Metafísica analítica

33 bytes añadidos, 14:13 16 feb 2022
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La preocupación filosófica por la modalidad y las nociones afines ha existido siempre. En el siglo pasado, sin embargo, esa preocupación ha pasado por un contraste muy marcado, desde un desprestigio casi completo a un interés obsesivo. Esto se explica en buena medida por la transformación que impulsaron las ideas de Kripke y otros filósofos en la década del 70, tal como se ha indicado arriba. Los positivistas lógicos estuvieron inclinados a pensar que la necesidad de ciertas proposiciones estaba fundada simplemente en el significado que se ha convenido en otorgar a expresiones de un lenguaje. Los términos pueden tener asignado cualquier significado que queramos darle. Esto es un hecho puramente convencional. Dadas esas convenciones, habrá expresiones que, por su modo de estructuración, son verdaderas sin importar cómo sea el mundo. Otras serán falsas sin importar cómo sea el mundo –y sus negaciones, entonces, serán verdaderas sin importar cómo sea el mundo. Otras, en fin, no tendrán valores de verdad determinados por tales convenciones y la estructura semántica. Estas proposiciones serán algunas veces verdaderas, otras veces falsas de acuerdo con cómo sean los hechos. Un ejemplo muy característico de este enfoque es el de Carnap (1956). El ámbito de lo ‘necesario’ y, correlativamente, el ámbito de lo ‘imposible’ está fundado en los significados. La dilucidación de cuál sea el significado es algo que puede hacerse perfectamente a priori. Los positivistas rechazan la existencia de verdades ‘sintéticas a priori’ –tal como lo había propuesto Kant– pero no se han movido un ápice de la asimilación de la necesidad con lo que puede justificarse a priori. De acuerdo con la definición de Carnap: <blockquote>Una oración '''G'''<sub>i</sub> es '''''L''-verdadera''' en un sistema semántico ''S'' si y sólo si '''G'''<sub>i</sub> es verdadera en ''S'' de tal modo que su verdad puede ser establecida sobre la base solamente de las reglas semánticas del sistema ''S'', sin referencia alguna a hechos (extra-lingüísticos). (Carnap 1956, 10).</blockquote>Por definición, una oración ''L''-verdadera se da en toda ‘descripción de estado’. Una ‘descripción de estado’ es una clase de oraciones que contiene, para toda oración atómica, o bien tal oración o su negación, pero no ambas. Una oración ''L''-determinada es una oración que es, o bien ''L''-verdadera o bien ''L''-falsa. Una oración ‘fáctica’ es una oración que no es ''L''-determinada. Se puede ver, entonces, que la necesidad se identifica con la verdad y la imposibilidad con la falsedad fundadas ambas en las ‘reglas semánticas’. La contingencia, en cambio, se identifica con los casos en los que no existe verdad o falsedad fundadas en ‘reglas semánticas’.
