===El sentido común de la palabra “''Analogía''”===
La palabra “analogía” en su sentido habitual, en inglés moderno, significa “una forma de razonamiento en la que se infiere que una cosa es similar a otra en un cierto sentido, sobre la base de la similitud entre las cosas conocidas en otros aspectos” (''Diccionario Random House Unabridged ''[Random House, Inc., 2006]). Recientemente, la forma adjetivada de la palabra “analogía”: “análogo”, ha terminado siendo utilizada con frecuencia en un sentido técnico, que denota dispositivos [https://dev.ctcampus.com cara main spaceman] electrónicos que funcionan de una manera diferente a la de dispositivos electrónicos “numéricos” o “digitales”. No obstante, el origen de la palabra “analogía” es antiguo, como su raíz griega (''analoghía'') sugiere, y se basa en el concepto matemático de “proporción” (''a: b = c: d''), el cual establece una similitud basada en la equivalencia de proporciones. Se podría pensar, por ejemplo, en la similitud de los dos triángulos cuyos lados están en una relación fija. La transferencia de la palabra “analogía” desde las matemáticas a la lógica y a la filosofía se remonta a Platón (427-347 aC), quien, sin embargo, nunca propuso una explícita teoría de la analogía. Fue Aristóteles (384-322 aC) quien primero ofreció una formulación sistemática de la misma en el campo de la lógica. En la Edad Media, Tomás de Aquino fue quien trajo la obra de Aristóteles a la perfección, con un objetivo tanto filosófico como teológico. Más tarde, a partir de los nominalistas, la analogía se fue haciendo cada vez menos comprendida; gradualmente abandonada en los campos mismos de la lógica y la filosofía y limitada en su alcance, ha terminado convirtiéndose en una simple “metáfora” literaria. Es en este sentido que el término se utiliza hoy en día en el contexto de la hermenéutica.
===Analogía y metafísica===
La segunda clase de problemas que han conducido a la idea de la analogía no es de carácter puramente lógico y lingüístico, sino más bien metafísico; en ellos, la analogía es inherente a las cosas y se transfiere sucesivamente al pensamiento y lenguaje con el que se intenta comprender la realidad. Pensadores griegos se enfrentaron al problema de conciliar dos hechos de la experiencia aparentemente contradictorios, a saber, el ser de las cosas y su "devenir" (o en términos físicos, su "movimiento"). La solución "monista", –es decir, la solución basada en el supuesto de que la realidad se funda en un único principio constitutivo (ya sea material o inmaterial)– prescribe que se tome uno de los dos hechos de la experiencia como aparente: si se admite únicamente la realidad del ser, como estado único indiferenciado, "ser" no puede ser otra cosa que ser, ya que no puede cambiar hacia algo diferente de sí mismo. Pero, al adoptarse este enfoque, [https://beta.hybrid.chat 3milyartoto] no se puede explicar el movimiento que se observa en la experiencia, es decir, el paso de un estado a otro. Por lo tanto, se tendría que afirmar que este tránsito no es real, sino meramente aparente (solución propuesta por Parménides, en los siglos VI-V a. C), aunque nos quedemos con el problema de comprender qué produce esta ilusión en nosotros. Si, por el contrario, sólo se admite la realidad del devenir, entonces es necesario admitir la contradicción de que el devenir coincide con el ser, que la multiplicidad coincide con la unidad, que la nada (es decir, el no-ser) es un modo de ser, y que el devenir es una oscilación continua entre estos dos estados contradictorios. Ahora bien, si se admite esta contradicción, se implica, al final, que el conocimiento no es posible (esta fue la consecuencia extrema de Cratilo, siguiendo los pasos de Heráclito, siglo VI-V a. C). Con el fin de explicar la experiencia humana de manera completa, es necesario suponer que el ser puede existir según "estados diferenciados", los cuales constituyen un espectro que va desde el ser en su absoluta plenitud (Dios, acto puro) hasta su ausencia completa (nada). Para entender correctamente la analogía del ser, necesitamos la ayuda de la precisa terminología latina: ''Ens ''significa "ser" en cuanto sujeto capaz de ser, mientras que ''esse'' es la propiedad de "ser". ''Esse'' es el principio por el cual un ser (''ens'') es: "ser" (''ens'') es, por tanto, un término que se predica de manera diferenciada pero no equívoca respecto a diferentes asuntos.
La noción de analogía del ser corresponde, desde el punto de vista lógico, al hecho metafísico que supone que el ser (''esse'') se actualiza, de modos y grados diferenciados, en las cosas existentes (o, para decirlo de otra manera, que las cosas participan del ser en diferentes grados). Por lo tanto, la teoría lógica de la analogía se corresponde con la teoría metafísica de la participación.
