener presentes algunos puntos frágiles.1Entre ellos la negación del hecho incontrastable de nuestra posición peculiar como observadores, que hace parecer artificiosa la pretensión de “objetividad absoluta”.2 Alcances explicativos Y también el carácter en cierto modo arbitrario de ese principio, lo cual se debe, en el fondo, a nuestro punto de vista marginal en la inmensidad del PA'''cosmos.
Esta breve discusión sobre el principio cosmológico no tiene otro objeto que ilustrar las características (y los riesgos) que posee el razonamiento científico a partir de principios ''' 'a priori''o demasiado generales. Si nos trasladamos al caso del PA, constatamos que la intención que lo puso en vigencia es semejante. Así como alguna vez se creyó en el dominio exclusivo de las formas circulares y esféricas en el universo, o en la imposibilidad de admitir cualquier norma que señalase algún privilegio en cuanto a la posición del hombre en el océano cósmico, el PA ha prestado a la cosmología el servicio de ponerse como fundamento de todas aquellas propiedades del universo en su conjunto que, sin poderse deducir de ningún plexo de condiciones iniciales, pueden resolverse como condición necesaria de la existencia humana. Pero sobre todo permite acotar en extremo los márgenes en que cabe definir tales condiciones iniciales. Acaso la función más importante de este principio es la de sintetizar numerosos hechos y pautas que se descubren en el universo, y muy en especial aquellos que revelan una coincidencia altísimamente improbable o un alto grado de orden.
'''3De acuerdo con las observaciones de Alonso (1989, 109-116), y en sentido contrario a las manifestaciones de muchos científicos, el PA estaría mucho más de acuerdo con las exigencias del discurso científico que el principio cosmológico.1En efecto, si lo despojamos de interpretaciones abusivas o de proyección filosófica (que sin dejar de ser lícitas promueven la confusión), se trata de un esquema de razonamiento irreprochable, tanto en su validez formal (que enseguida indagaremos) como en la constancia de los hechos en que se sustenta, como son nuestra propia existencia y las condiciones que ésta exige bajo el supuesto de las leyes actualmente aceptadas.2Por el contrario, el principio cosmológico es una afirmación de valor más bien apriorístico, que no se basa en hechos conocidos sino más bien en la necesidad de cubrir una ignorancia insalvable, y que resulta por lo tanto mucho más especulativo.1 ¿Por qué ''principio''?'''
El
conocimiento humano tiende, por naturaleza, a organizarse en relación a
principios. La capacidad del intelecto de referir la fragmentación del dato
empírico a la unidad de los principios no es otra cosa que el fundamento de la
ciencia y, en sentido eminente, de la sabiduría.
=====¿Por qué ''antrópico''?=====
Evidentemente, si tenemos en cuenta las austeras intenciones que reveló su creador, Brandon Carter, detrás de esta denominación sólo existe la referencia al hombre como aquella especie cuya existencia plantea, de hecho, ciertas condiciones necesarias en las características del universo. No debería buscarse, tal vez, ningún otro propósito, como no lo hay, por ejemplo, en la denominación ''sapiens'' aplicada como nombre científico de la especie humana. No obstante, la palabra ha provocado tantas suspicacias y apasionamientos que el propio Carter debió declarar luego que, de haber sabido que ocurriría tal alboroto, habría pensado en otro nombre (''cognizability principle'') para caracterizar lo que a su juicio no es más que una pauta de auto-selección del conocimiento (Carter 1983). Vamos a referirnos a esta suerte de controversia "ideológica" al tratar justamente la objeción de antropomorfismo que muchos enrostran a los partidarios del principio.
Sibien Por el momento, puede notarse que, en toda forma de saber cabe una cierta sistematización orientada según losprincipiossu formulación original, en el caso PA habla de las ciencias particulares estos asumencaracterísticas especiales. Se trata ''observadores'' y no de ciertas proposiciones de valorconjeturalhombres, hipótesis de máxima generalidad, con las cuales pero es obvio que se pretendeformalizar un sistema unificado trata de enunciados particulares, observadores capaces de tal suerte plantearse a sí mismos como tales y las cuestiones quedicha condición da a lugar. En definitiva,a partir no cabe pensar sino en observadores ''inteligentes''. No es el punto discutir aquí la posibilidad o aún la probabilidad de esos principiosque haya vida inteligente en otros rincones del universo. No obstante, sea posibleresulta indudable que, por una partesi bien la exclusividad del hombre como habitante personal del cosmos enfatizaría aún más la extraordinaria selectividad y refinamiento del orden natural, dar razón la existencia de otros seres racionales sería unconjunto argumento favorable al PA fuerte si se quiere hacer hincapié en las generosas virtualidades de leyes o datos puntualesla naturaleza bajo condiciones específicas. Si la vida inteligente proliferara en otras partes del universo, y por otra deducir nuevas leyes o predecirnuevos fenómenosla explicación basada en la presencia de una tendencia natural prevalecería más nítidamente sobre aquella que invoca el factor azar.
Por lo
tanto, el espíritu que lleva a buscar esos principios no es solamente el afán
contemplativo de llegar a la unidad en términos ontológicos, sino también la
búsqueda de una economía de pensamiento. Existe al respecto una profunda
tensión en el ámbito de la filosofía de la ciencia acerca de la auténtica
interpretación de las teorías o ''modelos'' científicos, entre quienes les
atribuyen un fundamento ''real'',
por lo que estas ciencias alcanzarían la verdad sin más, y quienes, por el
contrario, rechazan ese fundamento o al menos no lo consideran como referente
de la labor científica, la que sólo se ocupará de elaborar construcciones
teóricas capaces de dar razón de un cierto dominio de fenómenos suficientemente
constatados.
En
cosmología el recurso a los principios se justifica además por un motivo
especial: la vastedad eventualmente infinita del universo parece tornar
inviable toda inducción a partir de la mera experiencia humana. El método
científico aplicado a la exploración del cosmos plantea un severo desafío, ya que
las condiciones extremas del universo con respecto a lo observable imponen una
suerte de censura a nuestros limitados recursos intelectuales: ¿qué habrá más
allá del alcance de los más poderosos telescopios concebibles? ¿Qué habrá en el
corazón de un agujero negro? ¿Qué aconteció en la singularidad de los primeros
momentos del universo, antes de lo que nuestras ecuaciones más audaces pueden
rastrear?
Elejemplo más cercano que podemos tomar como comparación es el =====Formalismo del principio cosmológico.Ya hemos visto cómo a partir de Copérnico se inicia un camino firme hacia ladescentralización del hombre con respecto al cosmos, de suerte que, finalmente,se proclama la necesidad metodológica de rechazar cualquier afirmación oexplicación que invoque algún tipo de privilegio para la condición humana. Yaen nuestro siglo se diseñó a partir de esta idea un principio enunciado entérminos positivos: el universo es isotrópico y homogéneo, vale decir que desdecualquier punto de referencia puede observarse el mismo aspecto hacia cualquierdirección.PA=====
Algunosautores Planteadas en su generalidad, las diferentes formulaciones del PA no hacen notar más que existe un fuerte apoyo experimental destacar el carácter necesario de ciertas condiciones presentes en favor del principiocosmológico a partir de varios fenómenos bastante bien establecidos(Merleau-Ponty 1971, 39-40). Así también se concede el mérito de este principiouniverso para preservar la distinción entre que resulte posible la reflexión científica y lasinterpretaciones finalistas o creacionistas de cuño metafísicoexistencia humana. No obstanteAhora bien, ya pesar del dilatado consenso dado que ha ganado entre los científicosevidentemente el hombre existe, convienetener presentes algunos puntos frágiles. Entre ellos de ahí se deduce necesariamente la negación del hechoincontrastable existencia de nuestra posición peculiar como observadoresaquellas condiciones. Así, por ejemplo, se dice que hace parecerartificiosa ''Si no se diera que'' las constantes físicas asumen tal o cual valor, o la pretensión proporción de “objetividad absoluta”. Y también el carácter encierto modo arbitrario de ese principiomateria y antimateria es tal, lo cual se debey así sucesivamente, en ''entonces'' no podría existir el fondo, anuestro punto de vista marginal en la inmensidad del cosmoshombre.En términos más abstractos
Estabreve discusión sobre el principio cosmológico <center>Si no tiene otro objeto queilustrar las características (y los riesgos) que posee el razonamientocientífico a partir de principios ''apriori ''o demasiado generales. Si nos trasladamos al caso del PAX,constatamos que la intención que lo puso en vigencia es semejante. Así comoalguna vez se creyó en el dominio exclusivo de las formas circulares yesféricas en el universo, o en la imposibilidad de admitir cualquier norma que señalasealgún privilegio en cuanto a la posición del hombre en el océano cósmico, el PAha prestado a la cosmología el servicio de ponerse como fundamento de todasaquellas propiedades del universo en su conjunto que, sin poderse deducir deningún plexo de condiciones iniciales, pueden resolverse como condiciónnecesaria de la existencia humana. Pero sobre todo permite acotar en extremolos márgenes en que cabe definir tales condiciones iniciales. Acaso la funciónmás importante de este principio es la de sintetizar numerosos hechos y pautasque se descubren en el universo, y muy en especial aquellos que revelan unacoincidencia altísimamente improbable o un alto grado de orden.entonces no A</center>
Deacuerdo con las observaciones siendo X cualquiera de Alonso (1989, 109-116), y en sentido contrariolos fenómenos cosmológicos a las manifestaciones de muchos científicos, el PA estaría mucho más de acuerdocon las exigencias del discurso científico que el principio cosmológico. Enefecto, si lo despojamos de interpretaciones abusivas o de proyecciónfilosófica (que sin dejar de ser lícitas promueven la confusión), se trata deun esquema de razonamiento irreprochable, tanto en su validez formal (queenseguida indagaremos) como en la constancia de los hechos en que se sustenta,como son nuestra propia existencia y las condiciones que ésta exige bajo elsupuesto de las leyes actualmente aceptadasaplica esta argumentación. Por el contrario, el principiocosmológico es una afirmación de valor más bien apriorístico, De aquí puede afirmarse que no se basa enhechos conocidos sino más bien en la necesidad de cubrir una ignoranciainsalvable, y que resulta por lo tanto mucho más especulativo.
