Naturalismo

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En una aproximación inicial, puede decirse que la perspectiva de la primera persona es la que un sujeto tiene sobre sus propios estados de consciencia, ya sean creencias, deseos, intenciones o meras percepciones sensibles. Habría, en tal sentido, una perspectiva rudimentaria compartida por los animales superiores y otra robusta, propia de los seres humanos (Baker 2013, 170).
Se trata, a nivel psicológico, de la perspectiva básica y fundamental a partir de la cual un ser humano se reconoce como un yo frente al mundo. En tal sentido, se manifiesta como una experiencia que es inmediata, primitiva y epistémicamente privada, en tanto que resulta en sí misma inaccesible al escrutinio externo. Por otra parte, es una instancia mental ineliminable, ya que se encuentra supuesta en cualquier conocimiento. No hay conocimiento que no sea el conocimiento de un sujeto y siempre involucra su particular punto de vista. Pero su forma más explícita se manifiesta, obviamente, en el “autoconocimiento” y la “autoconsciencia”, que le permiten a este sujeto entenderse reflexivamente como el propietario de esos punto puntos de vista y referirse a sí mismo como un sí mismo (Baker 2008, 203 y 2011, 164-165).
Así definidas las cosas, se entiende que esta clase de perspectiva resulta difícilmente conciliable con un marco N duro como el de los eliminativistas. Puesto que éstos consideran al método experimental de las ciencias naturales, que es siempre abstracto, objetivante e intersubjetivo, como la única forma válida de conocimiento. Con esto no pretendo decir, que todos los N rechacen siempre y abiertamente las experiencias humanas de 1ª persona, sino que, al concentrarse en la posibilidad de asimilarlas a la metodología científica, dan lugar a un proceso en el que, por fuerza, se terminan erosionando. Esto tampoco implica que las ciencias no puedan contribuir de un modo importante en el conocimiento de las personas, incluso en su autoconocimiento; por ejemplo, descubriendo los correlatos neurales de sus estados de conciencia. El punto que deseo subrayar es, simplemente, que el contenido mental accesible a la perspectiva de la 1ª persona no puede ser traducido a una explicación científica de 3ª persona sin una pérdida irremediable de información relevante.
En la filosofía de la mente se han ofrecido múltiples y, en ocasiones, curiosos ejemplos que atestiguan el hiato (''gap'') explicativo (Levine 1983) entre estas perspectivas. Desde el célebre artículo “¿Cómo es ser un murciélago?” de Thomas Nagel (1974), a las múltiples versiones del “argumento del conocimiento” (''knowledge argument'') de Frank Jackson (Jackson 1982, 1986; Ludlow et al. 2004), todos estos experimentos mentales apuntan a una misma experiencia incontrovertible y es que no resulta epistémicamente equivalente tener conocimiento de primera persona de una determinada realidad (en estos casos, percibir el espacio por ecolocación o ver los colores) que entender una explicación científica de la fisiología de dichos fenómenos. Así, para el que ha sido criado desde su nacimiento en una habitación en blanco y negro, y en completa ausencia de otros estímulos visuales, el ver los colores por primera vez le agrega un conocimiento nuevo y cualitativamente diverso. No importa cuán completa haya sido en su propio orden la explicación científica. De igual modo, describir de un modo exhaustivo y técnicamente sofisticado el mecanismo de la ecolocación no implica saber cómo “siente” el espacio un murciélago . Habría que ser un murciélago o bien, preguntarle a Batman, —si se permite la humorada—.
Incluso podría decirse, siguiendo a Dan Zahavi, que un sujeto puede referirse a sí mismo tanto desde una perspectiva de la 1ª como de la 3ª persona, y que, ni siquiera en este caso, se confunden. Debido a su claridad, vale la pena transcribir el siguiente párrafo por entero:
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