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Argumento ontológico

6000 bytes añadidos, 18:44 3 may 2017
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Durante el período precrítico Kant realizó dos objeciones al argumento ontológico: La primera, se encuentra mayormente en la ''Nueva elucidación de los primeros principios del conocimiento de la metafísica'' –su tesis doctoral de 1755, también conocida simplemente como ''Nova dilucidatio''– y es muy similar a la objeción tomista, según la cual del hecho de que en el concepto de Dios esté incluida la noción de su existencia no se sigue que Dios exista en la realidad. Según el pensamiento de Kant en esta época -basado principalmente en las tesis de Crusius- es cierto que el hecho de que a la idea del ente perfectísimo le corresponda también la existencia tiene su razón suficiente en que éste contiene todas las realidades, dado que ésta es una realidad. Sin embargo, lo que objeta es que esa es la ''razón suficiente del conocer ''–es decir, la razón por la que nosotros conocemos que a esa idea le corresponde la existencia–, pero no es la ''razón suficiente del ser'' –es decir, la causa por la que el ente perfectísimo existe realmente–. Por lo que si bien, por un lado, puede sostenerse que el concepto del ente que tiene todas las perfecciones o “la omnitud de las realidades” –expresión tomada de los argumentos ontológicos de Wolff y Baumgarten– es la razón suficiente de su propia existencia en el plano ideal; por otro lado, no puede sostenerse que de ello se sigue su existencia real. Esto se debe a que nada puede ser la razón suficiente de su propia existencia en el plano real, por la misma razón por la que nada puede ser causa de sí mismo (Kant 1974, 394-396). De esta crítica se desprende que Kant aquí todavía considera a la existencia como una perfección de la esencia.
Sin embargo, en ''El único fundamento posible de una demostración de la existencia de Dios'' de 1763 –también conocido por la abreviatura de su nombre en alemán como ''Beweisgrund''- Kant basa su segunda objeción del período precrítico precisamente en el principio de que la existencia no es un atributo real de los entes (Kant 1989, 72-73). Esto es así dado que, según Kant: “<em>No “No puede ser el caso, pues, de que el hecho de existir añada a esas cosas un nuevo atributo, pues en la posibilidad de una cosa plenamente determinada no puede faltar ningún atributo” (Kant 1989, 71). <em>Por ello, dado que la existencia no es un predicado, nunca puede haber contradicción en un concepto a partir de la afirmación de su no existencia. Sólo puede haber contradicción en un concepto si en él se pone y se quita un predicado simultáneamente. </em>En conclusión, dado que la existencia no puede incluirse en el concepto de Dios, su no existencia nunca puede implicar una contradicción. Por lo que es imposible deducir la existencia de Dios a partir su concepto.
Esta misma crítica se convertirá en la objeción kantiana contra el argumento ontológico más conocida al repetirse casi idénticamente en la ''Crítica de la Razón Pura'' de 1781. Allí, Kant vuelve a sostener que el ser no es un predicado real de la esencia, sino el nexo entre dos predicados o la posición absoluta de una cosa. Es decir, por un lado, en su uso lógico “ser” es sólo la cópula de un juicio. Por ejemplo, en la proposición «Dios es omnipotente» hoy dos conceptos: «Dios» y «omnipotencia». Pero, la partícula «es» no es un predicado, sino aquello que relaciona sujeto «Dios» con el predicado «omnipotente». Por otro lado, en la proposición «Dios es» o «Hay un Dios», no se añade nada nuevo al concepto de Dios, sino que se pone el sujeto en sí mismo con todos sus predicados al relacionar el ''objeto'' con el ''concepto''. Kant ilustra su crítica a la prueba anselmiana con el famoso ejemplo de los táleros: “lo real no contiene más que lo posible. Cien táleros reales no poseen en absoluto mayor contenido que cien táleros posibles. En efecto, si los primeros contuvieran más que los últimos y