Por esto, las conexiones necesarias son todas ellas artefactos lingüísticos, cuyo fundamento es –finalmente– las convenciones por las que se ha asociado algún significado a expresiones de un lenguaje. Desde esta perspectiva no tiene sentido suponer que un objeto posee ciertas propiedades ‘necesariamente’. No tiene sentido suponer que hay algo así como una ‘esencia’ para un objeto, que sea la colección de todas las propiedades que ese objeto posee ‘necesariamente’. A un objeto se puede hacer referencia de muchas maneras. Sea una de esas formas de singularizar a un objeto la expresión ''D''. Será necesario para ''D'' ser ''F'', por ejemplo, pero esto tiene que ver no con cierta naturaleza íntima de aquello que ''D'' designa, sino que es algo que se sigue de la forma de designación. Quine hace notar que pensar cualquier otra cosa sería una ‘recaída’ en el esencialismo aristotélico (1953, 155): <blockquote>Esto [el esencialismo] implica adoptar una actitud discriminatoria hacia ciertas formas de especificar únicamente a ''x'', por ejemplo (33) [que 9 = el número de los planetas], y favoreciendo otras formas, por ejemplo (32) [que 9 = 3√9], como revelando mejor de algún modo la “esencia” del objeto. Las consecuencias de (32) pueden ser vistas, desde esta perspectiva, como necesariamente verdaderas del objeto que es 9 (y que es el número de los planetas), mientras que algunas consecuencias de (32) son consideradas como todavía sólo contingentemente verdaderas de ese objeto. (Quine, 1953, 155).</blockquote>El mismo objeto –en este caso, el número 9– puede ser singularizado como el número ''x'' que es el producto de la raíz cuadrada de ''x'' por 3, pero también como el número de los planetas[[#3|<sup>3</sup>]]<span id="...">. Parece razonable sostener que es necesario que 9 > 7. Sucede que 9 = 3√9, pero también que 9 es el número de los planetas. Entonces, si se sustituye el término “9” por otro que tenga la misma referencia, deberíamos aceptar como una consecuencia lógica de que es necesario que 9 es mayor que 7, que es necesario también que el número de los planetas sea mayor que 7. Pero parece obvio que no hay ninguna necesidad en que los planetas hayan sido más que siete. Nada parece obstar a que hubiesen llegado a ser menos.
Este tipo de objeciones a la existencia de hechos modales metafísicos –esto es, que están fundados en nuestros mecanismos semánticos– fueron dejadas a un lado en gran medida por las ideas de Kripke acerca de los nombres propios como ‘designadores rígidos’ y la llamada “teoría de la referencia directa”, tal como se ha explicado arriba. Hay una diferencia no-arbitraria entre diferentes formas de singularizar a un objeto, porque algunas de estas formas designan al ‘mismo’ objeto en todos los mundos posibles y otras no. Con todo, aún admitiendo que hay hechos modales objetivos cuya existencia no está constreñida por la forma en que accedemos a tales hechos, debe darse una explicación acerca de cuál es su naturaleza. En algún sentido, la cuestión acerca de la naturaleza de los hechos modales se torna mucho más urgente que antes, dado que no basta hacer apelación a factores epistemológicos y semánticos para adjudicar si algo es posible o necesario. Las décadas que han seguido a la transformación kripkeana han visto una proliferación de teorías para ofrecer esta explicación.
La relevancia de la contribución de Fine consiste en haber mostrado la insuficiencia de esta perspectiva. Corregir estas deficiencias requiere introducir nociones primitivas que no admiten ser analizadas por recursos modales. De acuerdo a la concepción modal de la esencia, resulta ‘esencial’ para un objeto ''a'' ser un elemento del conjunto singleton {''a''}, pues en todos los mundos posibles en que existe ''a'' existe también el conjunto {''a''}. Pero no parece esencial para ''a'' ser elemento de algún conjunto. La ‘identidad’ de un objeto no tiene que ver con ser o no elemento de tal o cual conjunto. Al revés, sí parece algo constitutivo de la identidad de un conjunto cuáles sean sus elementos. Además, es un hecho necesario que, por ejemplo, 2 + 3 = 5. Así, sería parte de la esencia de cualquier objeto el poseer la propiedad de ''ser tal que'' 2 + 3 = 5, pero no parece constitutivo de la identidad de un objeto cualquiera la totalidad de los hechos aritméticos. Si se quiere preservar la intuición de que hay propiedades que determinan ‘lo que algo es’ o ‘la identidad’ de un objeto, entonces se requiere hacer una distinción entre las propiedades que posee un objeto en todos los mundos posibles en que existe. Sólo algunas de esas propiedades son relevantes, pero las covariaciones modales no son capaces de efectuar esa discriminación. Fine propone, entonces –siguiendo una venerable tradición filosófica que se remonta a Aristóteles– tomar las esencias como primitivos, sin pretender analizarlas de algún modo. Las entidades poseen esencias y eso es un hecho básico. Los hechos modales, esto es, la distribución de hechos en los diferentes mundos posibles, están fundados en las esencias de las cosas y no al revés. Fine descansa en este concepto primitivo de ‘esencia’ para analizar la relación de dependencia ontológica. Una entidad ''A'' depende ontológicamente de ''B'' porque ''B'' es un constituyente de la esencia de ''A'' (cf. Fine 1995). Así como qué sea esencial no puede ser analizado en términos modales, tampoco puede ser analizado en términos modales qué sea dependiente ontológicamente de qué.
