Se puede apreciar que no hay conexiones causales si no están ‘apoyadas’ por leyes naturales, que son, a su vez, meras regularidades entre tipos de eventos. La posición expuesta aquí por Nagel es estándar en su época (cf. por ejemplo, Popper 1959, 57-60; Braithwaite 1959, 340-346). Los requerimientos para que exista causalidad son también los requerimientos para que se pueda dar una ‘explicación’ de un hecho. La ‘explicación’ es, si se quiere, el ‘reflejo semántico’ de una relación causal. De acuerdo con la teoría nomológico-deductiva –la teoría dominante sobre la explicación en esos años– se explica el ''explanandum'' si y sólo si el enunciado del ''explanandum'' se puede deducir a partir de leyes naturales –regularidades– y el enunciado del estado inicial del sistema de que se trate (cf. Hempel 1965, 233-246). El enunciado del estado inicial del sistema en conjunción con las leyes naturales conforma el ''explanans''.
Al comienzo de la década del 70 del siglo pasado dos contribuciones produjeron una modificación profunda en el debate: la teoría contrafáctica de la causalidad de David Lewis (cf. Lewis 1973b) y la crítica de Elizabeth Anscombe a las teorías reductivistas (cf. Anscombe 1971). La teoría de Lewis se instaló como la continuación de las concepciones regularistas. Anscombe, por otro lado, formuló una posición crítica de las premisas reductivistas humeanas dominantes hasta entonces. Lewis, en primer lugar, ha explotado la semántica de los condicionales contrafácticas para ofrecer una teoría de la causalidad. En vez de apoyarse en regularidades para hacer la reducción de los hechos causales, lo hace en ‘dependencias contrafácticas’. La idea central es que un condicional contrafáctico del tipo ''si p fuese verdadero, entonces q sería verdadero'' debe ser interpretado como una implicación estricta, pero cuyo valor está limitado a los mundos posibles más ‘cercanos’ al mundo de evaluación. Los mundos posibles pueden ser ‘ordenados’ de acuerdo a su semejanza o desemejanza. Los mundos que sean más semejantes entre sí estarán más ‘cerca’ en la métrica. Los mundos que sean más desemejantes estarán más ‘lejos’ en la métrica. Una vez fijada una ‘métrica’ entre los mundos posibles, se puede definir para cada mundo posible su ‘vecindad’, la clase de los mundos más ‘cercanos’ a un mundo dado. El condicional ''si p fuese verdadero, entonces q sería verdadero'' es verdadero en el mundo posible ''w'' –el ‘mundo de evaluación’– si y sólo si en todos los mundos más ‘cercanos’ a ''w'' en que ''p'' es verdadera, ''q'' también es verdadera. Esta semántica es desarrollada por Lewis en el importante libro ''Counterfactuals'' (1973a). Ese mismo año publicó Lewis su teoría de la causalidad en ''The Journal of Philosophy'' (1973b). Hay hechos que fundan la verdad de los contrafácticos, esto es, los hechos que se dan independientemente en cada mundo posible y sus semejanzas mutuas. Estos mismos hechos son la base de reducción para los hechos causales. Para Lewis, hay ‘dependencia causal’ entre los eventos ''c'' y ''e'' si y sólo si se dan los siguientes condicionales: ''si c existiese, entonces e existiría'' y ''si c no existiese, e no existiría''. La causalidad es una generalización de la dependencia contrafáctica[[#4|<sup>4</sup>]]<span id="....">.La teoría lewisiana de la causalidad preserva la idea central de la tradición que proviene de Hume de acuerdo a la cual no hay hechos causales ontológicamente básicos. A diferencia de las concepciones regularistas, sin embargo, la base de reducción no está constituida por los hechos no causales de un único mundo posible, sino que está constituida por lo que sucede en un mundo posible y en toda su vecindad modal –esto es, todo lo que sucede en los mundos posibles más ‘cercanos’ al mundo de evaluación.<span id="....">Buena parte de la discusión filósofica posterior ha estado centrada en defender, refinar o criticar esta teoría contrafáctica (cf. por ejemplo, Collins, Hall y Paul 2004; Paul y Hall 2013). Pero esta corriente de discusión ha corrido por vías paralelas a otras tradiciones, como la concepción ‘física’ de la causalidad que la concibe como un proceso de ‘transferencia’ de magnitudes físicas conservadas (cf. en especial, Dowe 2000), la concepción ‘intervencionista’ de la que se tratará más abajo y otras concepciones no reductivistas. El trabajo de Elizabeth Anscombe ha sido una formulación muy convincente para muchos filósofos de un punto de vista contrario a la tradición humeana. Es crucial para Anscombe que la relación causal no debe ser identificada con alguna forma de ‘necesitación’. Si ''A'' proviene de ''B'', esto no implica que toda cosa semejante a ''A'' proviene de una cosa o disposición de cosas semejante a ''B'', o que toda cosa o disposición de cosas semejante a ''B'' trae consigo una cosa semejante a ''A'' a partir de ella; o que, dado ''B'', ''A'' debe provenir de él, o que dado ''A'', debe existir ''B'' para que provenga de él. Cualquiera de estas conexiones podría ser verdadera, pero si alguna lo es, eso es un hecho adicional, que no está comprehendido en el hecho de que ''A'' proviene de ''B''. Si se toma ‘provenir de’ en el sentido de ‘viaje’, esto es perfectamente evidente. (Anscombe 1971, 92). La conexión causal, por lo demás, puede ser percibida sensiblemente. Se trata de una conexión que comprendemos de manera ordinaria –''pace'' Hume– tal como lo documentan docenas de verbos de connotaciones causales en nuestros lenguajes ordinarios, tales como “rascar”, “empujar”, “tirar”, “traer”, “llevar”, “quemar”, “comer”, “hacer”, etc. La capacidad de usar correctamente y de comprender estos verbos presuponen las habilidades adecuadas para detectar relaciones causales. En los últimos veinte años, han ganado mucha prevalencia los enfoques que descansan en la práctica científica y en las metodologías empíricas para detectar estructuras causales (cf. en especial, Spirtes, Glymour y Scheines 2000; Pearl 2009). Estos enfoques asumen una posición no reductivista sobre los hechos causales y surgen de la reflexión estadística acerca de las diferencias entre meras ‘correlaciones’ entre distribuciones de datos y las estructuras causales que se busca descubrir. Algunos filósofos han buscado explotar estas teorías como una forma de dilucidar el concepto de ‘causalidad’, sin buscar una reducción ontológica de los hechos causales a hechos no-causales. Esta posición ha sido denominada como ‘intervencionista’ (cf. Woodward 2003). A pesar de las connotaciones que puedan ser asociadas con esta expresión, no se busca ‘analizar’ la noción de ‘causa’ mediante la noción de ‘intervención’, sino sólo iluminar qué sea la causalidad por manipulaciones experimentales idealizadas, tal como en la práctica experimental se busca descubrir una estructura causal objetiva con ‘intervenciones’ que permitan aislar e identificar variables relevantes. === Perspectivas futuras ===Ha sido notorio en los últimos quince años el desarrollo de una serie de corrientes que han tenido por objeto conceptos de prioridad ontológica. El trabajo para dilucidar tales nociones está teniendo un impacto en todas las discusiones ontológicas tradicionales, pues esas discusiones han tenido que ver con qué sea fundamental o qué sea prioritario. El punto de partida de estos desarrollos ha sido el importante trabajo de Kit Fine acerca del concepto de ‘esencia’ (cf. Fine 1994). La rehabilitación de la modalidad metafísica había ya sido una rehabilitación de la inteligibilidad de la ‘esencia’. La perspectiva que se había adoptado, no obstante, era de carácter puramente modal. Los objetos existen en diferentes mundos posibles –esto es lo que presupone, en efecto, la idea de ‘designadores rígidos’. Se puede hacer un ‘filtro’ de las propiedades que un objeto posee en algunos mundos posibles en los que existe, pero que no posee en otros. La ‘esencia’ de un objeto está constituida por las propiedades que ese objeto posee en todos los mundos posibles en que existe, esto es, las propiedades que no han sido ‘filtradas’ como accidentales[[#5|<sup>5</sup>]]<span id=".....">.
===Notas===
<span id="4"> 4.- Las condicionales contrafácticos no son transitivos de acuerdo a la semántica de Lewis (cf. 1973a, 31-36), pero la causalidad sí lo es –o eso parece. Por esta razón, Lewis ha propuesto entender la causalidad como el ‘ancestral’ de la relación de dependencia contrafáctica. Esto es, ''e''<sub>1</sub> causa ''e''<sub>2</sub> si es que ''e''<sub>2</sub> depende causalmente de ''e''<sub>1</sub> –para lo que basta la dependencia contrafáctica entre ellos– o ''e''<sub>2</sub> depende causalmente de ''e''<sub>3</sub> y ''e''<sub>3</sub> depende causalmente de ''e''<sub>1</sub>, o … etcétera. [[#....|Volver al texto]]
<span id="5"> 5.- Ha contrastado con esta perspectiva la de David Lewis (cf. 1968). Para Lewis, las atribuciones modales a un objeto tienen como fundamento que hay ‘contrapartidas’ de ese objeto en otros mundos posibles. Así, es verdadero que ''a'' es ''posiblemente F'' porque hay una contrapartida de ''a'' en otro mundo posible que es ''F''. Una contrapartida de un objeto ''x'' es otro objeto numéricamente diferente de ''x'' pero que es semejante a ''x'' en los respectos relevantes. Como en el posibilismo de Lewis ningún objeto existe más que en un único mundo posible, la única forma de hacer atribuciones que coincidan con nuestras intuiciones modales es mediante contrapartidas. En la posición de Lewis la esencia de ''x'' es la colección de propiedades que son compartidas por todas las contrapartidas de ''x''. [[#.....|Volver al texto]]