tenemos, además, en cuenta que los últimos significan el concepto, mientras que los primeros indican el objeto y su posición, entonces mi concepto no expresaría el objeto entero ni sería, consiguientemente, el concepto adecuado del mismo” (Kant 1781, A598-599). Por esta razón, Kant acepta la necesidad sólo en la esfera de la razón pura como la relación entre un sujeto y un predicado. Si se pone el sujeto, necesariamente se pone el predicado. De lo contrario, surgiría una contradicción. Mas si se quita el sujeto, también se quita el predicado sin que haya contradicción, por lo que sería absurdo hablar de un sujeto necesario cuya necesidad haga referencia a su posición en la realidad. Por ejemplo, si se pone un triángulo, pero se suprimen sus tres ángulos, entonces surge una contradicción. Sin embargo, si se suprime el triángulo junto con sus tres ángulos no hay ninguna contradicción. Eso mismo es lo que ocurre con el la idea del ente necesario: “Si se suprime su existencia, se suprime la cosa misma con todos sus predicados; ¿de dónde puede provenir entonces la contradicción? (...) Dios es todopoderoso; esto es un juicio necesario. La omnipotencia no puede suprimirse si ponéis una divinidad, es decir, un ente infinito a cuyo concepto es idéntico aquél. Pero si decís: ''Dios no es'', no se da la omnipotencia ni ningún otro predicado de él, pues todos ellos se han suprimido junto con el sujeto, y en este pensamiento no hay la menor contradicción” (Kant 1781, A 592). De este modo, Kant rechaza la posibilidad de concebir la noción de “existente necesario”, es decir, del ente cuya esencia implica su existencia, piedra de toque del argumento ontológico del racionalismo alemán de Leibniz, Wolff y Baumgarten. Si esto es así, no hay ningún concepto de cosa alguna cuya no existencia implique contradicción. Por lo tanto, es imposible probar la existencia de Dios ''a priori'', es decir, a partir de puros conceptos, tal como pretende el argumento ontológico.
Hartshorne coincide con Findlay en que: “Si el argumento sostiene que no existe un Dios, entonces tampoco puede haber posibilidad de su existencia y su concepto es sin sentido, como el de «círculo cuadrado»” (Hartshorne 1965, 124). Sin embargo, a diferencia de Findlay, Hartshorne asume que no lo es, ya que en la filosofía del proceso hartshorniana la idea de Dios se forma por experiencia directa a partir de los seres contingentes que son el aspecto cambiante de una realidad siempre existente. La perfección no puede estar representada por ningún concepto, pero en cada cosa que conocemos, conocemos, con un nivel de claridad menor, a Dios. Por lo tanto, si el concepto “Dios” no es contradictorio debe tener un objeto posible o actual. Pero: “''Donde la imposibilidad y la mera posibilidad no actualizada están ambas excluidas, no permanece nada más que la actualidad, si la idea tiene significado en algún sentido''” (Hartshorne 1965, 124). Es decir, el argumento ontológico modal de Hartshorne está basado en la proposición modal: “La existencia de Dios es necesaria o imposible”, ya que la posibilidad o la contingencia no pueden aplicarse a Dios. Pero, dado que no es imposible, entonces la existencia de Dios es necesaria. Esta versión del argumento ontológico modal de Hartshorne fue formalizada por O´Hear con un ''modus tollendo tollens'':
<! --[if gte vml 1]><v:shapetype id="_x0000_t202" coordsize="21600,21600" o:spt="202" path="m,l,21600r21600,l21600,xe"> <v:stroke joinstyle="miter"/> <v:path gradientshapeok="t" o:connecttype="rect"/></v:shapetype><v:shape id="_x0000_s1030" type="p&#_x0000_t202" style='position:absolute8594; margin-left:122.15pt&#9633;margin-top:1.3pt;width:324.15pt;height:85.2pt;z-index:251659776; mso-wrap-style:none' o:allowincell="f" stroked="f"> <v:textbox style='mso-next-textbox:#_x0000_s1030' inset=",.1mm"> <![if !mso]>p <table cellpadding=0 cellspacing=0 width="100%"> <tr> <td><![endif]> <div> <p class=MsoNormal><span style='font-family:"Book Antiqua","serif"'>Si Dios no existe, entonces, necesariamente Dios no existe.