'''3.1.2.2 ¿Por qué ''antrópico''?'''<center>Si A entonces X</center>
Evidentemente,si tenemos con lo cual la “explicación” antrópica de X consiste en cuenta las austeras intenciones probar que reveló su creador, Brandon Carter,detrás se sigue necesariamente de esta denominación sólo existe la referencia al hombre como aquellaespecie cuya existencia planteaA (Alonso 1989, 87-92). Esta forma de hechoargumentación aparece sistematizada por primera vez en Aristóteles, ciertas condiciones necesarias quien entendía que la necesidad que la ciencia debe buscar enlas características del universo. No debería buscarsecosas podía darse ''a priori'', tal vezes decir desde las causas antecedentes, ningún otropropósitoy en ese caso estaríamos en un esquema afín al determinismo clásico, como no lo hay, por ejemplo, en la denominación o bien ''sapiensa posteriori''aplicada como nombre científico de la especie humana. No obstante, según la palabraha provocado tantas suspicacias y apasionamientos que el propio Carter debiódeclarar luego quecual, en vista de haber sabido los resultados que ocurriría tal alborotoalcanza algún proceso natural, habría pensadoen otro nombre (se infiere que han debido ponerse los medios ''cognizability principlehipotéticamente necesarios'') para caracterizar lo que a sujuicio no es más que una pauta de auto-selección del conocimiento tal desenlace (Carter 1983Aristóteles ''Física'' II, 9).Vamos a referirnos a esta suerte de controversia "ideológica" altratar justamente la objeción de antropomorfismo que muchos enrostran a lospartidarios del principio.
Esta consideración sobre la formalidad del AP exige algunas aclaraciones. En primer lugar, el contexto en que Aristóteles formula la ''necesidad a posteriori'' tiene que ver con la afirmación de la causalidad final, es decir la presencia de una inclinación intrínseca en la naturaleza que la conduce espontáneamente a su término perfectivo. Sin embargo, hablando estrictamente, no es inevitable reconocer la presencia efectiva de un orden finalista para poder plantear el esquema visto. En este tipo de estructura argumentativa, la percepción de un vínculo condicional no autoriza a abrir juicio sobre las causas que ''efectivamente'' ponen la condición. Así, pues, asignar improbabilidad a un cierto orden de cosas con la intención de sugerir un diseño es adjudicar al mundo alguna propiedad absoluta que excede el mero formalismo lógico, ya que la exigencia de una necesidad condicional no basta para provocar la condición.
En segundo lugar, es un error creer que, a partir de la relación de consecuencia que se funda entre la existencia humana y las características del universo, ya no queda nada más por explicar. Se ha planteado, efectivamente, que la frase de Carter ''cogito, ergo mundus talis est'' da sustento a la convicción de que el mérito del PA está, precisamente, en clausurar por completo toda especulación sobre misterios, demiurgos y designios. Semejante forma de pensar ha sido caracterizada con el título de ''filosofía antrópica'' (Craig 1987, 441).
Por elmomentoCiertamente, puede notarse podría pensarse que, en su formulación original, el la afirmación del PA habla de ''observadores''y no de hombres, pero es obvio que se trata de observadores capaces deplantearse a sí mismos como tales trivial y las cuestiones que dicha condición da alugar. En definitivaredundante, no cabe pensar sino en observadores ''inteligentes''.No es el punto discutir aquí la posibilidad o aún la probabilidad de que hayavida inteligente medida en otros rincones del universo. No obstante, resulta indudablequetodos los seres son condicionados, si bien la exclusividad del hombre como habitante personal del cosmosenfatizaría aún más la extraordinaria selectividad y refinamiento del ordennatural, que la simple comprobación de su existencia deriva en la no menos simple certificación de otros seres racionales sería un argumento favorableal PA fuerte si que las condiciones necesarias se quiere hacer hincapié en las generosas virtualidades han cumplido. ¿Qué puede haber de lanaturaleza bajo interesante al sostener que tales y cuales condiciones específicas. Si la vida inteligente proliferara enotras partes del universodeben cumplirse, la explicación basada en la presencia ya que de unatendencia natural prevalecería más nítidamente lo contrario no podríamos existir ni mucho menos reflexionar sobre aquella que invoca elfactor azar.ello?
Aquí es donde se presenta, tal vez, el rasgo más considerable del AP: que esas condiciones sean absolutamente necesarias (o casi) no significa que sean ''obvias''3.1En cualquier momento de la historia, y por muy precaria que fuese la información disponible, se hubiese aceptado sin reparos que el hombre no existiría si el universo no diera lugar a esa posibilidad.2Pero lo notable es que, a medida que avanza nuestra comprensión de la naturaleza, la conexión entre ella y el hombre se ve cada vez como más determinante.3 Formalismo Sólo en este contexto cobra sentido, por ejemplo, el aparente derroche de espacio y tiempo que se requieren para el advenimiento de la especie humana. El formalismo basado en la necesidad condicional permite, en el caso del PA''', tomar conciencia de la profunda unidad y coherencia que posee nuestro mundo, así como de la extraordinaria singularidad de la especie humana. Justamente el mérito central de la idea antrópica es poner de manifiesto un vínculo de condicionalidad no sospechado anteriormente entre el cosmos y el hombre. (Tanzella-Nitti 2002; Sanguineti 1994, 242-243).
Planteadas
en su generalidad, las diferentes formulaciones del PA no hacen más que
destacar el carácter necesario de ciertas condiciones presentes en el universo
para que resulte posible la existencia humana. Ahora bien, dado que
evidentemente el hombre existe, de ahí se deduce necesariamente la existencia
de aquellas condiciones. Así, por ejemplo, se dice que ''Si no se diera que ''las
constantes físicas asumen tal o cual valor, o la proporción de materia y
antimateria es tal, y así sucesivamente, ''entonces'' no podría existir el
hombre. En términos más abstractos
Si =====En qué sentido PA no X, entoncesno Aes explicativo=====
siendo X cualquiera Las restricciones al valor explicativo del PA habría que buscarlas, principalmente, en dos direcciones. En primer lugar, advirtiendo que, de la misma manera que no parece necesario adjudicar a todas y cada una de las características del hombre un efecto de selección antrópico, tampoco es sencillo afirmar que ''todo'' lo que hay y ''todo'' lo que ocurre en el universo está efectivamente condicionado en términos antrópicos. Las leyes naturales, al menos en el estado en que hoy las conocemos, parecen más bien sugerir un comportamiento probabilístico, tendencial, en el que la preponderancia de ciertos logros no descalifica la presencia de losfenómenos cosmológicos otros a los modo de residuos o repercusiones indiferentes al plan general. En otras palabras, las mismas razones antrópicas para justificar un universo tan dilatado en el espacio y en el tiempo son las que dan pie a la posibilidad de que ese universo no esté ''distributivamente'' ordenado a la existencia humana, sino que, por decir, sea técnicamente irrelevante el número exacto de galaxias y estrellas que lo habitan, o el porcentaje exacto en que se aplica esta argumentaciónhalla en la naturaleza un elemento químico no significativo (Alonso 1989, 126-136). De aquí  puede afirmarse que
Pero no cabe duda de que la salvedad más importante proviene de la diferencia entre el sentido gnoseológico y el sentido ontológico con que puede interpretarse este principio. Si Aentonces Xpermanecemos en la línea gnoseológica nuestra explicación se reduce a mostrar cómo el orden de las cosas, aparentemente contingente en sí mismo, se contrae a la necesidad que surge de la existencia del hombre. Estamos hablando de un sesgo definido por la peculiaridad de la condición humana. Pero no estamos aún autorizados a responder a la pregunta crucial: por qué, al fin y al cabo, el hombre existe, y, especialmente, por qué existe ''a pesar del altísimo costo que implica su existencia''. En efecto, probar que el mundo es acogedor no es lo mismo que mostrar cómo es que ha llegado a serlo. Se supone que cualquier arquitecto es capaz de emplear los mismos argumentos de coherencia para justificar cada una de las partes del diseño de una casa o un edificio, pero aún queda pendiente la cuestión acerca de la construcción misma del edificio. Por eso debemos dar paso inmediatamente al desarrollo del segundo aspecto de la interpretación del PA.
===Interpretación ontológica===
con lo cual Según esta perspectiva, el intento de diluir la fuerza del PA en una mera trivialidad omite la “explicación”antrópica debida comprensión de X consiste en probar que se sigue necesariamente las relaciones de A (Alonso1989, 87-92)causalidad. Esta forma de argumentación aparece sistematizada por primera vezen Volviendo nuevamente a Aristóteles, quien entendía puede decirse que la algunas cosas suceden bajo necesidad que la ciencia debe buscar enlas cosas podía darse condicional o ''a prioriposteriori'', es decir desde según la cual puesto un efecto se infieren necesariamente las causas antecedenteso condiciones según las cuales se produjo, mas no a la inversa. A partir de que todo lo que acontece deviene necesario con necesidad de hecho (esto es, en cuanto ha efectivamente acontecido),y en ese caso estaríamos en un esquema afín al de la extendida identificación que se hace entre causalidad y determinismo clásico, o se entiende la confusión entre el orden lógico y el ontológico. Si bien ''es posible reconstruir apodícticamente una secuencia causal aposteriori''partir del efecto último, según la cualno se sigue que esa secuencia haya acaecido necesariamente. Para ejemplificar esto,el filósofo griego habla de alguien que ingiere alimentos salados y sale de su casa en vista busca de agua para calmar la sed. Entonces se encuentra con unos ladrones que lo atacan y le dan muerte. Una cosa es explicar la causa de los resultados la muerte y otra la pretensión de inferir que alcanza algún proceso natural, se infiere todo aquel quehan debido ponerse los medios ''hipotéticamente necesarios'' para taldesenlace consuma alimentos salados acabará muerto por ladrones (Aristóteles ''FísicaMetafísica'' IIVI, 93).
De modo, pues, que no tiene cabida excusarse de una explicación de la existencia humana y de las condiciones que la hacen posible como si la secuencia causal en su conjunto no hubiese podido ser de otro modo. Lo que justamente debe hacerse notar en este momento es la diferencia capital que existe entre decir que el universo debe poseer determinadas características y decir que nosotros debemos observar en el universo solo determinadas características. No es ciertamente sorprendente que no observemos en el mundo condiciones incompatibles con nuestra existencia. Pero no por ello deja de ser sorprendente que sólo existan aquellas condiciones que son compatibles con nuestra existencia. Es obvio para cualquier hijo que no estaría aquí si sus padres no se hubiesen conocido, pero no es obvio que no hubieran podido no hacerlo. Si acaso sobrevivo a un pelotón de fusilamiento no debe sorprenderme el no estar muerto (de otro modo mal podría sorprenderme), pero es más que sorprendente que ninguno de los tiradores haya dado en el blanco. En el primer caso hay un ''modus ponendo ponens'' que involucra una proposición condicional: ''si ''me interrogo luego no estoy muerto. Lo difícil es probar la premisa que afirma el antecedente: ¿cómo es posible que, en efecto, aún esté con vida? (Sanguineti 1994, 242-243).