El concepto de analogía, que encuentra su desarrollo más completo y su uso en la filosofía de Tomás de Aquino, contiene, a partir de los contemporáneos de Tomás de Aquino, el germen de su futura caída. De hecho, ya desde el siglo XIII, las dos grandes escuelas de pensamiento filosófico-teológico, una en París, donde Alberto Magno (1200-c.1280) y más tarde su discípulo Tomás de Aquino floreció, y otra en Oxford, con Roger Bacon (1214-1252), Robert Grosseteste (1174-1253), y más tarde Juan Duns Scoto (1275-1308) y Guillermo de Ockham (1280-1349), estaban en oposición y habrían de seguir caminos diferentes sin llegar nunca a un entendimiento mutuo. El camino aristotélico de Alberto Magno y Tomás de Aquino sería de gran importancia sobre todo para la teología católica y, tres siglos más tarde, sería oficialmente reconocido en gran parte por el Concilio de Trento (1545-1563). El camino platónico, frecuente en Oxford, se concentraría en el problema de la formulación matemática de las ciencias, comenzando por Roger Bacon, creando las premisas metodológicas para el desarrollo de la ciencia moderna.
De esta manera, surgió una forma científica cada vez más unívoca y matemática de pensar que echó raíces y se apartó de un pensamiento metafísico y teológico basado en la analogía. Duns Escoto resolvería la analogía del ser en una multiplicidad de unívocos, al igual que Guillermo de Ockham disolvería la realidad de los universales en puros nombres (Nominalismo) negándoles una existencia real fuera de la mente. Este desarrollo tendría entonces una influencia en el pensamiento filosófico de Descartes (1596-1650), y más tarde en Kant (1724-1805) y en el éxito de Galileo y la ciencia newtoniana, lo que finalmente conduciría a la negación de la posibilidad misma de la metafísica como ciencia y como consecuencia de la [https://beta.skavsta.se cartel4d] teología como una ciencia sistemática. Sin embargo, en las últimas décadas, hemos sido testigos de una nueva tendencia en las ciencias que parece estar buscando, y en cierto sentido, descubrir de nuevo, el concepto de analogía, con el objetivo de enfrentarse a nuevos problemas relacionados con las teorías que se enfocan en los fundamentos lógicos y matemáticos de las ciencias y con la complejidad de las estructuras de auto-organización. Incluso y aun cuando sea demasiado pronto para juzgar, se podría decir que el concepto de analogía, que fue excluido inicialmente del pensamiento científico por temor a su equivocidad, viene ahora recobrando su lugar. Nuevas disciplinas como la "ontología formal" parecen abrir una nueva perspectiva, una especie de enfoque científico de la metafísica. Este es un enfoque reclamado por la lógica matemática moderna e incluso por las tecnologías relacionadas con el cálculo electrónico y la "inteligencia artificial".
Las diversas aplicaciones del concepto de analogía a la teología se encuentran en diferentes niveles. La primera pregunta que uno se hace se refiere al conocimiento de Dios, ya sea a través de la razón humana por sí sola o por la fe en lo que Dios ha revelado sobre sí mismo. Los teólogos han tenido tradicionalmente dos caminos para este objetivo. El primero es el camino "apofático" o "negativo", típico del cristianismo oriental, y que hace hincapié en el hecho de que sólo podemos saber con certeza lo que Dios no es, en lugar de lo que es. Siguiendo este enfoque, características tales como la composición, la corporalidad, la finitud, y así sucesivamente, están excluidas de la noción de Dios. Además de la teología negativa, el cristianismo occidental desarrolló una teología positiva, inspirada en un pasaje de las escrituras, del Libro de la Sabiduría (cf. ''Sab'' 13, 5) en el que se hace referencia explícita al concepto de analogía. Sobre la base de la analogía de proporción simple, se puede por tanto reconocer en Dios una similitud con las perfecciones que se encuentran en la creación, como efectos cuyo ''analogatum summum'' es Dios mismo (cf. Tomás de Aquino, ''Summa Theologiae'' , I, q. 12). Ahora bien, como el IV Concilio de Letrán (1215) recordó, esto implica un enfoque cognitivo en el que no se disuelve el misterio según el cual, "entre el Creador y la criatura, siempre hay mayor diferencia que semejanza" (''DH'' 806; ''Fides et ratio,'' N 19).