El enfoque de Fine para entender las nociones de ‘esencia’ y de ‘dependencia ontológica’ se ha utilizado luego para entender la relación de ‘fundación’ (''grounding''). El ‘fundamento’ de un hecho ''A'' es la pluralidad de hechos ''B''<sub>1</sub>, ''B''<sub>2</sub>, …, ''B''<sub>n</sub> que son ‘constitutivamente suficientes’ para garantizar la existencia de ''A''. No se pretende analizar esta relación de prioridad ontológica en términos de otros conceptos más básicos o mejor comprendidos. Al revés, se asume la comprensión previa de esta relación de ‘fundación’ para entender otras nociones y otras tesis filosóficas. La existencia de una relación de fundación entre el hecho ''A'' (lo fundado) y los hechos ''B''<sub>1</sub>, ''B''<sub>2</sub>, …, ''B''<sub>n</sub> implica que es necesario que, si son efectivos ''B''<sub>1</sub>, ''B''<sub>2</sub>, …, ''B''<sub>n</sub>, entonces ''A'' es efectivo. Las conexiones de fundación determinan covariaciones modales, pero no pueden ser analizadas como tales covariaciones. Por ejemplo, es necesario que si es efectivo el hecho de que Micifuz es un gato, entonces es efectivo el hecho de que 2 + 3 = 5 –pues, en efecto, es un hecho necesario que 2 + 3 = 5, por lo que la implicación estricta que tenga como consecuente que 2 + 3 = 5 será verdadera, sin importar cuál sea el antecedente. Sería absurdo pensar, sin embargo, que la naturaleza del gato Micifuz sea ontológicamente determinante de hechos aritméticos. La relación de fundación impone una estructura ontológica al ordenar los hechos por conexiones irreflexivas, asimétricas y transitivas. Se trata de una relación no-causal de determinación ontológica explicativa. Rápidamente se ha visto que la ‘fundación’ es el tipo de conexión que se ha buscado en muchas discusiones filosóficas. Por ejemplo, por mucho tiempo se ha querido describir la conexión entre los hechos mentales y los hechos físicos como de ‘superveniencia’. Se advirtió luego que la ‘superveniencia’ no es, de por sí, asimétrica y describe simplemente covariaciones modales[[#6|<sup>6</sup>]]<span id="......">. Lo que se ha querido sostener en estas discusiones es que los hechos mentales están fundados en los hechos físicos.
Durante los últimos diez años la relación de ‘fundación’ ha sido objeto de una atención notoria (cf. por ejemplo, los volúmenes Correia y Schnieder 2012a; Jago 2016; Bliss y Priest 2018). Hay una multitud de cuestiones que son objeto de una viva discusión. Muchos han tratado la relación de fundación como una relación entre ‘hechos’ (cf., por ejemplo, Rosen 2010). Otros la han tratado como conectivos oracionales (cf. Fine 2012), esto es, como un conectivo que permite construir oraciones complejas a partir de oraciones más simples. En la notación de Fine, la expresión “''A'' < ''B''” se debe leer como diciendo que “''B'' porque ''A''”. Las teorías de la ‘fundación’ son regimentaciones de las expresiones en las que utilizamos “porque” para expresar explicaciones ontológicas no causales. La relación de ''truthmaking'' sería un tipo de fundación entre la verdad de una proposición y los hechos que la determinan (cf. Correia y Schnieder 2012b, 25-28; Fine 2012, 43-46).
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