Estas reflexiones introductorias nos habilitan ya para plantear el interrogante fundamental que resume el aspecto ontológico del PA. Hasta ahora tenemos por cierto que el hombre existe y que su existencia implica ciertas condiciones especialísimas a escala universal que, obviamente, se cumplen. Pero también sabemos que, en función de las leyes según las cuales parece regirse el dinamismo cósmico, dichas condiciones, precisamente por ser especialísimas, son extraordinariamente improbables. Entonces, la pregunta es: ¿por qué ocurre algo cuya probabilidad ''a priori'' tiende a 0? Aquí aparecen dos líneas de respuesta posibles: si existe un universo de suyo extremadamente improbable, es porque
Estaconsideración sobre la formalidad del AP exige algunas aclaraciones. En primerlugar, el contexto en que Aristóteles formula la ''necesidad a posteriori''tiene que ver con la afirmación de la causalidad final) debe haber condiciones, es decir la presenciade una inclinación intrínseca no apreciables en la naturaleza que la conduce espontáneamente asu término perfectivo. Sin embargo, hablando estrictamente, no es inevitablereconocer la presencia efectiva de un orden finalista para poder plantear elesquema visto. En este tipo de estructura argumentativaprimera instancia, la percepción de unvínculo condicional no autoriza a abrir juicio sobre las causas que ''efectivamente''ponen la condición. Así, pues, asignar improbabilidad hagan a un cierto orden decosas con la intención de sugerir un diseño es adjudicar al mundo alguna propiedad absoluta que excede el mero formalismológico, ya que la exigencia de una necesidad condicional no basta para provocarla condición. ese universo algo más bien altamente probable;
b) en el fondo la existencia del universo no debe ser considerada como un hecho aleatorio.
La primera opción constituye lo que podríamos llamar la vertiente naturalista, que intenta subsumir el fenómeno de las grandes coincidencias cosmológicas en pautas estrictamente naturales, sin recurso alguno a la intencionalidad. La segunda alternativa conduce a la línea teleológica, que postula la presencia de un curso finalista en la organización del universo. Expondremos seguidamente ambas opciones.
En
segundo lugar, es un error creer que, a partir de la relación de consecuencia
que se funda entre la existencia humana y las características del universo, ya
no queda nada más por explicar. Se ha planteado, efectivamente, que la frase de
Carter ''cogito, ergo mundus talis est'' da sustento a la convicción de que
el mérito del PA está, precisamente, en clausurar por completo toda
especulación sobre misterios, demiurgos y designios.''' '''Semejante forma de
pensar ha sido caracterizada con el título de ''filosofía antrópica'' (Craig 1987, 441).
Ciertamente,podría pensarse que la afirmación del PA es trivial ====La vertiente naturalista y redundante, en la medidaen que todos los seres son condicionados, y que la simple comprobación de suexistencia deriva en la no menos simple certificación de que las condicionesnecesarias se han cumplido. ¿Qué puede haber de interesante al sostener quetales y cuales condiciones deben cumplirse, ya que el principio de lo contrario no podríamosexistir ni mucho menos reflexionar sobre ello? plenitud====
Aquíes donde se presenta, tal Una vez, el rasgo más considerable del AP: que esascondiciones sean absolutamente necesarias (o casi) no significa en ciencia se definen los principios hay que sean establecer ''obviascómo funcionan''.En cualquier momento de la historia, y por muy precaria que fuese lainformación disponibleesto es, cómo se hubiese aceptado sin reparos que el hombre noexistiría si el universo no diera expresan operativamente para dar lugar a esa posibilidad. Pero lo notable eslos fenómenos que, a medida que avanza nuestra comprensión se supone tratan de la naturalezaexplicar. Si se quiere tomar un ejemplo análogo, la conexiónentre ella y el hombre biología se ve cada vez como más determinante. Sólo en estecontexto cobra sentido, por ejemplo, maneja bajo el aparente derroche régimen del principio o teoría de espacio y tiempoque se requieren para el advenimiento la evolución de las especies, entendida más o menos como la tendencia de la especie humanabiósfera a derivar formas vivientes más complejas a partir de otras menos complejas. El formalismobasado Sin embargo, más allá del hecho en sí de la necesidad condicional permiteevolución, que por lo menos a grandes rasgos hoy en el caso del PAdía casi nadie cuestiona, tomar concienciasubsiste la controversia acerca de ''cómo opera la profunda unidad y coherencia que posee nuestro mundoevolución'', es decir, así como de qué manera o con arreglo a qué leyes se verifica dicha tendencia. Así aparecen las especulaciones de Lamarck sobre laextraordinaria singularidad herencia de los caracteres adquiridos, Darwin y la especie humana. Justamente el mérito centralde selección natural, Gould y los grandes saltos evolutivos, Monod y la idea antrópica es poner síntesis de manifiesto un vínculo de condicionalidad nosospechado anteriormente entre el cosmos azar y el hombre.  (Tanzella-Nitti 2002; Sanguineti 1994necesidad,242-243)etc.
Este ejemplo ofrece otra semejanza con el tema que estudiamos. Efectivamente, cuando en su momento se postuló la teoría de la evolución, sobre todo con la obra de Darwin, se generó una verdadera conmoción intelectual ya que por primera vez se concebía lo que podríamos llamar un'' mecanismo creador'', vale decir, una secuencia de procedimientos ''naturales'' capaz de engendrar orden, algo que hasta entonces sólo podía pensarse como directamente atribuible a una causa inteligente, en este caso de orden divino. Tal vez lo más fascinante que siempre tuvo esta concepción es precisamente la posibilidad de una alternativa al modelo creativo-artesanal cuya descripción según el ''Génesis'' parecía quedar superada.
En relación a la naturaleza del universo podríamos reconocer un esquema de reflexión similar: he aquí una totalidad imbuida de un fortísimo sentido de orden y armonía, a los cuales el PA puede expresar en términos de adaptación a la existencia humana. Los cálculos matemáticos que reflejan la exorbitante improbabilidad de esa configuración desacreditan de plano la actitud de encogerse de hombros como si una cualidad semejante careciese de toda relevancia. De modo que no quedan más que dos posibilidades a la vista: o bien interpretamos esto como una manifestación de la Inteligencia Divina, o bien apelamos a mecanismos naturales, esto es, a patrones de ''selectividad interna'' puramente inmanentes.
Pero aquí el problema se agrava, ya que no se trata de una selección entre diversas partes del universo, como serían las múltiples especies o individuos vivientes con sus diversos grados de adaptabilidad, sino de una selección ''de la que resulta el universo mismo''3.1Lo que es aquí verdaderamente desafiante es concebir al universo no ya como escenario de todo resultado posible, sino como un resultado en sí mismo, como algo que sea a la vez un ''producto'' (algo hecho o engendrado) pero de índole ''física '' o ''natural'' (no como obra de una Causa Trascendente).2.4 En qué sentido PA no es explicativoeste contexto aparece la hipótesis conocida como de los ''universos múltiples''.
La idea general que la inspira sería la siguiente: dado que el universo testimonia un ajuste extraordinario de sus partes a fin de hacer posible la vida y la existencia humana, y considerando impropia del discurso científico una hipótesis de diseño que conduzca a la afirmación de un Artesano Divino, debe admitirse que ''este universo'' resulta de alguna forma de selección aplicada sobre un ''conjunto de universos'', con respecto al cual tenga sentido definir las condiciones de adaptabilidad que este tiene. Debe pensarse, pues, que existen otros mundos que le den sentido a la pregunta acerca de por qué estamos en, u observamos, o simplemente existe ''este''. El enunciado genérico de la idea que acabamos de expresar puede denominarse ''principio de plenitud'': la realización de todas las posibilidades de un sistema vuelve necesaria a cada una de ellas.
El modelo más conocido corresponde a John Wheeler. Este físico y cosmólogo, creador de la expresión ''agujero negro'', ha ofrecido dos versiones sucesivas de su propuesta, que se pueden identificar respectivamente como "modelo Wheeler 1" y "modelo Wheeler 2" (Barrow y Tipler 1986, 469-471).
Lasrestricciones al valor explicativo del PA habría que buscarlas, principalmente,en dos direcciones. En primer lugar, advirtiendo que, de la misma manera que noparece necesario adjudicar a todas y cada una de las características del hombreun efecto de selección antrópico, tampoco El modelo Wheeler 1 es sencillo afirmar que conocido como ''todouniverso oscilante''lo que hay y o ''todouniverso pulsátil'' lo : como un jugador de póker que ocurre en el mezcla infinitas veces las cartas y así obtiene tarde o temprano una mano favorable, nuestro universo está efectivamentecondicionado es apenas un ensayo más en términos antrópicosuna secuencia infinita de explosiones y colapsos. Las leyes naturales, al menos Pero en el estadoen que hoy este caso no sólo se alteran las conocemos, parecen más bien sugerir condiciones iniciales de un comportamientoprobabilísticoinicio a otro, tendencial, en sino también las mismas leyes físicas. La aplicación de las leyes cuánticas imprime el rasgo de aleatoriedad que la preponderancia garantiza una variación indefinida de ciertos logros nodescalifica la presencia de otros a modo de residuos o repercusionesindiferentes al plan generalcuadros cosmológicos, sobre el cual tendrían vigor los razonamientos antrópicos. En otras palabras, las mismas razones antrópicaspara justificar "nuestro" universo sería un universo tan dilatado en el espacio y en el tiempo ciclo cuyos parámetros de conformación son lasque dan pie a la posibilidad de que ese universo no esté ''distributivamente''ordenado a estrictamente compatibles con la existencia vida humana, sino quey si bien dicha compatibilidad resulta extraordinariamente improbable, por decir, sea técnicamenteirrelevante el número exacto de galaxias y estrellas no es sorprendente que lo habitan, aparezca tarde o elporcentaje exacto temprano en que se halla en la naturaleza un elemento químico nosignificativo (Alonso 1989, 126-136)una secuencia ilimitada de ensayos.
PeroCon respecto al modelo Wheeler 2, se trata de una aplicación del principio cuántico según el cual la trayectoria de las partículas no cabe duda se define de acuerdo a parámetros lineales, sino en términos probabilísticos. La ecuación de onda '''Ψ''' genera no una sino infinitas soluciones que permanecen indeterminadas ''hasta que la salvedad más importante proviene onda colapsa por la intervención del observador''. Ahora bien, si cada acto de observación define la diferencia entreel sentido gnoseológico y el sentido ontológico con trayectoria de una partícula, define también todos los procesos causales que puede interpretarseeste principio. Si permanecemos en la línea gnoseológica nuestra explicación sereduce desencadenan a mostrar cómo el orden partir de las cosasella y, aparentemente contingente en mismoúltima instancia, se contrae a la necesidad que surge de la existencia define un curso posible del hombreuniverso entero. Estamoshablando de Más simplemente, determina un sesgo definido por la peculiaridad de la condición humanauniverso completo. Perono estamos aún autorizados a responder Los distintos universos definidos a partir de la pregunta crucial: "fragmentación" provocada por qué, al fin yal cabo, el hombre existe, y, especialmente, por qué existe la observación no constituyen meras posibilidades lógicas o estados potenciales sino bifurcaciones ''a pesar delaltísimo costo que implica su existenciareales''. En efecto, probar que el mundo esto esacogedor , no es lo mismo que mostrar cómo es que ha llegado a serloconstituidas por observaciones. Se suponeque cualquier arquitecto es capaz No hay en este caso un colapso de emplear los mismos argumentos decoherencia para justificar cada una la función de onda que deja definitivamente inhabilitadas todas las partes del diseño de posibilidades menos una casa o unedificio, pero aún queda pendiente la cuestión acerca sino una multiplicación indefinida de la construcción mismadel edificio. Por eso debemos dar paso inmediatamente al desarrollo del segundoaspecto de la interpretación del PAuniversos totalmente incomunicados entre sí.