<o:p></o:p></span></p> <p class=MsoBodyText align=left style='text -align:left'><span lang=ES-MX style='font&#9633;-family:"Book Antiqua","serif"'><o:p> </o:p></span></p> <p class=MsoNormal><span style='font-family:"Book Antiqua","serif"; mso-bidi-font-family:Arial'>Pero, no necesariamente Dios no existe. <o:p></o:p></span></p> <p class=MsoNormal><span style='font -family:"Book Antiqua","serif"; mso-bidi-font-family:Arial'><o:p> </o:p></span></p> <p class=MsoNormal><span style='font-family:"Book Antiqua","serif"; mso-bidi-font-family:Arial'> p Por lo tanto, Dios existe </span>(O’Hear 1985, 168)<span style='font-family:"Book Antiqua","serif";mso-bidi-font-family: Arial'><o:p></o:p></span></p> </div> <![if !mso]></td> </tr> </table> <![endif]></v:textbox> <w:wrap type="square"/></v:shape><![endif]--><!--[if !vml]--><!--[endif]--><!--[if gte vml 1]><v:rect id="_x0000_s1027" style='position:absolute;margin-left:58.7pt;margin-top:1.05pt;width:7.2pt; height:14.4pt;z-index:251656704' o:allowincell="f"/><![endif]--><!--[if !vml]--><!--[endif]--><!--[if gte vml 1]><v:line id="_x0000_s1026" style='position:absolute;z-index:251655680' from="22.7pt,8.25pt" to="51.5pt,8.25pt" o:allowincell="f"> <v:stroke endarrow="block"/></v:line><![endif]--><!--[if !vml]--><!--[endif]-->- p                   - p<!--[if gte vml 1]><v:rect id="_x0000_s1028" style='position:absolute; margin-left:8.3pt;margin-top:13.15pt;width:7.2pt;height:14.4pt;z-index:251657728' o:allowincell="f"/><![endif]--><!--[if !vml]--> {| | |- | | |}  <!--[endif]--> -      - p <!--[if gte vml 1]><v:line id="_x0000_s1029" style='position:absolute; z-index:251658752' from="1.1pt,7.15pt" to="94.7pt,7.15pt" o:allowincell="f"/><![endif]--><!--[if !vml]--> {| | |- | | |}  <!--[endif]--> P
===El argumento ontológico modal de Malcolm===
Luego de varias reformulaciones, la distinción conceptual entre grandeza y excelencia permite a Plantinga presentar la versión definitiva de su argumento ontológico modal: “(25) Es posible que haya un ser que tenga máxima grandeza.
<em>(26) Entonces hay un ser posible que en un mundo posible W tiene máxima grandeza.</em>
<em>(27) Un ser tiene máxima grandeza en un mundo dado sólo si tiene máxima excelencia en  todos los mundos.</em>
<em>(28) Un ser tiene máxima excelencia en un mundo dado sólo si tiene omnisciencia, omnipotencia, y perfección moral en ese mundo”</em> (Plantinga 1974, 107).<em> O sea que, si W fuera actual, existiría un ser que tendría omnisciencia, omnipotencia, y perfección moral en el mundo actual y también en todos los mundos posibles. Por lo tanto, si W fuera actual, habría sido imposible que no existiera un ser con omnisciencia, omnipotencia, y perfección moral. Pero, mientras que las verdades contingentes varían de un mundo a otro, lo que es lógicamente imposible, no. En consecuencia, en todos los mundos posibles es imposible que no exista un ser de estas características. Y como el mundo actual es uno de los mundos posibles, es imposible en el mundo actual que no exista un ser que tenga máxima excelencia. Finalmente, en el mundo actual existe un ser de grandeza insuperable y que existe y tiene esta propiedad en todos los mundos posibles, es decir, necesariamente.</em>
La semántica de los mundos posibles permite a Plantinga elaborar una noción de ''necesidad'' que, además de ser funcional al argumento ontológico, también es significativamente más cercana a la noción clásica de necesidad que la defendida por Hartshorne y Malcolm. Mientras que para los segundos que la existencia de Dios sea necesaria significa que ''si Dios existe, entonces no puede dejar de existir'', para el primero afirmar que la existencia de Dios es necesaria significa que Dios existe en todos los mundos posibles, es decir, que es imposible que no exista o que no puede no existir, trascendiendo así el plano meramente lógico-lingüístico del concepto de necesidad tan común en la tradición analítica en la que se encuentra inserto.
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