Otro problema teológico clásico que está estrechamente ligado al problema del conocimiento de Dios es el de los títulos que se pueden atribuir correctamente a Dios (los "nombres divinos"). Este tema, [https://blog.yogantara.info angkatoto] tratado por pseudo-Dionisio en ''De Divinis Nominibus,'' fue recogido por Tomás de Aquino, quien le dio un tratamiento completo y para quien la analogía jugó un papel decisivo. En primer lugar, sostuvo que los nombres que denotan lo que Dios ciertamente no es (imperfecciones y límites ontológicos o morales) no se pueden atribuir a Dios. A continuación, afirmó que podemos atribuir a Dios las palabras que usamos para describir las perfecciones de las criaturas, pero sólo por analogía, que es el modo como nuestro lenguaje se refiere principalmente a cuanto sabemos de las criaturas. Estas (las criaturas) son, de hecho, un efecto del cual Dios es la causa, una causa que no puede ser conocida directamente por nosotros. Ciertamente, no podemos hablar de Él de manera unívoca porque Dios es una causa que es infinitamente superior a sus efectos y trasciende su naturaleza: Dios no pertenece a ningún género. Tampoco podemos hablar de Él equívocamente, ya que existe una relación causa-efecto, que es una relación real ''de las criaturas'' respecto de Dios. Por lo tanto, los nombres que significan las perfecciones de Dios son utilizados por analogía de proporción; Dios es aquí el ''analogatum summum''. Cuando se dice que algo es bueno, se dice esto con más propiedad de Dios, que es bueno en y por sí mismo, que de las criaturas, que son buenas sólo por participación. Otros nombres, en cambio, pueden ser atribuidos a Dios sólo metafóricamente. Esto ocurre cuando una perfección se significa por medio de un nombre que describe una criatura que la posee o cuando, en lugar del nombre de una cierta perfección, el nombre de la criatura se atribuye a Dios, con la intención de atribuir la perfección de aquella criatura a Él. Esto sucede, por ejemplo, cuando en las Sagradas Escrituras se llama a Dios "roca" o "león", con la intención de atribuirle las perfecciones de la roca y del león (cf. ''Summa Theologiae''., I, Q 13).
Jesús habló en “parábolas" con bastante frecuencia para describir la realidad del Reino con imágenes eficaces y coherentes, con el fin de hacerla más comprensible para su audiencia. La expresión "el ''reino de los cielos''''' '''es semejante a" con frecuencia se repite en los Evangelios (cf. ''Mt'' 13, 1-41; ''Mc'' 4, 1-34; ''Lc'' 8, 4-18). Esta comparación se basa en la "analogía de proporcionalidad". El uso de imágenes y metáforas establece un símil entre una realidad conocida y una desconocida o difícil de entender, lo que permite la transposición de propiedades y relaciones de la imagen de lo más conocido a lo menos conocido. La parábola a menudo se ha usado en la forma de una historia cuya fuerza argumentativa consiste en la narración de un hecho (ficticio, pero aplicable a la vida) que el público pueda entender bien, y a través del cual pueda llegar a conclusiones lógicas. Tales conclusiones, a fuerza de analogía, se aplican luego a una realidad inicialmente desconocida con el fin de entender algunas de sus características más importantes. El lenguaje de la metáfora y la parábola, o si se prefiere, "narrativo", es particularmente apropiado para la mente humana. Mediante su uso, nos encontramos en una situación en la que es posible identificar una serie de relaciones invariables entre los seres humanos y las cosas, o entre los propios seres humanos, que va más allá de los cambiantes objetos de la experiencia. Estas relaciones se pueden utilizar como coordenadas lógicas, cosmológicas y antropológicas, con el fin de comunicar un mensaje determinado. No es de extrañar que la Palabra de Dios, que también se ha insertado en la historia y en la lógica de tales estructuras comunicativas y cognitivas (las cuales fueron tomadas en su conjunto por la verdadera humanidad de Cristo) recurra a ellas como una especie de "lenguaje humano fundamental".
Desde un punto de vista hermenéutico, el lenguaje de la analogía en la Escritura tiene un papel especial, que debe distinguirse del simbólico, que también está presente. En el caso de la analogía siempre hay referencia a un analogado, [https://192-168-i-i.com paito sgp] mientras que el lenguaje simbólico se refiere a una realidad que está más allá de los límites del discurso y del lenguaje humano, y que requiere categorías completamente nuevas, no análogas. Así, el símbolo, sin la ayuda de la analogía, permanece incompleto, pues evoca una realidad independiente del símbolo en sí mismo, lo que implica el riesgo de concebir mentalmente una cadena infinita de símbolos que no alcance nunca su verdadero objeto.