'''3Este proceso de fragmentación, planteado desde el Big Bang mismo, da origen a múltiples universos con enormes diferencias entre sí: tasa de expansión, turbulencia, nivel de las fuerzas básicas, etc. De esta manera puede justificarse aun un mundo extremadamente improbable como el nuestro, apto para la vida, pues no es más que una ramificación finísima del árbol de posibilidades. Es en este contexto donde cabe aplicar el PA: el universo que observamos no puede sino satisfacer las condiciones que supone la existencia de observadores.2 Interpretación ontológica'''
Es el propio Wheeler quien, llevando hasta el extremo la conjetura sobre la relación entre el universo y el acto de observación, formula por la misma época el llamado '''<br>'Principio Antrópico Participatorio'': “Los observadores son necesarios para que llegue a existir el universo” (Barrow y Tipler 1986, 22). Esta formulación pretende ser una aplicación a escala cosmológica de la interpretación de Copenhague de la física cuántica, de acuerdo con la cual la no decidibilidad de un sistema esencialmente probabilístico sólo puede quebrantarse a partir del acto de observación que afecta intrínsecamente a la naturaleza de lo observado. La realidad misma de lo que vemos es, en última instancia, una resultante del acto de un observador que, al completar por así decirlo la dupla sujeto-objeto, le confiere su sustento (Comitti 2011, 1504-4).
En líneas generales, predomina la sensación de que estos ensayos pretenden, a toda costa, soslayar la instancia metafísica, y en especial la idea de un Agente trascendente y una finalidad constitutiva. Algunos asumen esta hipótesis como un caso más de la filosofía antrópica: lo que ella pretende no es explicar nada, sino eliminar la necesidad de una explicación (Smart 1987, 118).
En un plano más epistemológico sobresalen dos reproches: por una parte, la imposibilidad de corroborar estos modelos, (salvo quizás el caso de los universos oscilantes) habida cuenta de que solo tiene sentido la distinción entre universos cuando no existe ninguna forma de interacción física entre ellos por medio de la cual podría obtenerse información acerca de su existencia. Por otro lado, en estas conjeturas se produce una abierta violación de la navaja de Ockham. Si una teoría científica debe escogerse entre otras por el menor número de supuestos y elementos a combinar, tal como este principio lo recomienda, está claro que no se puede ir más lejos de esta norma que al invocar la existencia de infinitos mundos (o de infinitas regiones heterogéneas en el universo, lo que para el caso no importa). Parece una petición excesivamente pretenciosa (Hacking 1987).
Según
esta perspectiva, el intento de diluir la fuerza del PA en una mera trivialidad
omite la debida comprensión de las relaciones de causalidad. Volviendo
nuevamente a Aristóteles, puede decirse que algunas cosas suceden bajo necesidad
condicional o ''a posteriori'', según la cual puesto un efecto se infieren
necesariamente las causas o condiciones según las cuales se produjo, mas no a
la inversa. A partir de que todo lo que acontece deviene necesario con
necesidad de hecho (esto es, en cuanto ha efectivamente acontecido), y de la
extendida identificación que se hace entre causalidad y determinismo, se
entiende la confusión entre el orden lógico y el ontológico. Si bien es posible
reconstruir apodícticamente una secuencia causal a partir del efecto último, no
se sigue que esa secuencia haya acaecido necesariamente. Para ejemplificar esto,
el filósofo griego habla de alguien que ingiere alimentos salados y sale de su
casa en busca de agua para calmar la sed. Entonces se encuentra con unos
ladrones que lo atacan y le dan muerte. Una cosa es explicar la causa de la
muerte y otra la pretensión de inferir que todo aquel que consuma alimentos
salados acabará muerto por ladrones (Aristóteles ''Metafísica ''VI, 3).
Demodo, pues, que no tiene cabida excusarse de una explicación de la existenciahumana y de las condiciones que la hacen posible como si la secuencia causal ensu conjunto no hubiese podido ser de otro modo. Lo que justamente debe hacersenotar en este momento es la diferencia capital que existe entre decir que el universodebe poseer determinadas características y decir que nosotros debemos observaren el universo solo determinadas características. No es ciertamentesorprendente que no observemos en el mundo condiciones incompatibles connuestra existencia. Pero no por ello deja de ser sorprendente que sólo existanaquellas condiciones que son compatibles con nuestra existencia. Es obvio paracualquier hijo que no estaría aquí si sus padres no se hubiesen conocido, perono es obvio que no hubieran podido no hacerlo. Si acaso sobrevivo a un pelotónde fusilamiento no debe sorprenderme el no estar muerto (de otro modo malpodría sorprenderme), pero es más que sorprendente que ninguno de los tiradoreshaya dado en el blanco. En el primer caso hay un ''modus ponendo ponens''que involucra una proposición condicional: ''si ''me interrogo luego no estoymuerto. Lo difícil es probar la premisa que afirma el antecedente: ¿cómo esposible que, en efecto, aún esté con vida?  (Sanguineti 1994, 242-243).====La vertiente teleológica====
La inobjetable capacidad del intelecto humano para descubrir, y eventualmente explicar y producir orden, lo ha llevado espontáneamente, y desde tiempos muy lejanos, a la intuición de que la totalidad de las cosas, el universo mismo, es un escenario altamente organizado y diseñado con extremo cuidado y perfección. Y, dando apenas unos pasos más, ha abrazado la convicción de que ese orden maravilloso lo tiene a él mismo por destinatario, de modo que todas las cosas sirven al propósito de hacer posible la existencia humana y se subordinan a las exigencias de su desarrollo vital.
En este contexto, no resulta para nada sorprendente la predisposición de muchos a considerar el PA como un signo privilegiado de la configuración teleológica del universo. En la medida en que se acepta la existencia de causas finales bajo ciertas evidencias, el testimonio empírico que alimenta al PA es quizá de los más elocuentes con que sea posible contar. En otras palabras, así como el PA no hace falta para probar que el universo tiene un diseño, pues acabamos de ver que esta idea pertenece a una tradición consolidada, sí es bienvenido como recurso para persuadir a quienes todavía no admiten el orden finalista.
Estasreflexiones introductorias nos habilitan ya Nunca antes en la historia se habían acumulado datos tan numerosos, precisos y relevantes para plantear avalar esta concepción. En efecto, como lo ha destacado Tanzella-Nitti (2002), los rasgos antrópicos del universo no son reductibles a un hipotético mecanismo puramente eficiente y ciego, como lo es hasta cierto punto la selección natural en el interrogantefundamental caso de la evolución de las especies vivientes. Dado que resume , por otra parte, dichos rasgos no están localizados en un ámbito o nivel restringido, sino que involucran a ''todo el aspecto ontológico universo'', la presunta existencia de esa causalidad subyacente exigiría postular una suerte de Teoría del PATodo (TOE según la sigla en inglés) o Teoría de la Gran Unificación (GUT). Hasta ahora tenemos porcierto que Pero precisamente una teoría semejante ya perdería su estatus de enunciado científico y pasaría a ser un asunto propio de la filosofía. Hoy se tiende a diferenciar, cuando se habla de finalidad, entre el hombre existe fin tomado como término o perfección extrínseca de una actividad, y la tendencia intrínseca que su existencia implica ciertas condicionesespecialísimas poseen los agentes para ordenarse a escala universal esa perfección (Artigas 1992, 400-404). El reconocimiento de la dimensión tendencial en la naturaleza es difícilmente discutible en la medida en queaparece expresada cada vez que se enuncia una ley física o se describe una conducta viviente. Los problemas aparecen cuando se asocia la concepción finalista con otros planteos que no guardan una vinculación necesaria con ella. Así, obviamentepor ejemplo, se cumplen. Pero tambiénsabemos presume que, al haber surgido en función una época más propensa a admitir el modelo determinista de las leyes según las cuales parece regirse la causalidad, esta doctrina pierde sustento con eldinamismo cósmicoderrumbe de ese modelo. Sin embargo, dichas condicioneslo que la filosofía clásica nos permite descubrir es que, precisamente justamente por su condición intrínseca a las cosas, la tendencia teleológica participa de todas las limitaciones que impone la finitud del ser especialísimasque actúa, sonextraordinariamente improbablesy así no debemos creer que esa tendencia sea incapaz de expresarse por caminos no determinados (como es el caso clarísimo de la libertad humana). EntoncesSi partimos de la aceptación cada vez más firme de la perspectiva evolutiva del cosmos, resulta claro que, más allá de las marchas y contramarchas, de las catástrofes y “pasos en falso” que hay o parece haber habido en la pregunta es: ¿por qué ocurre algocuya probabilidad ''a priori'' tiende a 0? Aquí aparecen dos líneas de respuestaposibles: si existe evolución, hay una direccionalidad global que se va imponiendo inexorablemente. De modo que podría admitirse, en el orden particular, un universo margen más o menos amplio de suyo extremadamente improbablecoincidencias y productos accidentales, es porquesin perjuicio de la orientación definitiva del conjunto.
Pero más allá de estas anotaciones básicas sobre el problema de la finalidad en la naturaleza, lo que merece destacarse del PA es el lugar protagónico que asume el hombre en la economía universal. La verdadera potencia de este principio consiste en mostrar hasta qué punto llega la direccionalidad de las cosas en relación al hombre. Así como la mentalidad pre-copernicana confundía la jerarquía ontológica con supuestos privilegios topográficos asociados por otra parte a) debe haber condicionesla concepción euclídea del espacio, noapreciables el principio copernicano también se apresura en primera instanciareducir la jerarquía del hombre ''por razones geométricas''. Sin embargo, el redescubrimiento de la centralidad del hombre a partir de una dimensión más profunda arroja una intensa luz sobre su propia condición y el puesto que hagan a ese le cabe en el universo algo más bienaltamente probable. En tal sentido, el PA merece ser aprovechado en todo el alcance de su mensaje: no sólo reafirma la armonía y diseño del cosmos, sino que pone al hombre como clave de bóveda de todo lo visible (Sanguineti 1994, 245-246; Velázquez Fernández 2005, 95-108;Khrapko 2003, Olum 2004).
b) en el fondo la existencia del
universo no debe ser considerada como un hecho aleatorio.
