Teología analítica

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Por otro lado, Kant, al limitar el campo de la experiencia posible, clausuró la posibilidad de un conocimiento ''a posteriori'' de Dios y de las realidades suprasensibles. Para Kant, aunque Dios y las realidades metafísicas tienen un contenido inteligible, e incluso su conocimiento es objeto de una cierta inclinación natural, al no tener fundamento alguno en la experiencia, las afirmaciones sobre ellas no tienen posibilidad de ser contrastadas o puestas en discusión: “La cosa que se llama metafísica<nowiki> [</nowiki>…] tiene por finalidad liberar nuestro concepto, de las ataduras de la experiencia y de las limitaciones de la mera consideración de la naturaleza, hasta tal punto que él vea, al menos, abierto ante sí un campo que contiene solamente objetos del entendimiento puro que no pueden ser alcanzados por ninguna sensibilidad; no, ciertamente con la intención de ocuparnos especulativamente de éstos (porque no encontramos ningún suelo en el que podamos hacer pie), sino para que los principios prácticos, que si no encontrasen ante sí tal espacio para su expectativa y su esperanza necesarias no podrían extenderse hasta la universalidad que la razón requiere imprescindiblemente en sus designios morales” (Kant 1999, 277).
De este modo, la metafísica no es para Kant un campo de investigación sobre las cosas en sí, sino sobre las reglas y operaciones de la razón que estructuran nuestra experiencia. Por otra parte, la fe como forma de conocimiento no está basada ni en la experiencia ni en consideraciones teoréticas, sino en exigencias de la razón práctica. Esta tesis queda claramente ilustrada por la famosa frase del prólogo a la segunda edición de la ''Crítica de la razón pura'', “Debí, por tanto, suprimir el ''saber'', para obtener lugar para la ''fe''” (Kant 2007, 31).
Estos antecedentes empiristas y kantianos influyeron de manera muy directa en el manifiesto titulado “Concepción Científica del Mundo” (''Wissenschaftliche Weltauffassung''),'' ''publicado en 1929 por el Círculo de Viena, que constituyó uno de los golpes más fuertes a la metafísica y la teología. Este manifiesto buscaba demarcar el campo de las afirmaciones que tienen sentido, y dejar de lado las que no tienen ningún sentido científico. Los criterios de validez de una afirmación se fundamentaban en una prueba empírica o en una prueba formal. Así, el contenido de cualquier conocimiento o ciencia estaba compuesto por proposiciones que son o bien analíticamente verdaderas (en su definición) o bien empíricamente verdaderas (Gasser 2015, 25). Si una afirmación no caía bajo estos criterios de validez, al carecer de un criterio para establecer su verdad o falsedad, sencillamente se la declaraba sin sentido (Gasser 2015, 26). Una de las conclusiones directas de estos criterios de demarcación la encontramos en la obra de 1932 de Rudolf Carnap titulada ''La superación de la metafísica por medio del análisis lógico del lenguaje'' . Allí afirma que una palabra tiene significado siempre que tenga notas empíricas conocidas, y que haya un conjunto de proposiciones elementales en las que aparece y sobre las que podamos establecer condiciones de verdad. Es por esto que algunos términos como “ser”, “existencia” o “Dios” resultan términos carentes de sentido, ya que no se tiene evidencia empírica de ellos, ni podemos establecer condiciones de verdad para los mismos. Concluye de este modo en la misma línea que el primer Wittgenstein (2000, 4.003): “La mayor parte de las proposiciones y cuestiones que hayan sido escritas en materia de filosofía no son falsas, sino carentes de sentido. Por tanto, no podemos responder a tales cuestiones, sino únicamente mostrar su falta de sentido”. Así, para esta forma de positivismo lógico, tanto la metafísica como todo posible discurso sobre Dios quedaban expulsadas del ámbito de lo pensable, por estar basadas sobre términos que carecen de sentido. En efecto, según Carnap (1993, 85), tanto la religión como la metafísica están constituidas por pseudo-proposiciones “''que no sirven para la descripción de relaciones objetivas'', ni existentes (caso en el cual serían proposiciones verdaderas), ni inexistentes (caso en el cual –por lo menos- serían proposiciones falsas); ellas ''sirven para la expresión de una actitud emotiva ante la vida''”.
5) La aparición de aproximaciones formales a la epistemología, que hacen uso de probabilidades bayesianas y teorías de la decisión.
No obstante, como se verá en la sub-sección siguiente, los autores pioneros, que produjeron los primeros desarrollos de contenidos positivos dentro de la filosofía analítica de la religión, no fueron simples apologetas que aprovecharon la ocasión que presentaba la nueva coyuntura favorable al resurgir de la metafísica, sino que ellos mismos eran destacados filósofos que hicieron notables contribuciones a este resurgimiento.
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