==Cuestiones epistemológicas==
A partir de las observaciones efectuadas a nivel filosófico con respecto al PA, surgen algunos puntos complementarios que tienen que ver más directamente con la lógica del discurso científico. Para empezar, hay que advertir que la cosmología como ciencia de la totalidad del universo no ha resuelto aún algunas controversias que afectan a la definición de su objeto, su método y sus supuestos. Cuestiones tales como la singularidad, la contingencia y la evolución del universo tienen impacto directo en la posibilidad de legitimar un conocimiento científico acerca de él y sugieren posiciones precavidas cuando se discuten problemáticas de fondo, como el caso del PA. Pero también pueden señalarse problemas que afectan a este principio en especial, más allá de su adscripción a la cosmología. Nos dedicaremos a tres de ellos: la validez de un modelo teleológico, la capacidad de predicción, y consiguientemente de falsación, del principio, y su supuesto antropocentrismo.
Laprimera opción constituye lo que podríamos llamar El primer punto es si, una vez aceptada la existencia de causas finales por razones filosóficas, la vertiente naturalistaciencia misma tiene derecho a valerse de ellas. Es decir si, queintenta subsumir bajo el fenómeno supuesto de que existan verdaderos propósitos o tendencias en las grandes coincidencias cosmológicas enpautas estrictamente naturalescosas, sin recurso alguno le cabe a la intencionalidadciencia positiva introducirlos como hipótesis explicativas. Lasegunda alternativa conduce a Hablando más concretamente, ¿puede la cosmología, sin perder su carácter de ciencia, invocar como explicación de fenómenos tales como la línea teleológicaisotropía, la edad del universo o la formación del carbono la afirmación de que postula “eso es lo más conveniente para que se produzca la presencia aparición del hombre”? ¿Es lícito postular una direccionalidad universal animada por el proyecto deun curso finalista en alcanzar la organización del universo. Expondremos seguidamenteambas opciones.especie humana?
'''3Hay que convenir en que la ciencia moderna surgió con el empeño de dar la espalda a cualquier argumento teleológico, poniendo toda la carga explicativa en la línea de las causas eficientes y el modelo de la necesidad mecánica. Hoy por hoy existe una mayor permeabilidad por parte de los biólogos, ya que en ese ámbito resulta imposible reducir el carácter específico de lo viviente a presupuestos puramente mecanicistas.2Pero en el orden de la física tanto la noción de sustancia como la de finalidad aparecen diluidas.1 La vertiente naturalista norma lógica va de un estado dado de un sistema a otro estado, por aplicación de ecuaciones diferenciales, yeso parece ser todo lo que hace falta. Sin embargo, hay testimonios históricos que permiten descubrir la posibilidad de otro encuadre para la justificación de los fenómenos naturales. Se trata de aquellas leyes cuyo descubrimiento se debió a la suposición de algún principio discriminatorio, de alguna pauta de selectividad o de optimización (cálculo de variaciones). Así Fermat pudo establecer el principio de plenitud'''la refracción de la luz, Maupertuis corrigió a Leibniz en su teoría sobre el choque de los cuerpos elásticos y Euler estableció la generalización de que la naturaleza obra siempre según lo máximo o lo mínimo.
Unavez Por este motivo se ha equilibrado la discusión hasta el punto de encontrar vertientes epistemológicas que en de ninguna manera desautorizan a la ciencia para proceder conforme a “normas de calidad preestablecidas”. Sin comprometerse con la cuestión metafísica, se definen los principios hay declara viable una línea de investigación que establecer asuma el ''cómofuncionansupuesto'', esto es, cómo se expresan operativamente para dar lugar de que las cosas responden a losfenómenos que se supone tratan de explicar. Si se quiere tomar un ejemploanálogofines, la biología aunque se maneja bajo el régimen del principio o teoría de mantiene laevolución exigencia de que las especies, entendida más o menos como la tendencia de labiósfera conclusiones a derivar formas vivientes más complejas que se llegue a partir de otras menoscomplejas. Sin embargo, más allá del hecho en sí de la evolución, que por lomenos a grandes rasgos hoy en día casi nadie cuestiona, subsiste lacontroversia acerca de ese ''cómo opera la evolucióncomo si'', es decir, de qué manerao con arreglo queden sometidas a qué leyes se verifica dicha tendenciaprueba experimental. Así aparecen lasespeculaciones de Lamarck sobre la herencia de los caracteres adquiridos,Darwin y la selección natural, Gould y los grandes saltos evolutivos, Monod yla síntesis de azar y necesidadPodríamos denominarlo una metodología heurística (Zycinski 1987, etc325-326).
Esteejemplo ofrece otra semejanza con el tema Al considerar este asunto, Alonso (1989, 133 y 136) defiende la argumentación antrópica mostrando que estudiamos. Efectivamente, cuandoen su momento aplicación no se postuló la teoría de la evolucióncircunscribe a hechos del pasado, sobre todo con la obra de Darwincomo son las condiciones iniciales del universo,se generó una verdadera conmoción intelectual ya sino que también intenta justificar por primera vez seconcebía lo que podríamos llamar unqué algunas propiedades '' mecanismo creadoractuales''están sesgadas por la presencia del observador humano. Así mismo, vale decir, unasecuencia de procedimientos afirma que la validez del formalismo retrodictivo o ''naturalesa posteriori'' capaz no depende de engendrar ordenla connotación antrópica, algo sino quehasta entonces sólo podía pensarse como directamente atribuible a una causainteligente, podría emplearse en este caso de orden divino. Tal vez lo más fascinante quesiempre tuvo esta concepción es precisamente la posibilidad de una alternativaal modelo creativo-artesanal cuya descripción según el ''Génesis'' parecía quedar superadacualquier otro contexto.
Merece apuntarse aquí, aunque sea brevemente, la concepción de Mariano Artigas acerca de los supuestos de la ciencia. Para este autor existe un fuerte vínculo de condicionalidad entre la actividad científica y un contexto epistemológico y metafísico caracterizado por la inteligibilidad del orden cósmico y nuestra capacidad natural para desentrañarla. Pero a la vez la ciencia, al apoyarse en esos supuestos, contribuye a su mejor comprensión. Cabe decir, entonces, que el PA suministra un escenario mucho más refinado para establecer de qué modo opera la teleología de la naturaleza (Artigas 2000, 75).
El segundo punto se refería a la capacidad predictiva del PA. En general los investigadores lo ven estéril bajo ese ángulo. Sin embargo, Carr y Rees plantean la situación en términos provisionales (1979, 612), y si volvemos a examinar el formalismo de la explicación no aparece inconveniente para que en algún momento esas predicciones y sus eventuales corroboraciones se verifiquen. Hay muchas perspectivas a partir del conocimiento de nuevos rasgos específicos de la naturaleza humana que podrían desembocar en la exigencia de condiciones hasta el presente no advertidas.
Enrelación a la naturaleza del universo podríamos reconocer cuanto al antropomorfismo, se trata de un esquema cargo que se han ocupado dereflexión similar: he aquí poner sobre el tapete los defensores acérrimos del principio copernicano. Para ellos debe mantenerse una totalidad imbuida de un fortísimo sentido de ordeny armoníaasepsia metodológica que elimine cualquier referencia protagónica hacia el hombre, no solo por la tendencia natural que tenemos a poner las cosas bajo nuestra medida, sino por los cuales cuantiosos daños que esa actitud generó en el PA puede expresar en términos conocimiento objetivo durante muchos años. Considerando que somos también nosotros “polvo de adaptación estrellas” y que no nos asiste ningún privilegio con respecto a las leyes físicas (ninguna piedra nos perdonará laexistencia humana. Los cálculos matemáticos que reflejan vida si la gravedad la exorbitanteimprobabilidad de esa configuración desacreditan precipita sobre nuestra cabeza) esta supuesta coordinación benefactora de plano la actitud deencogerse de hombros como si una cualidad semejante careciese de todarelevancia. De modo que habla PA podría no quedan ser más que dos posibilidades a la vista: o bieninterpretamos esto como una manifestación de la Inteligencia Divina, o bien apelamosa mecanismos naturales, esto es, a patrones de ''selectividad interna ''puramente inmanentesilusión (Atkins 1995).
Peroaquí el problema se agravaSin embargo, ya hay que empezar por admitir que no se trata es concebible aquella perspectiva de una selección la objetividad según la cual existe plena independencia entre diversaspartes del universo, lo observado y el observador. El mundo ya no es más como serían las múltiples especies una película de cine o individuos vivientescon sus diversos grados de adaptabilidaduna fotografía, sino en las cuales nada de una selección ''lo que ocurre se ve afectado por nuestro acto de observación. Y no nos referimos solamente a la interacción queresulta supone el universo mismo''acto de observación, tema que ha puesto de manifiesto la física cuántica pero que tal vez podría minimizarse a escala macroscópica. Lo Estamos diciendo que es aquí verdaderamente desafiante esconcebir al universo no ya como escenario de todo resultado posibleobservar la naturaleza también nos observamos a nosotros, sino comoun resultado en sí mismo, como algo que sea nosotros también somos naturaleza y que es completamente válido llegar a veces a afirmaciones sobre el mundo a la vez un ''producto'' (algohecho o engendrado) pero partir de índole ''física '' o ''natural'' una experiencia interna (que no como obra de es lo mismo que una CausaTrascendenteexperiencia subjetiva). En este contexto aparece la hipótesis conocida como de los ''universos múltiples''.
Por su parte, Alonso defiende al PA de esta acusación ya que la razón por la que se pone al hombre en referencia a las características del universo son las propiedades ''físicas'' del cuerpo humano, aquello que guarda homogeneidad con el resto del mundo material, y por lo tanto no se apela a ningún juicio de valor. El PA solo dice que si se pretende llegar a un producto natural como es el cuerpo humano, se requieren de tales y cuales condiciones específicas de orden espacio-temporal. La sofisticación de esas condiciones no debe entenderse como un homenaje a la dignidad humana, sino la consecuencia lógica del alto nivel de desarrollo y complejidad que encontramos, sin prejuicio alguno, en nuestro propio cuerpo (Alonso 1989, 138).
Laidea general que la inspira sería la siguiente: dado que el universo testimoniaun ajuste extraordinario de sus partes a fin de hacer posible la vida y laexistencia humana, y considerando impropia del discurso científico unahipótesis de diseño que conduzca a la afirmación de un Artesano Divino, debeadmitirse que ''este universo'' resulta de alguna forma de selecciónaplicada sobre un ''conjunto de universos'', con respecto al cual tengasentido definir las condiciones de adaptabilidad que este tiene. Debe pensarse,pues, que existen otros mundos que le den sentido a la pregunta acerca de porqué estamos en, u observamos, o simplemente existe ''este''. El enunciadogenérico de la idea que acabamos de expresar puede denominarse ''principio de plenitud'': larealización de todas las posibilidades de un sistema vuelve necesaria a cadauna de ellas. ==Resonancias teológicas==
El Concilio Vaticano II ha dejado, entre tantos frutos, una puerta abierta y una vigorosa llamada hacia el diálogo de la Iglesia con la cultura contemporánea. Una de las expresiones más elocuentes de ese espíritu de apertura ha sido, sin duda, el estímulo a la interacción entre ciencia y teología, con un notable despliegue en las últimas décadas. La predisposición a ese encuentro no ha surgido solamente desde el ámbito religioso. Los propios científicos han llegado con sus últimos avances a un nivel de profundidad en el conocimiento de lo real que, inevitablemente, suscita interpelaciones que van más allá de sus dominios. Incluso en aquellos círculos intelectuales de inclinación más bien agnóstica se aprecia una mayor predisposición para tener en cuenta ciertos aspectos de la problemática científica que conducen directa o indirectamente hacia temáticas trascendentes.
Son varias las especialidades desde las cuales se ha dado lugar a un escenario de discusión interdisciplinar. La cosmología ocupa un espacio destacado, sobre todo a partir de las diversas propuestas acerca del origen del universo, entre las que sobresale la denominada teoría del Big Bang. El intento de dar una explicación puramente científica acerca de la aparición del mundo desde un supuesto tiempo inicial potenció en forma significativa la polémica acerca de si aquella “gran explosión” de los comienzos exige, o más bien suprime, la intervención creadora de Dios. Aunque el PA tiene un carácter algo más sofisticado, ha sido un aporte en esa misma línea, y representa hasta hoy un desafío provocativo para los estudiosos de la ciencia sagrada. En esta última sección se propondrán algunos avances sobre ese punto.
El modelomás conocido corresponde a John WheelerLa Biblia declara con nitidez el puesto central del hombre (''Gen. Este físico '' 1, 26 y 2,7; ''Salmo'' 8, 5-9), y así lo ha entendido la tradición, ya desde la Patrística y cosmólogoen especial en la escuela de Capadocia, creador donde aparece la idea de laexpresión persona humana como ''agujero negromicrocosmos''. Esta concepción antropocéntrica ha sido sistematizada por Santo Tomás de Aquino (cf. ''Suma Contra Gentiles'' III, 22 y 112; ''Compendium Theologiae'' c. 148). El Magisterio más reciente ha ofrecidodos versiones sucesivas querido poner de su propuesta, que se pueden identificar respectivamenterelieve esa característica como "modelo Wheeler 1" un privilegio y "modelo Wheeler 2" a la vez una responsabilidad en la custodia de la creación (Barrow yTipler 1986, 469-471cf. Francisco ''Laudato Si'').
Esa afirmación, inapropiadamente entendida, fue alguna vez un obstáculo para la aceptación de algunas teorías científicas fundamentales, como el heliocentrismo copernicano y la evolución de las especies. El quiebre de la relación entre religión y ciencia condujo finalmente al reduccionismo positivista. Si bien el principio copernicano no cuestiona las convicciones religiosas (más bien contribuye a comprenderlas en un nivel superior de madurez), fue históricamente asociado a un rechazo de la fe, o al menos a una completa separación entre lo religioso y lo racional. En el siglo XX, la Iglesia Católica tuvo una actitud más receptiva, procurando una mayor integración de los aportes de la ciencia con la reflexión teológica. Al mismo tiempo, sostuvo con firmeza la idea original de la centralidad del hombre, rechazando la pretensión de un naturalismo para el cual la especie humana es un habitante más del universo, producto del juego fortuito de causas de orden meramente físico-químico.
A medida que se fueron superando las tensiones entre la ciencia y la teología, la convergencia de los procesos naturales hacia el surgimiento del hombre fue tomada como un signo del plan providencial de Dios que se consuma en una criatura hecha a Su imagen y semejanza. Al mismo tiempo, esta renovada visión teológica del hombre como síntesis y acabamiento del cosmos se desplazó hacia el área de la cristología. En la medida en que la persona de Cristo asume lo humano, se plantea una lectura de la Encarnación que involucra también al universo entero (''Colosenses'' 1, 15-17).
Elmodelo Wheeler 1 es conocido como ''universo oscilante ''o ''universopulsátil'': como un jugador Ya desde el medioevo se plantea el debate entre la escuela dominicana y la franciscana  acerca del motivo de póker que mezcla infinitas veces las cartas yasí obtiene tarde o temprano una mano favorablela Encarnación. Para Duns Scoto, nuestro universo es apenas unensayo más en una secuencia infinita eminente representante de explosiones y colapsos. Pero esta última, tal motivo no radica en estecaso no sólo se alteran las condiciones iniciales la misión redentora del Hijo de un inicio a otroDios, sinotambién las mismas leyes físicas. Laaplicación de las leyes cuánticas imprime en llevar a su plenitud el rasgo gesto amoroso de aleatoriedad quegarantiza una variación indefinida de cuadros cosmológicos, sobre el cualtendrían vigor los razonamientos antrópicosDios realizado en la creación. En otras palabras,"nuestro" universo sería un ciclo cuyos parámetros aunque el hombre no hubiera pecado, el Verbo se habría encarnado de conformaciónson estrictamente compatibles con todas formas para dar cumplimiento a la vida humanamanifestación gloriosa del Padre. Más que pensar a Cristo en función del universo, y si bien dichacompatibilidad resulta extraordinariamente improbable, no es sorprendente el universo el queaparezca tarde o temprano debe ser pensado en una secuencia ilimitada de ensayosvistas a Cristo (Tanzella-Nitti 2002).
Ahora bien, esta perspectiva parece minimizar la figura de Cristo como vértice de la historia y culminación del plan de salvación. En ese contexto sale al cruce una de las figuras más destacadas de la teología del siglo XX, considerado el iniciador de la “cristología cósmica”: Pierre Teilhard de Chardin. Su obra está basada en la figura de Cristo como “punto Omega” del devenir evolutivo de la creación. Partiendo del nuevo paradigma científico que plantea al universo en clave histórica, Teilhard considera que todo el orden natural está orientado hacia la plenitud realizada en la figura de Cristo. No obstante, la propuesta del pensador jesuita parece haber descuidado hasta cierto punto la fuerza del misterio del pecado y el acontecimiento de la Muerte y Resurrección de Cristo. Ahora bien, como lo hace notar Jean-Michel Maldamé (1993),  del mismo modo en que la creación del alma espiritual es irreductible a la evolución de la materia y sin embargo está en continuidad con el proceso de autorrealización del dinamismo creador, puede afirmarse que el misterio de la Resurrección constituye un acto sobrenatural pero que, en lenguaje paulino, significa la redención de todo el orden cósmico que se recapitula en Cristo. A través de estos breves comentarios se intenta mostrar las virtualidades que ofrece el PA para una proyección desde lo antropocéntrico hacia lo cristocéntrico (Tanzella-Nitti, 2002).
Tal vez la gran paradoja del PA sea el hecho de que las mismas leyes que expresan el “ajuste finísimo” bajo el cual es posible la existencia humana sean a su vez las que establezcan, en un tiempo suficientemente prolongado, la disolución de las condiciones actuales de nuestra existencia y, por lo tanto, la segura desaparición de nuestra especie. La afirmación según la cual el universo existe por causa del hombre se desvanece al comprobar que las mismas premisas en que se apoya sirven a la larga para demostrar lo contrario. De aquí se desprende el aporte de la teología que, en consonancia con los misterios escatológicos, propone asumir la fugacidad de la historia humana y su perspectiva de destrucción en relación al misterio pascual de la transformación de todas las cosas para dar lugar a “un nuevo Cielo y una nueva Tierra”.
Conrespecto al modelo Wheeler 2Para finalizar, digamos que el diálogo entre ciencia y teología que se trata despliega en nuestra época constituye en sí mismo un tema de análisis que ha inspirado una aplicación del principio cuánticosegún el cual la trayectoria de copiosa bibliografía. Entre las partículas no propuestas aparecidas se define de acuerdo aparámetros lineales, sino en términos probabilísticos. La ecuación encuentra el concepto de onda ''consonancia'Ψ'''genera , introducido por Ernan McMullin (1981) y luego explicitado por John Polkinghorne (2002). Se trata de un enfoque que procura establecer un vínculo equilibrado entre el campo científico y el de la teología, evitando soluciones extremas o simplistas, como el concordismo o, en el otro extremo, los “magisterios no una sino infinitas soluciones que permanecen indeterminadas ''hastasolapados” de Stephen Gay Gould. Para salvaguardar al mismo tiempo la autonomía de los saberes y la unidad profunda de la verdad acerca de la realidad, se habla de consonancia como un criterio que indica la onda colapsa por coherencia, compatibilidad o congruencia entre una teoría científica y la intervención visión general del observadormundo que corresponde a la fe.'' Ahora bienEn tal sentido es posible y válido, si cadaacto desde el punto de observación define vista epistemológico, examinar la trayectoria de no contradicción entre ambos enfoques (digamos una partícula, define tambiéntodos los procesos causales consonancia “débil”) e inclusive la armonía o compaginación que cabría establecer cuando la perspectiva científica y la teológica se desencadenan comparan parte a partir parte. Así, por ejemplo, las teorías que invocan una presencia destacada de ella ylos factores aleatorios, como en últimainstancia, define un curso posible el caso del universo entero. Más simplementeneodarwinismo, determina representarían un universocompleto. Losdistintos universos definidos a partir caso de consonancia débil ya que, según lo ha establecido la "fragmentación"provocada por reflexión teológica, el gobierno divino de la observación creación no constituyen meras posibilidades lógicas oestados potenciales sino bifurcaciones ''reales''excluye la intervención de causas azarosas. En cambio, esto es, no constituidaspor observaciones. No hay en este caso un colapso el PA tiene una elevada carga de contenido empírico que subraya con énfasis la función impronta de onda quedeja definitivamente inhabilitadas todas las posibilidades menos unacentralidad del hombre revelada por la visión cristiana, sino unamultiplicación indefinida y podría considerarse en tal sentido como un ejemplo claro de universos totalmente incomunicados entre síconsonancia “fuerte” (Beltrán 2010).
Este
proceso de fragmentación, planteado desde el Big Bang mismo, da origen a
múltiples universos con enormes diferencias entre sí: tasa de expansión, turbulencia,
nivel de las fuerzas básicas, etc. De esta manera puede justificarse aun un
mundo extremadamente improbable como el nuestro, apto para la vida, pues no es
más que una ramificación finísima del árbol de posibilidades. Es en este
contexto donde cabe aplicar el PA: el universo que observamos no puede sino
satisfacer las condiciones que supone la existencia de observadores.
==Bibliografía==
 Es elpropio Wheeler quien, llevando hasta el extremo la conjetura sobre la relaciónentre el universo y el acto de observación, formula por la misma época elllamado ''Principio Antrópico Participatorio'': “Los observadores son necesarios para que llegue a existir el universo”(Barrow y Tipler 1986, 22). Esta formulación pretende ser una aplicación aescala cosmológica de la interpretación de Copenhague de la física cuántica, deacuerdo con la cual la no decidibilidad de un sistema esencialmenteprobabilístico sólo puede quebrantarse a partir del acto de observación queafecta intrínsecamente a la naturaleza de lo observado. La realidad misma de loque vemos es, en última instancia, una resultante del acto de un observadorque, al completar por así decirlo la dupla sujeto-objeto, le confiere susustento (Comitti 2011, 1504-4).  Enlíneas generales, predomina la sensación de que estos ensayos pretenden, a todacosta, soslayar la instancia metafísica, y en especial la idea de un Agentetrascendente y una finalidad constitutiva. Algunos asumen esta hipótesis comoun caso más de la filosofía antrópica: lo que ella pretende no es explicarnada, sino eliminar la necesidad de una explicación (Smart 1987, 118). En unplano más epistemológico sobresalen dos reproches: por una parte, la imposibilidadde corroborar estos modelos, (salvo quizás el caso de los universos oscilantes)habida cuenta de que solo tiene sentido la distinción entre universos cuando noexiste ninguna forma de interacción física entre ellos por medio de la cualpodría obtenerse información acerca de su existencia. Por otro lado, en estasconjeturas se produce una abierta violación de la navaja de Ockham. Si unateoría científica debe escogerse entre otras por el menor número de supuestos yelementos a combinar, tal como este principio lo recomienda, está claro que nose puede ir más lejos de esta norma que al invocar la existencia de infinitosmundos (o de infinitas regiones heterogéneas en el universo, lo que para elcaso no importa). Parece una petición excesivamente pretenciosa (Hacking 1987). '''3.2.2. La vertiente teleológica''' Lainobjetable capacidad del intelecto humano para descubrir, y eventualmenteexplicar y producir orden, lo ha llevado espontáneamente, y desde tiempos muylejanos, a la intuición de que la totalidad de las cosas, el universo mismo, esun escenario altamente organizado y diseñado con extremo cuidado y perfección.Y, dando apenas unos pasos más, ha abrazado la convicción de que ese ordenmaravilloso lo tiene a él mismo por destinatario, de modo que todas las cosassirven al propósito de hacer posible la existencia humana y se subordinan a lasexigencias de su desarrollo vital. Eneste contexto, no resulta para nada sorprendente la predisposición de muchos aconsiderar el PA como un signo privilegiado de la configuración teleológica deluniverso. En la medida en que se acepta la existencia de causas finales bajociertas evidencias, el testimonio empírico que alimenta al PA es quizá de losmás elocuentes con que sea posible contar. En otras palabras, así como el PA nohace falta para probar que el universo tiene un diseño, pues acabamos de verque esta idea pertenece a una tradición consolidada, sí es bienvenido comorecurso para persuadir a quienes todavía no admiten el orden finalista.  Nuncaantes en la historia se habían acumulado datos tan numerosos, precisos yrelevantes para avalar esta concepción. En efecto, como lo ha destacadoTanzella-Nitti (2002), los rasgos antrópicos del universo no son reductibles aun hipotético mecanismo puramente eficiente y ciego, como lo es hasta ciertopunto la selección natural en el caso de la evolución de las especiesvivientes. Dado que, por otra parte, dichos rasgos no están localizados en unámbito o nivel restringido, sino que involucran a ''todo el universo'', la presunta existencia de esa causalidadsubyacente exigiría postular una suerte de Teoría del Todo (TOE según la siglaen inglés) o Teoría de la Gran Unificación (GUT). Pero precisamente una teoríasemejante ya perdería su estatus de enunciado científico y pasaría a ser unasunto propio de la filosofía. Hoy se tiende a diferenciar, cuando se habla definalidad, entre el fin tomado como término o perfección extrínseca de unaactividad, y la tendencia intrínseca que poseen los agentes para ordenarse aesa perfección (Artigas 1992, 400-404). El reconocimiento de la dimensióntendencial en la naturaleza es difícilmente discutible en la medida en queaparece expresada cada vez que se enuncia una ley física o se describe unaconducta viviente. Los problemas aparecen cuando se asocia la concepciónfinalista con otros planteos que no guardan una vinculación necesaria con ella.Así, por ejemplo, se presume que, al haber surgido en una época más propensa aadmitir el modelo determinista de la causalidad, esta doctrina pierde sustentocon el derrumbe de ese modelo. Sin embargo, lo que la filosofía clásica nospermite descubrir es que, justamente por su condición intrínseca a las cosas,la tendencia teleológica participa de todas las limitaciones que impone lafinitud del ser que actúa, y así no debemos creer que esa tendencia sea incapazde expresarse por caminos no determinados (como es el caso clarísimo de lalibertad humana). Si partimos de la aceptación cada vez más firme de laperspectiva evolutiva del cosmos, resulta claro que, más allá de las marchas ycontramarchas, de las catástrofes y “pasos en falso” que hay o parece haberhabido en la evolución, hay una direccionalidad global que se va imponiendoinexorablemente. De modo que podría admitirse, en el orden particular, un margenmás o menos amplio de coincidencias y productos accidentales, sin perjuicio dela orientación definitiva del conjunto. Peromás allá de estas anotaciones básicas sobre el problema de la finalidad en lanaturaleza, lo que merece destacarse del PA es el lugar protagónico que asumeel hombre en la economía universal. La verdadera potencia de este principioconsiste en mostrar hasta qué punto llega la direccionalidad de las cosas enrelación al hombre. Así como la mentalidad pre-copernicana confundía la jerarquíaontológica con supuestos privilegios topográficos asociados por otra parte a laconcepción euclídea del espacio, el principio copernicano también se apresuraen reducir la jerarquía del hombre ''por razones geométricas''. Sin embargo,el redescubrimiento de la centralidad del hombre a partir de una dimensión másprofunda arroja una intensa luz sobre su propia condición y el puesto que lecabe en el universo. En tal sentido, el PA merece ser aprovechado en todo elalcance de su mensaje: no sólo reafirma la armonía y diseño del cosmos, sinoque pone al hombre como clave de bóveda de todo lo visible (Sanguineti 1994,245-246; Velázquez Fernández 2005, 95-108; Khrapko 2003, Olum 2004). ''' ''' <!--[if !supportLists]-->'''4.      '''<!--[endif]-->'''Cuestiones epistemológicas''' ''' ''' Apartir de las observaciones efectuadas a nivel filosófico con respecto al PA,surgen algunos puntos complementarios que tienen que ver más directamente conla lógica del discurso científico. Para empezar, hay que advertir que lacosmología como ciencia de la totalidad del universo no ha resuelto aún algunascontroversias que afectan a la definición de su objeto, su método y sussupuestos. Cuestiones tales como la singularidad, la contingencia y laevolución del universo tienen impacto directo en la posibilidad de legitimar unconocimiento científico acerca de él y sugieren posiciones precavidas cuando sediscuten problemáticas de fondo, como el caso del PA. Pero también puedenseñalarse problemas que afectan a este principio en especial, más allá de suadscripción a la cosmología. Nos dedicaremos a tres de ellos: la validez de unmodelo teleológico, la capacidad de predicción, y consiguientemente defalsación, del principio, y su supuesto antropocentrismo. Elprimer punto es si, una vez aceptada la existencia de causas finales porrazones filosóficas, la ciencia misma tiene derecho a valerse de ellas. Esdecir si, bajo el supuesto de que existan verdaderos propósitos o tendencias enlas cosas, le cabe a la ciencia positiva introducirlos como hipótesis explicativas.Hablando más concretamente, ¿puede la cosmología, sin perder su carácter deciencia, invocar como explicación de fenómenos tales como la isotropía, la edaddel universo o la formación del carbono la afirmación de que “eso es lo másconveniente para que se produzca la aparición del hombre”? ¿Es lícito postularuna direccionalidad universal animada por el proyecto de alcanzar la especiehumana? Hayque convenir en que la ciencia moderna surgió con el empeño de dar la espalda acualquier argumento teleológico, poniendo toda la carga explicativa en la líneade las causas eficientes y el modelo de la necesidad mecánica. Hoy por hoyexiste una mayor permeabilidad por parte de los biólogos, ya que en ese ámbitoresulta imposible reducir el carácter específico de lo viviente a presupuestospuramente mecanicistas. Pero en el orden de la física tanto la noción desustancia como la de finalidad aparecen diluidas. La norma lógica va de unestado dado de un sistema a otro estado, por aplicación de ecuaciones diferenciales,y eso parece ser todo lo que hace falta. Sin embargo, hay testimonioshistóricos que permiten descubrir la posibilidad de otro encuadre para lajustificación de los fenómenos naturales. Se trata de aquellas leyes cuyodescubrimiento se debió a la suposición de algún principio discriminatorio, dealguna pauta de selectividad o de optimización (cálculo de variaciones). AsíFermat pudo establecer el principio de la refracción de la luz, Maupertuiscorrigió a Leibniz en su teoría sobre el choque de los cuerpos elásticos yEuler estableció la generalización de que la naturaleza obra siempre según lomáximo o lo mínimo. Poreste motivo se ha equilibrado la discusión hasta el punto de encontrarvertientes epistemológicas que de ninguna manera desautorizan a la ciencia paraproceder conforme a “normas de calidad preestablecidas”. Sin comprometerse conla cuestión metafísica, se declara viable una línea de investigación que asumael ''supuesto'' de que las cosas responden a fines, aunque se mantiene laexigencia de que las conclusiones a que se llegue a partir de ese ''como si''queden sometidas a prueba experimental. Podríamos denominarlo una metodologíaheurística (Zycinski 1987, 325-326). Alconsiderar este asunto, Alonso (1989, 133 y 136) defiende la argumentaciónantrópica mostrando que su aplicación no se circunscribe a hechos del pasado,como son las condiciones iniciales del universo, sino que también intentajustificar por qué algunas propiedades ''actuales'' están sesgadas por lapresencia del observador humano. Así mismo, afirma que la validez delformalismo retrodictivo o ''a posteriori'' no depende de la connotaciónantrópica, sino que podría emplearse en cualquier otro contexto. Mereceapuntarse aquí, aunque sea brevemente, la concepción de Mariano Artigas acercade los supuestos de la ciencia. Para este autor existe un fuerte vínculo decondicionalidad entre la actividad científica y un contexto epistemológico ymetafísico caracterizado por la inteligibilidad del orden cósmico y nuestracapacidad natural para desentrañarla. Pero a la vez la ciencia, al apoyarse enesos supuestos, contribuye a su mejor comprensión. Cabe decir, entonces, que elPA suministra un escenario mucho más refinado para establecer de qué modo operala teleología de la naturaleza (Artigas 2000, 75). Elsegundo punto se refería a la capacidad predictiva del PA. En general losinvestigadores lo ven estéril bajo ese ángulo. Sin embargo, Carr y Reesplantean la situación en términos provisionales (1979, 612), y si volvemos aexaminar el formalismo de la explicación no aparece inconveniente para que enalgún momento esas predicciones y sus eventuales corroboraciones se verifiquen.Hay muchas perspectivas a partir del conocimiento de nuevos rasgos específicosde la naturaleza humana que podrían desembocar en la exigencia de condicioneshasta el presente no advertidas. Encuanto al antropomorfismo, se trata de un cargo que se han ocupado de ponersobre el tapete los defensores acérrimos del principio copernicano. Para ellosdebe mantenerse una asepsia metodológica que elimine cualquier referenciaprotagónica hacia el hombre, no solo por la tendencia natural que tenemos aponer las cosas bajo nuestra medida, sino por los cuantiosos daños que esaactitud generó en el conocimiento objetivo durante muchos años. Considerandoque somos también nosotros “polvo de estrellas” y que no nos asiste ningúnprivilegio con respecto a las leyes físicas (ninguna piedra nos perdonará lavida si la gravedad la precipita sobre nuestra cabeza) esta supuesta coordinaciónbenefactora de la que habla PA podría no ser más que una ilusión (Atkins 1995). Sinembargo, hay que empezar por admitir que no es concebible aquella perspectivade la objetividad según la cual existe plena independencia entre lo observado yel observador. El mundo ya no es más como una película de cine o unafotografía, en las cuales nada de lo que ocurre se ve afectado por nuestro actode observación. Y no nos referimos solamente a la interacción que supone elacto de observación, tema que ha puesto de manifiesto la física cuántica peroque tal vez podría minimizarse a escala macroscópica. Estamos diciendo que alobservar la naturaleza también nos observamos a nosotros, que nosotros tambiénsomos naturaleza y que es completamente válido llegar a veces a afirmacionessobre el mundo a partir de una experiencia interna (que no es lo mismo que unaexperiencia subjetiva).  Por suparte, Alonso defiende al PA de esta acusación ya que la razón por la que sepone al hombre en referencia a las características del universo son laspropiedades ''físicas'' del cuerpo humano, aquello que guarda homogeneidadcon el resto del mundo material, y por lo tanto no se apela a ningún juicio devalor. El PA solo dice que si se pretende llegar a un producto natural como esel cuerpo humano, se requieren de tales y cuales condiciones específicas deorden espacio-temporal. La sofisticación de esas condiciones no debe entendersecomo un homenaje a la dignidad humana, sino la consecuencia lógica del altonivel de desarrollo y complejidad que encontramos, sin prejuicio alguno, ennuestro propio cuerpo (Alonso 1989, 138). <!--[if !supportLists]-->'''5.     '''<!--[endif]-->'''Resonancias teológicas''' ''' ''' ElConcilio Vaticano II ha dejado, entre tantos frutos, una puerta abierta y unavigorosa llamada hacia el diálogo de la Iglesia con la cultura contemporánea.Una de las expresiones más elocuentes de ese espíritu de apertura ha sido, sinduda, el estímulo a la interacción entre ciencia y teología, con un notabledespliegue en las últimas décadas. La predisposición a ese encuentro no hasurgido solamente desde el ámbito religioso. Los propios científicos hanllegado con sus últimos avances a un nivel de profundidad en el conocimiento delo real que, inevitablemente, suscita interpelaciones que van más allá de susdominios. Incluso en aquellos círculos intelectuales de inclinación más bienagnóstica se aprecia una mayor predisposición para tener en cuenta ciertosaspectos de la problemática científica que conducen directa o indirectamentehacia temáticas trascendentes. Sonvarias las especialidades desde las cuales se ha dado lugar a un escenario dediscusión interdisciplinar. La cosmología ocupa un espacio destacado, sobretodo a partir de las diversas propuestas acerca del origen del universo, entrelas que sobresale la denominada teoría del Big Bang. El intento de dar unaexplicación puramente científica acerca de la aparición del mundo desde unsupuesto tiempo inicial potenció en forma significativa la polémica acerca desi aquella “gran explosión” de los comienzos exige, o más bien suprime, laintervención creadora de Dios. Aunque el PA tiene un carácter algo mássofisticado, ha sido un aporte en esa misma línea, y representa hasta hoy undesafío provocativo para los estudiosos de la ciencia sagrada. En esta últimasección se propondrán algunos avances sobre ese punto. LaBiblia declara con nitidez el puesto central del hombre (''Gen. ''1, 26 y 2,7; ''Salmo ''8,5-9), y así lo ha entendido la tradición, ya desde la Patrística y en especialen la escuela de Capadocia, donde aparece la idea de la persona humana como ''microcosmos''. Esta concepciónantropocéntrica ha sido sistematizada por Santo Tomás de Aquino (cf. ''Suma Contra Gentiles ''III, 22 y 112; ''Compendium Theologiae ''c. 148). ElMagisterio más reciente ha querido poner de relieve esa característica como unprivilegio y a la vez una responsabilidad en la custodia de la creación (cf.Francisco ''Laudato Si’).''  Esaafirmación, inapropiadamente entendida, fue alguna vez un obstáculo para laaceptación de algunas teorías científicas fundamentales, como el heliocentrismocopernicano y la evolución de las especies. El quiebre de la relación entrereligión y ciencia condujo finalmente al reduccionismo positivista. Si bien elprincipio copernicano no cuestiona las convicciones religiosas (más biencontribuye a comprenderlas en un nivel superior de madurez), fue históricamenteasociado a un rechazo de la fe, o al menos a una completa separación entre loreligioso y lo racional. En el siglo XX, la Iglesia Católica tuvo una actitud másreceptiva, procurando una mayor integración de los aportes de la ciencia con lareflexión teológica. Al mismo tiempo, sostuvo con firmeza la idea original dela centralidad del hombre, rechazando la pretensión de un naturalismo para elcual la especie humana es un habitante más del universo, producto del juegofortuito de causas de orden meramente físico-químico.  A medida que se fueron superando las tensionesentre la ciencia y la teología, la convergencia de los procesos naturales haciael surgimiento del hombre fue tomada como un signo del plan providencial deDios que se consuma en una criatura hecha a Su imagen y semejanza. Al mismotiempo, esta renovada visión teológica del hombre como síntesis y acabamientodel cosmos se desplazó hacia el área de la cristología. En la medida en que lapersona de Cristo asume lo humano, se plantea una lectura de la Encarnación queinvolucra también al universo entero (''Colosenses''1, 15-17).  Yadesde el medioevo se plantea el debate entre la escuela dominicana y lafranciscana  acerca del motivo de laEncarnación. Para Duns Scoto, eminente representante de esta última, tal motivono radica en la misión redentora del Hijo de Dios, sino en llevar a su plenitudel gesto amoroso de Dios realizado en la creación. En otras palabras, aunque elhombre no hubiera pecado, el Verbo se habría encarnado de todas formas para darcumplimiento a la manifestación gloriosa del Padre. Más que pensar a Cristo enfunción del universo, es el universo el que debe ser pensado en vistas a Cristo(Tanzella-Nitti 2002).  Ahorabien, esta perspectiva parece minimizar la figura de Cristo como vértice de lahistoria y culminación del plan de salvación. En ese contexto sale al cruce unade las figuras más destacadas de la teología del siglo XX, considerado eliniciador de la “cristología cósmica”: Pierre Teilhard de Chardin. Su obra estábasada en la figura de Cristo como “punto Omega” del devenir evolutivo de lacreación. Partiendo del nuevo paradigma científico que plantea al universo enclave histórica, Teilhard considera que todo el orden natural está orientadohacia la plenitud realizada en la figura de Cristo. No obstante, la propuestadel pensador jesuita parece haber descuidado hasta cierto punto la fuerza delmisterio del pecado y el acontecimiento de la Muerte y Resurrección de Cristo.Ahora bien, como lo hace notar Jean-Michel Maldamé (1993),  del mismo modo en que la creación del almaespiritual es irreductible a la evolución de la materia y sin embargo está encontinuidad con el proceso de autorrealización del dinamismo creador, puedeafirmarse que el misterio de la Resurrección constituye un acto sobrenaturalpero que, en lenguaje paulino, significa la redención de todo el orden cósmicoque se recapitula en Cristo. A través de estos breves comentarios se intentamostrar las virtualidades que ofrece el PA para una proyección desde loantropocéntrico hacia lo cristocéntrico (Tanzella-Nitti, 2002). Talvez la gran paradoja del PA sea el hecho de que las mismas leyes que expresanel “ajuste finísimo” bajo el cual es posible la existencia humana sean a su vezlas que establezcan, en un tiempo suficientemente prolongado, la disolución delas condiciones actuales de nuestra existencia y, por lo tanto, la seguradesaparición de nuestra especie. La afirmación según la cual el universo existepor causa del hombre se desvanece al comprobar que las mismas premisas en quese apoya sirven a la larga para demostrar lo contrario. De aquí se desprende elaporte de la teología que, en consonancia con los misterios escatológicos,propone asumir la fugacidad de la historia humana y su perspectiva dedestrucción en relación al misterio pascual de la transformación de todas lascosas para dar lugar a “un nuevo Cielo y una nueva Tierra”.  Parafinalizar, digamos que el diálogo entre ciencia y teología que se despliega ennuestra época constituye en sí mismo un tema de análisis que ha inspirado unacopiosa bibliografía. Entre las propuestas aparecidas se encuentra el conceptode ''consonancia'', introducido por ErnanMcMullin (1981) y luego explicitado por John Polkinghorne (2002). Se trata deun enfoque que procura establecer un vínculo equilibrado entre el campocientífico y el de la teología, evitando soluciones extremas o simplistas, comoel concordismo o, en el otro extremo, los “magisterios no solapados” de StephenGay Gould. Para salvaguardar al mismo tiempo la autonomía de los saberes y launidad profunda de la verdad acerca de la realidad, se habla de consonanciacomo un criterio que indica la coherencia, compatibilidad o congruencia entreuna teoría científica y la visión general del mundo que corresponde a la fe. Ental sentido es posible y válido, desde el punto de vista epistemológico, examinarla no contradicción entre ambos enfoques (digamos una consonancia “débil”) einclusive la armonía o compaginación que cabría establecer cuando laperspectiva científica y la teológica se comparan parte a parte. Así, porejemplo, las teorías que invocan una presencia destacada de los factoresaleatorios, como en el caso del neodarwinismo, representarían un caso deconsonancia débil ya que, según lo ha establecido la reflexión teológica, elgobierno divino de la creación no excluye la intervención de causas azarosas.En cambio, el PA tiene una elevada carga de contenido empírico que subraya conénfasis la impronta de centralidad del hombre revelada por la visión cristiana,y podría considerarse en tal sentido como un ejemplo claro de consonancia “fuerte”(Beltrán 2010). '''BIBLIOGRAFÍA''' Alonso,José Manuel. 1989. ''Introducción al principio antrópico.'' Madrid. : Encuentro.  Ambrose,Mitchell. 2011. “The scientific status of the weak anthropicprinciple” Retrieved from the University of Minnesota Digital Conservancy [en<nowiki>línea http://purl.umn.edu/104598]</nowiki> Artigas, Mariano. 1992. ''La inteligibilidad de la naturaleza. ''Pamplona.EUNSA 2000. ''Lamente del universo''.'' 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